domingo, agosto 22, 2010

La tontera de la semana

(Publicado en la Estrella de Iquique, domingo 22 de agosto de 2010)

Nota a mis lectores del blog: La dirección del diario títuló este artículo como "Desarrollo", por causa que desconozco)
¿Cuánto obliga un instructivo del tipo Intendencia de Coquimbo? Me refiero al documento interno de esa autoridad sobre situaciones o conductas de sus subordinados, que incluye aspectos no directamente relacionados con los deberes y obligaciones del cargo.
Por los posibles efectos en su aplicación, estimo que hay que aclararlo ahora y para no arriesgarse a que algún insensato pueda tentarse a repetir una estulticia similar.
Esta, que califico de la tontera de la semana, no puede pasar colada. La Contraloría debería rayar la cancha y decir si es una recomendación o una exigencia y si su incumplimiento amerita sanción. Mi espíritu libertario me obliga a pedir que todas las reminiscencias inquisitorias sean desterradas de la faz de la tierra.
El instructivo de marras en uno de sus párrafos dice: “Los funcionarios y las personas contratadas bajo la modalidad de honorarios, deberán utilizar chaqueta institucional, la cual podrá ser complementada con pantalones de tela, cotelé, algodón, gabardina o algún material similar, quedando prohibido tanto los días viernes como los demás días de la semana, la utilización de jeans, pantalones de buzo, short, zapatillas y poleras sin cuello". ¡Qué genialidad!
Lo primero es que mete en el mismo saco a los “funcionarios y a los “honorarios”. Todo el mundo sabe que el régimen contractual de estos últimos es diferente. Un documento así podría servirles para demostrar dependencia y subordinación y exigir otro tipo de contrato. Y de paso arremeter contra el Estado que como empleador, es el mayor infractor laboral del país. Pero ese es otro cuento.
La segunda frivolidad es cuando define el tipo de tela de los pantalones. Nada dice de las faldas, pero en fin. Ofrece pocas opciones. Pero lo peor es que excluye al jeans. La prenda ícono de los tiempos modernos. Si el jet set masculino lo luce con orgullo y elegancia en todas las alfombras roja del mundo por algo será. ¿Puede un funcionario público de Coquimbo vetar al jeans, el pantalón líder del planeta y confeccionado con la mundialmente y afamada tela, Demin? La otra torpeza es que prohíbe también los short. ¿Acaso los funcionarios (y honorarios) iban en short los días viernes “cashual”?
La tontera de marca mayor es cuando instruye, en el caso de las mujeres a “que no utilicen faldas demasiado cortas, ni calzas y poleras con pabilos o strapless”. Es decir, nada de mostrar los hombros ni la espalda.
Finalmente tres bonnus tracks: 1. Dejar de fumar en la puerta del edificio porque eso da una pésima imagen. 2. En el casino, “abstenerse de preparar alimentos cuyos olores sean fuertes". 3. Dar un uso correcto a los insumos de trabajo. El sitio más visitado en las horas de oficina era www.lun.cl.
Pero el seremi de gobierno de esa región cree que el instructivo está bien. ¡Joder! ¿Quién le dio atribuciones para instruir-obligar-sugerir que las chiquillas coquimbanas no usen mini falda? ¿Creerá que se pueden poner casquivanas? Sugiero revisar el sistema de selección de la Alta Dirección Pública, en la variable: sentido común.
Por suerte primó la cordura. El instructivo será cambiado. Todos los consultados, gobierno y oposición calificaron el documento como una torpeza. Miren que querer suprimir el strapless. ¿Y después seguir con el colaless? Que ni se les ocurra poner las manos ahí. Eso sería meterse en profundidades. Digo yo.

