lunes, septiembre 20, 2010

Se hacen milagros. Llame ya


(Publicado en la Revista Puerto Mayor, edición de septiembre 2010)

La macroeconomía, es una rama de la Ciencia Económica que estudia los resultados a nivel agregado, es decir, en magnitudes que pueden abarcar continentes, grupos de países o amplias zonas geográficas. Y en este contexto suele hablarse de “milagro económico” cuando un país logra que sus indicadores de crecimiento o desarrollo, superen lo razonablemente esperado.
Más de alguna vez, la economía de este flaco y largo país, con una hermosa vista al mar, ha sido calificada como un milagro. Y como esto no es invento nuestro, sino de organismos internacionales calificados, habrá que creerles que efectivamente el milagro chileno si ha existido. Chile, entonces, sería un país de milagros o en vías de ser milagroso.
Aceptando esta visión y lo que nos pasa, podríamos conjeturar que en verdad en este país los milagros están por doquier. Me permitiré comentar algunos. Vivir con un sueldo mínimo es un milagro. Que una familia de clase media puede pagar la colegiatura de dos hijos universitarios, es un milagro. Que miles de mujeres sean jefas de hogar y mantengan viva esa institución de rango constitucional llamada familia, es un milagro. Que la Bachelet haya terminado con un 75% de aprobación a pesar del Transantiago, es un milagro. Que la selección chilena hubiera llegado a octavos de final en Sudáfrica, fue un milagro. Que al negro Piñera el choque no le hubiese salido ni por curado, es un milagro. Y así suma y sigue.
Mi madre hacía milagros con la poca y nada plata que le dejaba mi progenitor para “parar la olla”. Yo la encontraba milagrosa. Un día casi le prendo una vela a su foto. Esto me ha llevado siempre a diferenciar el milagro de los hombres del de las creencias religiosas. Los milagros humanos ocurren a cada raro. Los otros, es un milagro que ocurran. A algunos el milagro se les manifiesta en un logro ansiosamente esperado. ¡Mamá, mamá, encontré pega! Me contrataron en la minera. Milagro dirá la mamá porque está tan difícil. Agregará, gracias a Dios, o a la chinita o a San Expedito que hizo el milagrito¡ Es la natural y espontánea reacción de la mayoría de los creyentes.
Sin embargo, este milagro amerita una pequeña reflexión. Resulta que el muchacho de marras fue el mejor alumno de su promoción. Egresó de la universidad con distinción máxima. Fue ayudante de cátedra, hizo prácticas no remuneradas, sacrificó fiestas, viajes y paseos por el estudio. Pasó cientos de horas de trasnoche para agregar inglés a su currículo. En resumen, se sacó la cresta muchos años estudiando y preparando el “milagro”. Yo no creo en milagros, dependo de ellos. Pero en los milagros humanos que son el resultado de nuestro esfuerzo personal. La guinda del postre que premia el esfuerzo, el sacrificio y la dedicación.
Un milagro es por definición un evento extraordinario en donde se presume intervención divina. Lo ocurrido en la mina San José de Copiapó una vez verificado que los 33 mineros estaban vivos fue calificado inmediatamente de milagro, es decir, una intervención divina. Sin embargo rindo un tributo a los hombres, a esos cientos de trabajadores, expertos, técnicos e ingenieros que hicieron posible el milagro. Y un reconocimiento también a la inteligencia humana que construyó las herramientas y las tecnologías para el proceso que viene, el rescate.
Sin duda que nunca es malo contar con un poco de ayuda divina. Pero no podemos cargarle la mata al gran hacedor, algo debe aportar también el hombre. Hay que ayudarle a Dios para que haga los milagros que necesitamos. Digo yo.

