martes, diciembre 02, 2014

Yo me rebelo

Publicado en El Longino de Iquique, el 30 de diciembre de 2014.
Con el video “Yo me rebelo” que hizo la UDI, la guerra política se desató, a lo menos en palabras y declaraciones de oficialistas y opositores. Algunos para cuestionar la rebelión y descalificarla por diversas razones, incluso por  innecesaria e histérica y otros, para expresar el derecho a no estar de acuerdo con la forma y el fondo de lo que el gobierno hace o intenta hacer. 
Para entender el sentido y alcance de esto de rebelarse, solo es necesario revisar el pasado. Hay que reconocer que la historia de la humanidad es un constante proceso de rebelión. Ningún pasaje de la historia del hombre ha estado desprovisto de rebeldes. Y creo que no es posible escribir y describir el pasado sin referirse a los episodios de rebeldía que nos han llevado a estar donde estamos. Somos hijos legítimos de las rebeliones y de nuestros rebeldes padres. Y presumo que seguirá siendo igual por siempre.
Si pensamos serena y objetivamente, concordaremos en que los grandes personajes de la historia de la humanidad han sido los rebeldes, sujetos que se han opuesto a un statuo quo y  a la forma de ser, hacer o  pensar de su tiempo. Nadie podrá negar que figuras como Jesús, Gandhi,  Martin Luther King, Carlos Marx,  Che Guevara, Teresa de Calcuta,  Mandela, Galileo, Voltaire, Einstein, Da Vince, Julio César, o el Papa Juan Pablo II y tantos otros, hayan sido en sus tiempos y circunstancias,  definitivamente unos rebeldes. Y lo que hacen los rebeldes, no es más que oponerse a una forma de ser, hacer o pensar existente, ofreciendo una visión, una mirada  diferente. No todos los rebeldes son agentes promotores de la destrucción, el terrorismo o la muerte. Los más son promotores de ideas.   
Lo de la UDI y su rebelde video, es lo natural que debe hacer un partido de oposición: oponerse. Y en este caso, usando una estrategia publicitaria con un video y una idea fuerza.  Y el gobierno enganchó y sobre reaccionó. Aquí se debió hacer lo que muchas artes marciales orientales recomiendan. Aprovechar la fuerza del contrario, para que caiga por su propio impulso. O haciéndole una “verónica” como los españoles en su fiesta taurina o con los “ole, ole, ole” que ahora también se usa en el  fútbol.  Fue muy ingenuo creo, “agarrar papa” con un video. Esto es parte del juego (a  veces muy sucio) de nuestra indispensable democracia.
Hay muchos ejemplos donde los que hoy están en el podio, ayer fueron oposición y rebeldes con y sin causa. Y no solo declararon su rebeldía en acalorados discursos sino que también se fueron a las manos y reconozcámoslo, los más extremistas, no solo tomaron piedras sino que también otros insumos revolucionarios de mayor calibre.    
Es indispensable entender que rebelarse,  en el sentido de no estar de acuerdo con algo o alguien, es la base de todo cambio. Es fundamental que existan puntos de vista diferentes. Nos permite movernos,  salir de una  zona de confort e ir a una de expansión, lugar donde podemos crecer y aprender a ver las cosas de otra manera. Elevar la perspectiva y darnos cuenta que desde arriba,  se ve más y más lejos.
En la vida es fundamental rebelarse. Yo por ejemplo, me rebelo contra la estupidez humana, las ciudades sucias, incultas y poco amigables, las sociedades no tolerantes, los políticos apodícticos, la burocracia pública, el lenguaje coprolálico de la juventud, las murallas rayadas. Pero también tengo algunas rebeldías no publicables ni menos puestas en un video. Que Dios me pille confesado si lo hiciera, digo yo.

De la Peladilla al Bullying

Publicado en El Longino de Iquique, el 23 de diciembre de 2014
Hace algunos años publiqué el artículo “La Peladilla”, refiriéndome a una costumbre que se practicaba como un verdadero ritual iniciático en los colegios de hombres de antaño. Hoy pongo de nuevo en circulación el tema, porque creo que ese particular bautizo  bien pudo haber sido la nefasta inspiración para el actual bullying escolar.
Recordaré detalles de esa crónica señalando en primer lugar, que Peladilla, rima con toda justicia con pesadilla. Los varones afectados con este singular recibimiento escolar lo ratifican. Para los que la padecieron fue una experiencia difícil de olvidar. Ocurría en la vida de los varones entre los 10 y los 13 años y se podía vivir en tres categorías: autor, víctima o simple observador (un eufemismo de cómplice). A pesar de ser una experiencia dura,  no hay evidencias de que este ceremonial dejara secuelas físicas ni psicológicas en las víctimas. Los afectados superaban bien la pubertad y eran ciudadanos normales en la adultez. No se sabe que un “iniciado”, terminara como cliente frecuente de sicólogos o siquiatras ni menos llegara  a ser un adulto con trancas irreversibles.
La indeseada Peladilla, como acto ceremonial se perdió en el tiempo, pero mientras reinó, fue odiada y temida por los escolares pre-adolescentes. Tenía características especiales como su carácter sorpresivo e inesperado, su naturaleza vejatoria casi rayana con la violación y por  la complicidad del silencio. Una vez ocurrida, nadie revelaba nada, ni la víctima ni los victimarios, ni los simples observadores. Una verdadera omertá aseguraba la no revelación.
De esta práctica varonil de los colegios de antaño,  el sabelotodo Google hace singulares descripciones.  Una dice: “broma cruel de muchachos, que consiste en masturbar a la fuerza a uno de sus compañeros”. Otra “broma de muchachos que consiste en bajarle los pantalones a la víctima”. Y en cuanto a “Hacer la Peladilla” nuestro conocido e iquiqueño profesor Campusano  dice que “ “era un juego brusco, sucio y de mal gusto, una entretención exclusivamente de muchachos que consistía en tomar por sorpresa a un chico y entre varios bajarle los pantalones y la ropa interior para proceder a ensuciarle los genitales con todo tipo de mugres, entre las cuales no faltaban la pasta de zapatos y los escupitajos”.
Complementando esto, yo agregaría que se practicaba al inicio de clases de cada año y las víctimas propicias eran  los alumnos nuevos, los de apariencia frágil, los gorditos, los nerds  y los pesados de sangre. El lugar preferido eran los baños y especialmente cuando el elegido se encontraba orinando  o saliendo del WC  aún con los pantalones a media asta. Al fatídico grito  de… Peladiillla…un grupo de muchachos tomaba al sujeto a la fuerza, le bajaba los  pantalones y calzoncillos mientras otros le echaban tierra, escupos, agua, tiza molida o pasta de dientes, en sus zonas púdicas.
Dicen, que actualmente entre futbolistas es frecuente aún “hacer la Peladilla”. Ocurre en los camarines y afecta principalmente a los novatos. Les esconden la ropa cuando vuelven de las duchas y  ahí, entre todos le dan agarrones, pellizcones, nalgadas y tocaciones indebidas.   
Con todo, hoy la Peladilla me parece un juego de niños comprándola con el repudiable Bullying que es físicamente agresivo, torturador, deja huellas psicológicas, involucra a la familia y genera miedo por las amenazas futuras que hace. En estas condiciones, sin duda prefiero a la vieja Peladilla, porque además era por una sola vez,  duraba pocos segundos y no dejaba secuelas. Espero que no. Digo yo.