miércoles, agosto 18, 2010

La huella de la Vaca


(Publicado en la Estrella de Iquique el domingo 15 de agosto de 2010)
No comentaré un libro titulado “La Vaca” pero recomiendo leerlo.
No, en esta oportunidad a la vaca la usaré para culparla por ser uno de los animales más contaminadores del planeta. Si algo hay que hacer por ayudar a la Tierra, pensemos en las vacas.
Como se sabe, el planeta está muy caliente por el efecto invernadero y los culpables están identificados. Son las grandes industrias de los países desarrollados. Nosotros recién estamos haciendo la previa como emergentes, pero podríamos ser desarrollados el 2018. Ahí tendremos la membresía del selecto club con licencia para destruir el planeta. Un poquito que sea. Espero que no ocurra, porque pienso que jamás seremos una potencia industrial. Yo veo a Chile más por el lado del offshoring de servicios, exportando inteligencia.
Nuestra forma de vida deja una huella y es el resultado del auto que tenemos, la gasolina que usamos, la decisión de tomar colectivo o andar en bicicleta, de ir a comprar el pan en un todo terreno o hacerlo caminando y también de lo que comemos. Estos comportamientos dejan una marca. Se llama la huella de carbono. Es como la estela de humo de los tubos de escape. Mientras caminamos plácidos por la vida vamos echando gases desde niños. Entre más modernos y más ricos seamos, más gases emitimos. Hay datos duros que aseguran que la gente rica tira más gases que los pobres a la atmósfera. Especialmente porque come más carne de vaca.
La media mundial de esta huella es de 5 toneladas de CO2 por persona al año. Estados Unidos está sobre 20 y Chile en el promedio mundial. Los expertos dicen que lo óptimo es llegar a 2 per cápita para asegurar que el aumento de la temperatura media del planeta no supere los 2 grados Celsius, evitando las consecuencias más graves del cambio climático.
Argentina nos duplica y no solo porque tenga una actividad industrial mucho más amplia y diversificada que la nuestra, sino porque ese país está lleno de vacas. En efecto, las vacas son uno de los mayores emisores de CO2 debido a los gases y flatulencias que producen al digerir el pasto en sus múltiples estómagos. Como consecuencia, la carne de vacuno es el alimento más contaminante del planeta.
Nuestra misión como ciudadanos civilizados y concientes debiera ser reducir la huella de carbono sacando la carne de nuestras mesas. Podríamos partir por suprimir esa institución nacional del asado. No es el carbón de la parrilla el contaminante principal, sino ese trozo de carne proveniente de vacas poco recatadas que lanzaron al aire miles de kilogramos de gases CO2 mientras pastaban plácidas e inconcientes del daño que hacían.
Hay que dejar de comer carne de vacuno. Se que me odiarán los dueños de carnicerías, de las parrilladas, de los supermercados y sus ofertas de hamburguesas, los Mac Donalds o los vendedores de anticuchos. Y no es todo, también eliminaría de la dieta, las lentejas, los porotos y todos aquellos alimentos cuyo proceso digestivo favorezca la emisión de gases, más aún si son incontrolables y perturbadores. Colaboremos con el planeta, no seamos tan vacas. Digo yo.

