Publicado en El Longino de Iquique, el 23 de diciembre de 2014
Hace algunos años publiqué el
artículo “La Peladilla”, refiriéndome a una costumbre que se practicaba como un
verdadero ritual iniciático en los colegios de hombres de antaño. Hoy pongo de
nuevo en circulación el tema, porque creo que ese particular bautizo bien pudo haber sido la nefasta inspiración
para el actual bullying escolar.
Recordaré detalles de esa crónica
señalando en primer lugar, que Peladilla, rima con toda justicia con pesadilla.
Los varones afectados con este singular recibimiento escolar lo ratifican. Para
los que la padecieron fue una experiencia difícil de olvidar. Ocurría en la
vida de los varones entre los 10 y los 13 años y se podía vivir en tres
categorías: autor, víctima o simple observador (un eufemismo de cómplice). A
pesar de ser una experiencia dura, no hay
evidencias de que este ceremonial dejara secuelas físicas ni psicológicas en
las víctimas. Los afectados superaban bien la pubertad y eran ciudadanos normales
en la adultez. No se sabe que un “iniciado”, terminara como cliente frecuente
de sicólogos o siquiatras ni menos llegara
a ser un adulto con trancas irreversibles.
La indeseada Peladilla, como acto
ceremonial se perdió en el tiempo, pero mientras reinó, fue odiada y temida por
los escolares pre-adolescentes. Tenía características especiales como su carácter
sorpresivo e inesperado, su naturaleza vejatoria casi rayana con la violación y
por la complicidad del silencio. Una vez
ocurrida, nadie revelaba nada, ni la víctima ni los victimarios, ni los simples
observadores. Una verdadera omertá aseguraba la no revelación.
De esta práctica varonil de los colegios
de antaño, el sabelotodo Google hace singulares
descripciones. Una dice: “broma cruel de
muchachos, que consiste en masturbar a la fuerza a uno de sus compañeros”. Otra
“broma de muchachos que consiste en bajarle los pantalones a la víctima”. Y en
cuanto a “Hacer la Peladilla” nuestro conocido e iquiqueño profesor
Campusano dice que “ “era un juego
brusco, sucio y de mal gusto, una entretención exclusivamente de muchachos que
consistía en tomar por sorpresa a un chico y entre varios bajarle los
pantalones y la ropa interior para proceder a ensuciarle los genitales con todo
tipo de mugres, entre las cuales no faltaban la pasta de zapatos y los escupitajos”.
Complementando esto, yo agregaría
que se practicaba al inicio de clases de cada año y las víctimas propicias eran
los alumnos nuevos, los de apariencia
frágil, los gorditos, los nerds y los pesados
de sangre. El lugar preferido eran los baños y especialmente cuando el elegido
se encontraba orinando o saliendo del
WC aún con los pantalones a media asta. Al
fatídico grito de… Peladiillla…un grupo
de muchachos tomaba al sujeto a la fuerza, le bajaba los pantalones y calzoncillos mientras otros le
echaban tierra, escupos, agua, tiza molida o pasta de dientes, en sus zonas
púdicas.
Dicen, que actualmente entre
futbolistas es frecuente aún “hacer la Peladilla”. Ocurre en los camarines y afecta
principalmente a los novatos. Les esconden la ropa cuando vuelven de las duchas
y ahí, entre todos le dan agarrones,
pellizcones, nalgadas y tocaciones indebidas.
Con todo, hoy la Peladilla me parece
un juego de niños comprándola con el repudiable Bullying que es físicamente agresivo,
torturador, deja huellas psicológicas, involucra a la familia y genera miedo
por las amenazas futuras que hace. En estas condiciones, sin duda prefiero a la
vieja Peladilla, porque además era por una sola vez, duraba pocos segundos y no dejaba secuelas.
Espero que no. Digo yo.
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