El Plan B


(Artículo no publicado por la Estrella. No pasó el corte... por ordinario)

No deseo, en medio de estas fiestas, molestar a mis coterráneos, pero me veo obligado a hablar de un pecado bicentenario. Los chilenos somos muy poco previsores y casi nunca tenemos un Plan B para la contingencia. Siempre decimos “después veremos cómo lo arreglamos o, caminando se arregla la carga”.
Hacer un Plan B es un proceso creativo y de la inteligencia. No es azar, ya que debe tener el mismo o mejor resultado y satisfacción que el Plan A que es lo normal. Para entender bien esto, lo primero es saber que el Plan B siempre surge ante una emergencia, una crisis, cuando el Plan A colapsa. Daré un ejemplo que espero sea inolvidable.
Imagínese que a causa de los excesos alimentarios propios de estas gloriosas fechas patrias, incluida la ingesta excesiva de brebajes espirituosos o de fantasía, usted está - tras un ingreso urgente a un baño público- "haciendo sus necesidades". Y digamos también, que son de la clase 2 y en cantidades superiores a su normal promedio kilogramo/día, e incluso con otra consistencia. Explosiva y continua (intermitente tras la fase explosiva). Y justo , justo en ese preciso momento, se da cuenta con horror…que…¡No hay papel! Ha surgido la urgencia, la necesidad imperiosa de implementar un Plan B.
 ¡Houston, Houston, tenemos un problema! Hay que parir rápidamente una solución. A mí se me ocurren los siguientes planes que deseo compartir:
Plan B1. Sacrificar los calzoncillos. Total, andar a lo gringo unas horas no es grave.
Plan B2. Echarse los calcetines. Con una ventaja adicional pues son dos unidades. Una para la limpieza preliminar y la otra para un aseo prolijo. Si hay agua en el estanque del WC es lo óptimo.
Plan B3. Echar mano a un billete. Debe evaluarse no solo el costo sino también la eficacia. No es lo mismo usar un billete de luca, que de 5,10 ó 20 mil. No solo por el valor monetario, sino por la fabricación. Algunos son de papel y otros de polímeros, por lo tanto, con diferentes propiedades de absorción, adherencia, textura  y suavidad.
Plan B4. Idem al anterior pero con un cheque. Por seguridad, extendido a nombre ficticio, nominativo, cruzado y borrado al portador, sin incluir Rut ni teléfono al reverso, con firma ilegible y por 000 pesos.
Plan B5. Lavarse con el agua del estanque. Tiene riesgos por la acrobacia implícita y depende del estado físico.
Plan B6. Similar al anterior pero ejecutado en la zona de lavamanos. Arriesga ser detenido asqueroso y por ofensas a la moral.
Plan B7. Variante de la anterior, aplicando a la zona sucia, el aire caliente del secador de manos. Esta maniobra requiere acrobacias y destrezas mayores. Además, hay una limitación adicional. Seca pero no limpia.
Como podrá apreciar estimado lector, usted puede imaginarse muchos otros planes B, todo depende de su creatividad.
Lo que me interesa que todos hayan quedado capacitados o a lo menos orientados en el diseño de Planes de Contingencia. Debo aclarar eso sí, que el ejemplo usado es válido solo para varones. Las damas son mucho más precavidas y jamás se verían expuestas a un bochorno similar. En sus carteras suelen haber artilugios para resolver cualquier emergencia. Digo yo.

La Música y Adam Smith

(Publicado en La Estrella de Iquique el 11 de septiembre de 2010)
El llamado padre de la Economía moderna, Adam Smith aportó mucho a lo que el mundo globalizado de hoy conoce muy bien: el mercado. Asimismo sugirió que el Estado no debía intervenir en las decisiones económicas del hombre. Una suerte de “mano invisible” se encargaría de regular todo. Las personas libremente demandan o consumen lo que quieren y pueden adquirir en un abanico inmenso de productos, marcas, precios, calidades y orígenes. Nadie les impone, les obliga, ni les sanciona por comprar, por elegir o desechar lo que deseen. Incluyendo por cierto, escuchar por radio, la música y los cantantes favoritos que quieran.
Hoy se discute en el parlamento un proyecto de ley que fija una cuota mínima obligatoria de 20% de música chilena que debe emitirse en las radios en su programación diaria. Opino que esto va en la dirección opuesta al mercado y a la libertad de los individuos de elegir. La norma señala también lo que debe entenderse por música nacional y música folklórica. Su objetivo, es estimular y promover la música chilena y de rebote, fomentar la folklórica. Realmente no creo que ocurra.
Además, esta ley tiene el germen de algo grave, que puede ser “la puntita no más” de una tendencia proteccionista. Podría aparecer un legislador progresista que cayera en la tentación de propiciar que se incluyeran también los productos nacionales. Hace algunos años unos empresarios muy creativos, inventaron la frase chovinista ¡Si es chileno es bueno! Peligrosos como monos con navaja.
Otro riesgo con esta nueva Ley de Música Chilena Obligatoria es que luego exigiera a cada negocio del país vender un porcentaje determinado de productos chilenos. Es más, hasta podría exigir que se incluyeran solamente aquellos de una lista preseleccionada y con alta identidad nacional. En ese caso, el mix de productos chilenos tendría que incluir lo más típico de lo nuestro, las “sandías caladas” nacionales como lo son las sustancias de Chillán, las gredas de Pomaire, el indio pícaro de Temuco, las longanizas de San Carlos, la mimbrería de Chimbarongo, el mote con huesillos, el sánguche de potito o la revista Condorito. Nosotros, desde acá, podríamos aportar el chumbeque del chino Koo, el limón de Pica y los alfajores de Matilla.
Un riesgo aún mayor sería que esto luego se ampliara a los libros. La vuelta a la Inquisición por vía legislativa. Que horror. Que esto pueda ocurrir en tiempos de amplia libertad y democracia es retrógrado, abusivo y pernicioso.
Uno de los autores del proyecto es el actor, cantante y diputado, Ramón Farías, que en mi opinión, como actor era muy malo, como cantante peor y como diputado…¡uf! Si lo juzgara por esta joyita legislativa, diría que desentona y que además no tiene dedos para el piano. Espero que su iniciativa, cuando pase al Senado, suene como arpa vieja. Digo yo.