lunes, agosto 09, 2010

El doble Cien


(Publicado en la Estrella de Iquique el 8 de agosto de 2010)
Desde la antigüedad las sociedades han hecho celebraciones para recordar fechas especiales. Una de ellas es el cumpleaños de la Patria. Este evento suele tener significado mayor cuando se cumplen diez, cincuenta, cien o doscientos años.
Nosotros en septiembre haremos la gran celebración de los dos siglos de vida. Una nación jovencita tal como la mayoría de las vecinas. Los partos libertarios de aquellos tiempos en esta América morena fueron muy seguidos.
Las autoridades se encargan de organizar las celebraciones. La ciudadanía se deja querer (además de que no se le pregunta lo que le gustaría) y espera el programa para disfrutarlo. Yo pienso que las propuestas van a ir por cuatro caminos: 1. Las fiestas propiamente tales. Son las típicas celebraciones diciocheras, esto es, ramadas, chicha, empanadas, anticuchos, guasos, chinas, rodeo, palos ensebados, carreras de ensacados y todo lo que se ha estado haciendo por tradición durante los últimos dos siglos. Y para que el goce sea sin apuro, el parlamento regalará un par de días festivos adicionales. 2.- Los cortes de cinta. También siguiendo la tradición (sin descartar la rentabilidad política necesaria para evitar que las encuestas arrojen datos no deseados), se debieran incluir todo tipo de inauguraciones de servicios útiles para la ciudadanía. Para que la ciudad funcione bien y sea amable con sus residentes. Si bien son obras que deben hacerse siempre, ahora se juntan para que el moñito del regalo a la ciudad sea más grande y salga bien en la foto. Aquí debieran estar las ceremonias de inauguración de semáforos, reparación de hoyos (hay 437 plenamente identificados, pero un amigo me asegura que son 1.705). También podrían ser puestas en servicio instalaciones de uso comunitario, plazas de juegos, centros deportivos, áreas verdes, etc. 3.- Las obras monumentales. Aquí debieran estar presentes obras cototudas. No tengo pistas de si las haya. Talvez por falta de presupuesto o tiempo no se hicieron. Lo del tiempo no debiera ser la excusa ya que hace doscientos años ya se sabía que esta fiesta venía. Me imagino que solo las grandes ciudades (grandes en sentido cuantitativo) tendrán la posibilidad de inaugurar obras en esta categoría. 4.- El arte y la cultura. Esta puede ser la parte más entretenida. Me encantaría que hubiera cine arte, teatro, conciertos de todo tipo, exposiciones, ediciones especiales de diarios y revistas, bandas juveniles, humor, mimos y mucha cosa pública en las calles con gente vestida a la usanza de la época colonial. La ocasión es propicia para que vuelvan los bustos de Giordano Bruno y Pablo Neruda desaparecidos hace años del frontis de la UNAP. También el del llamado médico de los pobres Juan Marque.
Para nuestro bicentenario iquiqueño (en rigor debiera ser el 2079, pero ese es otro cuento) yo pediría un gran regalo: veredas y áreas verdes de país miembro de la OCDE. Digo yo.

lunes, agosto 02, 2010

Diccionario Corrupto



Publicado en la Estrella de Iquique el 11 de junio de 2010)
Seguramente usted esté familiarizado con términos como arreglarse los bigotes, hacer la vista gorda, irse a la cochiguagua, cortar la cola, hacer cantar la rana y muchísimas otras expresiones que son parte del léxico que usamos para referirnos en general a hechos corruptos.
La semana pasada, la entidad Chile Transparente, tras un año de trabajo puso en el mercado el Diccionario del Corrupto de la Lengua. Una recopilación de cien expresiones sobre el tema y que apunta a evitar prácticas deshonestas y a fortalecer una cultura basada en la transparencia. Es un llamado a reprobar socialmente los pitutos, arreglines, chanchullos, pecadillos y tantas otras chuecuras que finalmente causan un gran daño a la sociedad. Es una invitación a revisar críticamente si la pillería es un elemento constitutivo de la cultura nacional.
Ahí estimado lector, usted podrá encontrar toda la nomenclatura de la corrupción que busque o que necesite. Que necesite para conocer su significado, aplicación y circunstancias, se entiende, no para practicarla, sino para evitarla.
Esta obra cuasi-literaria hay que leerla con seriedad y con cierto grado de complicidad. Porque, seamos honestos ¿quién alguna vez en su vida no cometió un acto corrupto? ¿Quién no hizo alguna vez una cuchufleta en el dominó o no acusó su “renuncio” en la brisca? ¿Quién no presentó en el colegio un “falsificativo? ¿Quién no tiró una licencia médica trucha? El que esté libre de pecados que lance la primera piedra. No le parece sintomático que en la misa dominical de las 12 haya filas tan largas de feligreses pidiendo la expiación de sus pecadillos. El índice de pecados per cápita debe ser muy alto en esta ciudad. ¡Vade retro Satanás!
A veces pienso que las manzanas que enviamos con nuestros niños a las tías del jardín desde una temprana edad, podrían estar incubando el germen de una futura conducta corrupta ¿Será la manzana el símbolo inocente e iniciático de esta nueva forma de conseguir las cosas en la vida?
Espero que el diccionario no se corrompa y derive en un Manual. Sería pernicioso que llegara a ser texto de consulta para ganar experticia en corrupción. Pero no quiero ser pesimista, el diccionario debiera ayudar a evitar que en nuestro lenguaje aparezcan estos términos y principalmente no sean acciones en las cuales participemos. Por eso, recomendaría alejarse de inmediato de las personas que en su pega mencionen conceptos como: sobresueldo, pituto, santos en la corte, favor político, paleteada, vista gorda, aceitar la máquina, chancho que no da manteca, solo los pajaritos cantan por amor. O las inocentes preguntas: ¿Cómo voy ahí? ¿Y si lo cargamos a caja chica? ¿Va a necesitar la boleta?
Si está rodeado de personas que se expresan así, apriete cachete. Lo mejor es la verdad, nada de santos tapados, viva la transparencia. A mi me encanta la transparencia, especialmente si es en lencería. En eso soy incorruptible. Digo yo

