lunes, julio 11, 2016

Chilenos chaquetas amarillas

Publicado en marzo de 2016
Puro Chile es tu cielo azulado y amarillas tus carreteras si todos los conductores de vehículos se tuvieran que bajar del auto en un mismo momento por alguna buena o mala razón. Sería como una gran mancha amarilla en las vía concesionadas de todo el país.
Sin duda que lo del chaleco reflectante ha resultado muy sui generis por decirlo de algún modo. No está claro si el motivo tuvo un propósito preventivo o fue  un acto distractivo del gobierno que no ha estado muy acertado en esto de legislar bien y a la primera.  
Lo cierto es que está pasando con la disposición sobre el uso del chaleco reflectante. Desde el 1 de enero de 2016  la norma es  obligatoria y establece que en todos los vehículos se deberá portar un chaleco especial, con el propósito de disminuir los accidentes de tránsito y atropellos de los conductores cuando descienden de los autos.
En principio la norma parece sensata, práctica y preventiva. Sin embargo si se analiza un poco más tanto la operatividad como su  eficacia, tiene fallas de aplicación.  Personalmente me he formulado un conjunto de preguntas que a mi entender la autoridad debe aclarar pues hay confusión. Formulo aquí algunas:
La obligación es portar el chaleco en el vehículo. Pero no en cualquier parte sino donde el conductor pueda tomarlo y desde esa posición supuestamente sentado y con el cinturón de seguridad puesto, “enchalecarse” antes de bajar. Si se baja sin el chaleco e intenta ponérselo fuera del auto es sancionado.
Lo traumático que puede ser esto de ponerse el chaleco, estando sentado, atado con el cinturón de seguridad, en un espacio relativamente pequeño y  sin considerar que pudiera estar además excedido en kilos, es complejo y sobre todo si debe bajarse rápido por una emergencia. Funcionaría, solo si  el conductor viajara ya enchalecado.
Por otro lado, aparentemente la obligación solo la tiene el conductor. Si el que se baja es el acompañante este lo puede hacer por la derecha y sin chaleco. Salvo que insista en bajarse por el lado del chofer, lo que sería raro. Pero lo puede hacer pero con el chaleco puesto lo que no deja de ser exótico. Puesta la indumentaria, puede salir por donde quiera. Incluso por una ventana.  
En emergencias,  cuando deben bajar rápidamente todos los pasajeros, estos salen por donde puedan. Pero se genera un problema con la norma en cuestión, el  último en hacerlo debe ser el conductor a causa de que debería primero soltarse el cinturón de seguridad, luego sacar de la bolsa el chaleco y  finalmente ponérselo.   
Si el propósito del chaleco es evitar atropellos de peatones en la carretera -y me imagino que por extensión en las calles en general-  lo lógico sería que siempre que haya peatones caminando por las vías, estos debieran andar con los chalecos amarillos puestos. Esto sería especialmente válido para las peregrinaciones religiosas (la Tirana, Lo Vásquez, Yumbel, etc.) donde transitan juntos muchos vehículos y miles de devotos y pecadores. Para estos casos debiera exigirse el uso de la casaquilla amarilla. Creo que no solo la fe puede salvar, sino que también los chalecos amarillos reflectantes. Algo similar para los partidos de fútbol de alta convocatoria. Tanto para el acceso como a la salida de los partidos, todos los que transiten por las calles, deberían usar el chaleco de marras. Para las celebraciones en la Plaza Italia en Santiago la misma cosa. Todos los que llegan allí y se van caminando, debieran usar el chaleco.  

Puede  haber excepciones. Y aplicarse el sentido común también, como cuando un conductor debe bajarse del vehículo para hacer un pipí urgente. No importaría  si lo hace con o sin chaleco. Digo yo.   

Chilenos chaquetas amarillas

Publicado en marzo de 2016
Puro Chile es tu cielo azulado y amarillas tus carreteras también, si todos los conductores de vehículos se tuvieran que bajar del auto en un mismo momento por alguna buena o mala razón. Sería como una gran mancha amarilla en las vía concesionadas o no de todo el país.
Sin duda que lo del chaleco reflectante ha resultado muy sui generis por decirlo de algún modo. No está claro si el motivo tuvo un propósito preventivo o fue  un acto distractivo del gobierno que no ha estado muy acertado en esto de legislar bien y a la primera.  
Lo cierto es que está pasando algo raro con la disposición sobre el uso del chaleco reflectante. Desde el 1 de enero de 2016  la norma es  obligatoria y establece que en todos los vehículos se deberá portar un chaleco especial, con el propósito de disminuir los accidentes de tránsito y atropellos de los conductores cuando descienden de los autos. Pero no es cualquier descenso ni cualquier pasajero.
En principio la norma parece sensata, práctica y preventiva. Sin embargo si se analiza un poco más tanto la operatividad como su  eficacia, tiene fallas de aplicación.  Personalmente me he formulado un conjunto de preguntas que a mi entender la autoridad debe aclarar pues hay confusión. Formulo aquí algunas:
La obligación es portar el chaleco en el vehículo. Pero no en cualquier parte sino donde el conductor pueda tomarlo y desde esa posición supuestamente sentado y obviamente con el cinturón de seguridad puesto, “enchalecarse” antes de bajar. No puede, mejor dicho no debe, bajarse sin el chaleco o intentar ponérselo fuera del auto, sería severamente sancionado.
Lo traumático que puede ser esto de ponerse el chaleco estando sentado, atrapado por el cinturón de seguridad, en un espacio relativamente pequeño y  sin considerar que el sujeto pudiera estar además excedido en kilos, es complejo. Y sobre todo si debe bajarse rápido por una emergencia. Esto funcionaría, solo si  el conductor viajara ya enchalecado. Ahí se apreciaría la eficacia. 
Por otro lado, la obligación solo la tiene el conductor. Si el que se baja es el acompañante este lo puede hacer por la derecha y sin chaleco. Salvo que insista en bajarse por el lado del chofer, lo que sería raro. Pero lo puede hacer, siempre que lo haga con el chaleco puesto lo que no deja de ser algo a lo menos exótico. Una vez colocada la indumentaria, puede salir por donde quiera. Incluso por una ventana si quiere.  
En realidad, durante una emergencia, cuando deben bajar rápidamente todos los pasajeros, estos salen por donde puedan. Pero se genera un problema con la norma en cuestión, el  último en hacerlo debe ser el conductor a causa de que debería primero soltarse el cinturón de seguridad, luego sacar de la bolsa el chaleco y  finalmente ponerse el chaleco amarillo pato radiante.    
Si el propósito del chaleco es evitar atropellos de peatones en la carretera -y me imagino que por extensión en las calles en general-  lo lógico sería que siempre que haya peatones caminando por las vías, estos debieran andar con los chalecos amarillos puestos. Esto sería especialmente válido para las peregrinaciones religiosas (la Tirana, Lo Vásquez, Yumbel, etc.) donde transitan juntos muchos vehículos y miles de devotos y pecadores. Para estos casos debiera exigirse el uso de la casaquilla amarilla. Creo que no solo la fe puede salvar al humano, sino que también los chalecos amarillos reflectantes. Algo similar para los partidos de fútbol de alta convocatoria. Tanto para el acceso a los estadios como a la salida de los partidos, todos los que transiten por las calles, deberían usar el chaleco de marras. Y para las celebraciones en la Plaza Italia en Santiago la misma cosa. Todos los que llegan allí y se vayan caminando, debieran usar el chaleco.  