Salvemos al Planeta

(Publicado en La Estrella de Iquique, septiembre 2010)

Me opongo a sumarme a las corrientes ecologistas y defensoras a ultranza de las especies que habitan la Tierra y principalmente a aquellos que quieren salvar el planeta. Soy un convencido de que el Planeta se salva solo. Se cuida solo, como los ricos. Voy a explicar mi razonamiento y espero que quienes me lean puedan comprender mi lógica irrebatible.
Resulta que nuestro planeta ha estado aquí por aproximadamente unos 4.500 millones de años. Pueden ser más o pueden ser menos, no tiene importancia. No voy a discutir detalles. Si lo estiman, los lectores pueden libremente castigar la cifra en unos 10 millones de años. Quedaríamos entonces en 4.490 millones de años.
Si se le compara con la edad del planeta, el hombre ha estado una cantidad miserable de años aquí, en su supuesto afán perversamente destructivo. Son entre 40 y 50 mil años de la era vulgar, contando solamente desde que ya adquirió formas “decentes”, esto es, el evolucionado y ya aceptable homo sapiens. Del australopithecus de hace 4 millones de años mejor ni hablemos porque poca pinta de humano tenía, estaba más emparentado con los mamíferos primates de hace 7 millones de años. Todo este despliegue de datos solo pretende poner las cosas en su lugar. El destructivo y amenazador hombre moderno, está en este viejo planeta y en esta escala, hace solo… diez minutos. Pero sin embargo ya es capaz de ponerlo en riesgo y a todas sus especies.
Esta es una arrogancia, el planeta se terminará cuando lo decida. Lo que en verdad ocurre es que el hombre está más preocupado de si mismo que del estado de salud del planeta. El hombre tiene miedo porque se está auto eliminando y a la pasada todo lo que viene con él. La sociedad humana y por cierto las especies. Pero lo que el hombre moderno parece no percibir es que el planeta es autónomo y le bastaría pegarse un simple sacudón o enfriarse o calentarse o inundarse, tan solo un mes y medio (o para ser más bíblico, 40 días y 40 noches) para zafarse del odioso humano, y seguir vivito y coleando por otros 4 mil millones de años más.
El discurso no es entonces salvemos al planeta –que se salvará solo, como ya dije - sino salvemos al hombre (a las mujeres también) y no lo hagamos enojar. Nosotros como especie desapareceremos igual, a lo menos con las formas actuales. Tal como ocurrió con el 90% de las especies que han existido en el planeta que ya se extinguieron. Por cierto que los humanos no tuvimos nada que ver con esas extinciones. Lo hizo el planeta. No fue a causa del perverso ser humano. Cuando apareció el homo sapiens, todas esas miles de especies ya se habían ido.
Pero la preocupación por las especies vivas del planeta, sin duda es una muestra de razonable sensibilidad por el resto de las especies en un mundo tan hostil. Salvemos a las ballenas, salvemos a los pingüinos, salvemos a los pandas, los gusanos, las plantas, etc. etc. ¿Para qué, podría plantear un insensible? Si el propio planeta hace los ajustes. De hecho se calcula que todos los días se extinguen 25 especies. A lo mejor ayer pisé un bicho que era el último que quedaba en el planeta.
Por “siaca”, aclaro que no soy tan insensible frente a la preocupación humana por las especies y el planeta, por lo cual debo confesar que esta crónica está inspirada en las ideas, reflexiones y sin duda la “lógica irrebatible”- según sus propias palabras- del comediante norteamericano George Carlin, muerto en 2008, que de manera genial, analizaba las temáticas del mundo. Véanlo en Youtube, no solo para discrepar con sus planteamientos sino que principalmente para pensar en cómo rebatirle su lógica. Son de antología el sueño americano, la religión, las empresas. Lo óptimo es verlo y escucharlo en inglés, aún que la versión en español es pasable. Claro que escuchar a un gringo decir ¡joder! y no el potente ¡fuck you! es como si te pegaras un martillazo y exclamaras ¡cáspita! Digo yo.

