viernes, mayo 13, 2011

La carta del perdón

La publicación del artículo Perdón Perdón, desató las iras de la Comunidad Judía de Chile por la mención que hago de un muy amigo judío que me hizo un préstamo y que yo siempre le reclamaba por la tasa que me cobraba. Esto no le agradó a la Comunidad la que mandó una sentida carta al diario manifestando su molestia. Yo les encontré toda la razón así es que le pedí al director que publicara mi carta de respuesta pidiéndoles perdón. Esta es mi carta publicada:

Iquique, 7 de mayo de 2011

Señor
Caupolicán Márquez Vergara
Director
Diario La Estrella de Iquique
Presente

Agradeceré la publicación de la presente respuesta a la carta del Presidente de la Comunidad Judía de Chile, señor Shai Agosín W. mediante la cual expresó su molestia por la columna de mi autoría, “Perdón , perdón“ publicada en ese diario el día sábado 30 de abril. Al respecto, debo señalar lo siguiente:
1.- Tiene toda la razón el señor presidente de la comunidad Judía al manifestar su molestia, porque desafortunadamente usé expresiones y di ejemplos indebidos. Le pido mis disculpas y por su intermedio a toda la comunidad judía de Chile por este lamentable episodio.
2. Nada más ajeno a mis deseos, interés y forma de pensar que manifestar alguna forma de antisemitismo. Por el contrario, tengo un respeto y un reconocimiento muy profundo por el pueblo judío. Admiro lo que han hecho en las más variadas disciplinas del saber humano. Podría asegurar que debe ser el pueblo que más talentos e inteligencia ha aportado al desarrollo de la sociedad humana. Todas las artes, la investigación científica y tecnológica, las ciencias y en general cualquier área del saber del hombre, siempre tiene un denominador común: un judío está a la cabeza.
3.- Tengo grandes amigos y conocidos entre la colonia judía de la ciudad de Iquique los que pueden dar testimonio de mi aprecio y buenas relaciones con ellos.
4. Mi estilo como columnista, siempre incluye cierto grado de ironía y un poco de humor. Llevo más de 20 años en esto y mis lectores lo conocen y lo entienden. No hay nada personal. Acepto todas las convicciones, las formas de pensar diferentes y soy amante de la libertad y el respeto al ser humano, sin distinción de origen, raza o religión.

Patricio Muñoz Pinto

Perdón Perdón

Publicado en la Estrella de Iquique el 30 de abril de 2011
Los amantes de la música romántica popular coincidirán conmigo en que “perdón”, es una palabra muy utilizada en los boleros. Entre estrofa y estrofa siempre alguien pide perdón por algo que hizo o dejó de hacer. Pero ahora es más frecuente que la petición de perdón venga desde el mundo político, económico, deportivo, social, empresarial o institucional. Surge de todos lados como una epidemia que cada día gana más contagiados. Cada día se suma alguien que necesita pedir perdón por algo.
Lo curioso es que para que exista la necesidad de pedir perdón, antes debió haberse cometido una falta, un pecado, una acción u omisión que produjo daño. Porque el perdón es la fase final de algo anterior. Por lo tanto, mientras más peticiones de perdón hagamos, es porque harto mal, nos habremos portado antes. Porque “amor es nunca tener que pedir perdón”. Sin embargo la proporción de peticiones de perdón y la comisión de pecados es asimétrica. Es mínimo el número de quienes lo hacen y menos públicamente. Que alguien pida perdón es tanto una curiosidad como una noticia, porque la gran mayoría de las faltas no se confiesan y menos se pide perdón por ellas.
La lógica indicaría que entre más grande sea la falta, más “contundente” debiera ser la petición de perdón. Se esperaría una relación equilibrada del perdón y el daño ocasionado. También debiera ser pública y expresada por quien tenga rango calificado. Un perdón de clase mundial, como los del Papa Juan Pablo II. Lo hizo cuando se refirió a los "errores de exceso" condenando la intolerancia y hasta la violencia de la Inquisición. Sobre el Holocausto pidió perdón por las conciencias adormecidas de los cristianos durante el nazismo y la inadecuada resistencia espiritual ante la persecución de los judíos. Pidió disculpas por las Cruzadas las que calificó de erróneas expediciones armadas. También pidió perdón a los pueblos nativos africanos y de los Estados Unidos por los excesos de los misioneros y reconoció que los cristianos estuvieron entre los que más destruyeron la forma de vida de las razas originarias.
En Chile hemos escuchado mucho la palabra perdón en estos días. Lo hizo el cardenal Errázuriz, Ezzati, la ex ministra de Vivienda y la ex intendenta de Concepción. Esto contagia sin duda porque hasta Ollanta Humala se infectó y quería que Chile le pidiera perdón a Perú. También es posible visualizar posibles “perdones” en el horizonte. El de Borgi por ejemplo, si nos va mal en la Copa América y no clasificamos al Mundial. El de la ANFP que pediría perdón por lo de Bielsa.
Para mí el perdón más esperado es el de multas e intereses del SII. Una vez le pedí a un amigo judío que me perdonara la comisión usurera que me cobraba por un escuálido préstamo. Le di razones e incluso le hablé del Yom Kippur (Día del Perdón), por si lo convencía. Fue para peor, me retó y luego me subió la tasa. Mi amigo no tiene perdón de Dios. Ni perdón ni olvido. Digo yo.