Puede  haber excepciones. Y aplicarse el sentido común también, como cuando un conductor en plena carretera debe bajarse del vehículo para hacer un pipí urgente. No debiera importar  si lo hace con o sin chaleco. Digo yo.   

Mierda, mierda, mierda

Publicada en febrero de 2016
Pido disculpas por el uso tan descarado, expresivo y coprolálico del título de la columna, lo que a muchos podría molestar. No obstante, la comunidad estará de acuerdo conmigo en que en estos tiempos y circunstancias, toda nuestra tradicional cultura (recuerdo aquí que fuimos llamados los ingleses de Sudamérica, no porque habláramos el idioma de Shakespeare, sino por ser educaditos, ordenados, socialmente correctos, organizados, bien hablados y hasta cultos) pero eso ya fue hace bastantes años. Quedó en el pasado y en el olvido.
En la actualidad, la cosa es diametralmente opuesta y en particular en el idioma hablado, aun cuando el escrito va por las mismas.  Hoy, casi todo está permitido en el mundo de la comunicación humana hablada. El “sin censura” ya es un hábito comunicacional y hasta en circunstancias formales, el público, los asistentes, la audiencia pide -casi exige- salirse del protocolo y empezar a hablar indecorosamente.
Yo no peco de cartucho y me considero adaptado al mundo moderno y sus formas de manifestarse, por lo cual he aceptado que el garabato se tomó los escenarios. La televisión ha ayudado mucho a su difusión y aquella triple misión bautismal que tuvo cuanto se creó, me parece hoy tan ingenua que da hasta risa recordarla: “informar, educar y entretener”.  
No obstante este lenguaje sin censura, tenía una cara con dos chapas. Había también –lo que me parecía bastante sospechoso- mucha gente que no decía ni poto. Había sin duda una doble chapa por lo que no se mostraba al chileno tal cual era. Si alguien se daba un martillazo en un dedo lo esperable es que expresara el inevitable ¡chucha!  Por ello, hoy a lo menos nos hemos sincerado.  Concluyo entonces que el garabato ya es un asunto transversal, público, sin distinción de género, multicultural, viral, aceptado y hasta divertido según el contexto.   
Puntualmente respecto de “las mierdas del título”, las quiero sugerir como una necesaria y buena expresión para iniciar este año que según el calendario chino está regido desde el domingo pasado por el Mono. El propósito es, según lo explicaré, que nos vaya bien y no como la Mona.
La idea es repetir el mierda, mierda, mierda, como un mantra. La historia cuenta que antiguamente en París, sólo podían permitirse ir al teatro las personas de la clase aristocrática pudiente, que lo hacían en coches tirados por caballos. Entonces, si en la puerta del teatro había gran cantidad de "mierda", significaba que el teatro estaría lleno, lo que era sinónimo de mucho éxito.  Por eso la gente del espectáculo, especialmente cuando se hace la presentación de estreno, los actores suelen decir antes del inicio, este especial mantra.  Es como una cábala para que todo salga bien. Hay algunas derivadas como darse algunos agarrones de poto también. Todo por cierto, con el propósito de tener suerte con lo que viene. Es una cábala para la buena suerte.
Por eso, quiero hacer una proposición a la ciudadanía, a los chilenos de todo el territorio nacional (incluyendo los extranjeros residentes), que para un momento preciso de un día de esta semana – sugiero el viernes a las 24 horas, repetir al unísono, mierda, mierda, mierda. La idea es que este año nos vaya muy, pero muy bien.  Porque, para que lo vamos a negar, el 2015 es y será por mucho tiempo, un año para olvidar. Nunca en tan poco tiempo se habían cometido tantos desaciertos gubernamentales. Algo inexplicable para un mandato que se cumple en su segunda versión. Estoy por creer aquello de que segundas partes nunca son buenas.
Por eso, los presidenciables Piñera y Lagos debieran pensarlo dos veces antes de tirarse el salto. Podría ser un salto al vacío. Riesgoso, difícil y con altas posibilidades de irse a la mierda. Digo yo.