domingo, agosto 01, 2010

El cuento del hot dog


(Artículo no publicado el domingo 1 de agosto de 2010 en La Estrella de Iquique)

Había una vez un perro callejero llamado Clinton que solía hurguetear alrededor de un conocido restaurante en busca de comida para poner algo en sus escuálidas tripas. A veces encontraba trozos de pescado, restos de pollo, patas de jaibas, pulpo, arroz chaufa y wantanes con salsa de tamarindo. Su vida era una mezcla de hambre y pobreza. Todo lo que tenía era “el equipaje del perro”. Para peor, la autoridad había declarado que su vagancia era un peligro para la sociedad.
Un día -de doloroso recuerdo- y mientras buscaba entre las basuras del restaurante algo para sobrevivir, vio a la Mimí otra vez. La perrita del negocio que desde la distancia siempre lo había mirado con desprecio. Pero esa vez notó algo especial. El Clinton sabía que esa beldad de pelo suave, paladar negro, colita parada, baño semanal y con todas sus vacunas al día, era un manjar imposible. Sin embargo, la sabia naturaleza hizo su tarea y ese día con el sol del oriente en el cenit, el sensible olfato del Clinton - calibrado para oler de lejos cualquier cosa comible – recibió los aromas íntimos de la Mimí, que ya estaba en edad de merecer y que para su infortunio, esa tarde estaba en el clímax de su celo.
La carne es débil y Paris bien vale una misa, filosofó el Clinton y oyendo el mandato divino de perpetuar la especie, desvainó, y con su arma en ristre y antes que Mimí dijera ni guau, ya estaba a lo perrito portándose como animal.
Así estaban, olvidando raza, estirpe y condición, cuando apareció el dueño del estipendio de comidas y amo de la señorita, quien al ver a su mascota regalona, cubierta por un pulgoso quiltro del último quintil, entró en extrema cólera intentando separarlos de esa unión injuriosa y obscena. Pero los amantes rehusaban tomar caminos independientes.
Ante esto, el iracundo amo, buscó el filoso cuchillo que en la cocina blandía con la destreza de cirujano plástico y se abalanzó sobre los canes logrando destrabarlos. Luego, cogiendo al aterrado Clinton lo llevó al patio para hacer santa justicia sobre una piedra plana - donde solía golpear los locos- para limpiar en esa ara el honor mancillado de Mimí que hasta minutos antes no la habían picado ni las pulgas. El Clinton ya delirante de pavor recordó lo que había oído sobre el debido proceso y la presunción de inocencia, pero su “suegro” no creía en la justicia humana sino en aquello de “por donde pecas pagas”. Y cegado por la ira… zaz… con un certero corte, dejó al Clinton sin su apéndice reproductor. Privado de parte de su equipaje”.
Antes de contar el final, compartiré algunos alcances: El Clinton era inocente. La culpable fue la naturaleza. La Mimí también era inocente, sus movimientos de cola fueron instintivos. Lo censurable sería su actitud. ¿Qué explica que una perrita ABC1quiera sexo con un pulgoso perro C2? Pero el final es feliz.
“El Clinton recuperó la salud. Está bastante bien, medio raro para orinar pero es superable. La Mimí vive con él en una parcela de Alto Hospicio y sus seis cachorros. El victimario fue puesto a la sombra unos días y obligado a entregar alimento de por vida a la familia del Clinton. También debe ir durante 56 semanas a la comisaría del cuadrante a ver La Dama y el Vagabundo”. Un final de película. Digo yo.