Diga 33

Es el número atómico del arsénico. Es el código telefónico de Francia. En medicina y para aprovechar las erres de su pronunciación, se usa en la auscultación de las vibraciones vocales trasmitidas. Es el conocido, “diga treinta y tres”.
El 33 es un número maestro y representa el ideal del amor en su más pura expresión, esto es, no sólo a las personas de su entorno, sino el que abarca a todos los seres humanos. El amor que significa entrega, sacrificio y compasión. El amor que genera los más altos ideales y que no vacila en sacrificar todo lo material o personal para defender sus sueños y ofrecerlos a sus semejantes. El 33 nos habla del equilibrio de las cualidades morales y espirituales y de hecho, la paz que emana de su persona atrae especialmente a los angustiados o desorientados.
Esto es lo que un poco dice del 33 la ciencia de la numerología. O sea, este numerito, tiene su cuento. Y ahora en Chile se ha transformado en un number one.
Hoy el número 33 es el que la lleva. Está de moda. A pocas horas de conocerse la noticia de que los mineros de Copiapó estaban vivos, apareció en poleras, llaveros, gorros y otros tantos artículos de merchandising. Pero la verdad de la milanesa es que este número siempre ha dado que hablar. Desde el “diga treinta y tres” de los médicos antiguos (esos que incluso hacían domicilio) hasta aquello de “la edad de Cristo”. Algo extraño porque pareciera que Jesús, siempre hubiese tenido solamente 33 años. También antiguas escuelas filosóficas como la masonería, marcan con el 33 el grado máximo al cual pueden ascender sus maestros, siendo éste, el nivel top one de la Orden.
Por todo esto, creo que el 33 es un número especial y es probablemente aún tiene mucho que dar. Por ejemplo, podría instituirse como el número de la suerte de los mineros. Ya tienen a San Lorenzo su propio patrono ¿por qué no tener también un numerito propio? Miles serán sin duda los números 33 que se van a vender en los juegos de azar desde aquí hasta la navidad. Pero sigo. Si jugamos un poco con los números del suceso minero podemos sorprendernos. Fíjese en lo siguiente: fecha del hallazgo 22 (el día) + 8 (el mes) + 2010 (el año). Raya para la suma 33 ¡Bingo! Todo esto sin considerar que el domingo 22 se cumplía la semana 33 del año. Y una última curiosidad, el ministro de minería, el proyect manager del proceso de búsqueda se llama Laurence, es decir Lorenzo. Curioso. Ya muchos hablan de milagros.
Como dijo el sociólogo y columnista Eugenio Tironi, ya se pueden ir desarmando los tinglados que se levantaban por todo Chile para celebrar el Bicentenario. Con lo ocurrido el domingo pasado, la celebración surgida en todo el país, de manera natural, espontánea, alegre y sin intereses, fue en verdad la más precisa y exacta forma de recibir el aniversario de los dos siglos de la patria libre.
La Virgen de los Treinta y Tres es la santa patrona de Uruguay. Si no hubiera sido así, no cabe duda que ya estaría instalada en un cerro de Copiapó. ¿Será posible gestionar un préstamo de uso del nombre? La idea no es mala, solo que hay que mejorarla. Digo yo.