Super ocho al banquillo

Publicado en la Estrella de Iquique el 9 de abril de 2011
Desde hace mucho he notado que la legislación chilena tiene un marcado afán normativo y regulatorio. Un propósito de dirigismo estatal que no me agrada porque por convicción y doctrina me declaro un libertario. No me gusta cuando el Estado quiere resolverlo todo, metiéndose en todo y prohibiendo todo.
Pero he advertido también que es cierto que los chilenos somos muy legalistas y nos gusta el control. Estamos convencidos que para poder funcionar bien, todo debe estar en la ley. Siempre se requiere una norma y si no está hay que sacar una ley rápidamente. Luego nos percatamos que aún con ley las cosas no funcionan. Ahí promovemos una nueva ley. Y en eso nos pasamos. Con la tinta aún húmeda del Diario Oficial donde se publicó la nueva ley, ya un grupo de parlamentario está presentando una nueva para los ajustes.
Finalmente nos vamos habituando a cumplir un libreto ciudadano que nos dice lo qué hay que hacer, cuándo y dónde. Desde cómo comportarnos en el estadio, por cuál puerta subir a un bus del Transantiago, en que horario no debemos sacar la basura domiciliaria o qué deben comer los cabros chicos en los colegios en los recreos.
Córtenla señores legisladores. El año pasado algunos tuvieron la ocurrencia de proponer una ley que quería obligarnos a escuchar un porcentaje determinado de música chilena diario, exigiendo a su vez a las radioemisoras un tiempo obligado de emisión. No sé si esta pesadilla prosperó. Si ya fuera ley sería infractor pues no he escuchado ni una tonada.
Todo está o debe estar regulado. Y regular es sinónimo de limitar. Esto me preocupa pues de esta forma no hay espacio para la creatividad y las nuevas ideas. Una verdadera castración de la iniciativa privada. Días pasados un amigo muy católico me decía en el café que hábito de confesión y comunión dominical lo tenía abrumado Había perdido la iniciativa. Se estaba poniendo rutinario, siempre cometiendo los mismos pecados y con la misma persona. El curita ya no le estaba creyendo. ¡Qué lata!
La ley que regula la venta de “comida chatarra” en los colegios, es otra clara muestra de esta tendencia de cercenar la libertad. La norma no va en el sentido correcto, porque si el producto es malo, nocivo o peligroso para la salud, no habría que prohibir su venta sino su fabricación. Si la comida chatarra en general es mala, para qué autorizan las franquicias de MacDonald, Kentuky Fried Chicken , Pizza Huts, y tantas otras. En una sociedad libre, democrática y madura, el ciudadano puede elegir y decidir. Si desea ser gordo o flaco, fumador o no. Soltero o casado, católico, protestante o ateo. Bueno para el copete o abstemio. Macho recio o gay. El Estado no puede prohibir que se venda la comida basura, si antes ya autorizó que se fabrique se importe o distribuya.
Lo peor es que con la nueva ley lo único que se logra, además de castrar la libertad, es que los cabros se inicien en el micro tráfico del superocho y las papas fritas. Claro que lo bueno es que desarrollarían desde chiquititos el espíritu empresarial. Pero hay que reconocer que los niños están obesos y debemos cuidar su salud. Pero no prohibiendo sino con la fórmula de la educación. La culpa no es del lomito de chancho, sino del que le da el afrecho. Digo yo.