Publicado en agosto de 2015
Faltan poco más de 14 semanas para
que nos vaya este especial año 2015.
Entre terremotos, aluviones, erupciones volcánicas, reformas estructurales duras,
peleadas y eventos corruptos del lado que nos pidan, los chilenos hemos estado bastante asustados, ajetreados,
sorprendidos y molestos. Salvo el veranito de San Juan de la Copa América, el
resto, como decía uno de los jurados del Mater Chef chileno “una miegda” de año.
Afortunadamente lo que queda de
este especial 2015, creo que se nos pasará en un abrir y cerrar de ojos. Con la
primavera en régimen ya empezaremos a concentrarnos en otros temas. El comercio
nos recuerda Halloween, luego empezará in crescendo la publicidad
de la Teletón que nos invadirá con su mensaje comercial y de sensibilización,
luego la Navidad y el Año Nuevo y entremedio, los partidos de eliminatorias para el próximo
mundial de fútbol en Rusia. Consecuentemente, ya a lo menos en nuestras mentes,
podríamos dar por cerrado este 2015 tan especial.
Y con el 2016 vendrán las vacaciones, el Festival de Viña, el
inicio del año escolar, el pago de las patentes, los impuestos, en fin, lo de siempre. Pero el año próximo tiene una
especial connotación a causa de las elecciones de los alcaldes. Primero, ver si va a funcionar esto de las “primarias”.
Y este es uno de los puntos de mi
preocupación, ya que después de la escandalera de este año 2015, que ha sido el
del destape de la corrupción a causa de la nefasta relación entre el dinero y
los negocios, con personeros involucrados de todos lados y colores políticos,
la oferta del 2016, seguramente debiera ser con caras nuevas. El drama es que
en rigor no habría mucho donde elegir, salvo que fueran los de siempre. Sin
embargo muchos de estos, después de 2015 en que se fueron a negro (por las
platas negras) su retorno es inviable. Han quedado en estado de pecado. En
todas las aristas conocidas: Caval, SQM, Penta, etc., etc., que abarca todo el espectro
político e institucional de la República, hay involucrados personeros públicos,
otrora potenciales candidatos a algo.
Aún cuando pudieran aparecer
candidatos “vírgenes”, sanitos, no
pecadores, ni contaminados (buscando bien es posible encontrarlos) el problema
podría persistir ya que anticipo lo que llamaría “el síndrome de la urna vacía”. Es decir cuando
la ciudadanía sencillamente se queda en
la casa ese día, por ejemplo, viendo el recuento de Sábados Gigantes. Si además en Palacio se incuba la idea de
otro síndrome, en este caso el del “pato cojo”, el capital político recogido no
serviría mucho para apuntalar a los candidatos a alcaldes, diputados, senadores
e incluso el próximo presidente.
Como un conjunto no menor de
políticos tiene sus papeles de antecedentes con observaciones, están en estado
de pecado. Para ellos, pensar en una reelección es una ingenuidad. Por eso creo
y temo, que para futuros comicios electorales muchos vayan a preferir a Don
Francisco. Me preocupa que comience a incubarse un sentido no republicano de hacerle
una verónica a las urnas. Si esto prosperara, estaríamos en un serio problema con
nuestra estructura institucional y democrática. Creo que los honorables en
estado de pecado debieran renunciar luego, ahora ya, y no continuar en la vida pública para darle tiraje a la chimenea.
Para buscar a los mejores prospectos. Esto daría tiempo para preparar los
relevos, barajar el naipe, sacar las cartas marcadas e iniciar un nuevo juego.
Que ojalá no sea el simpático pero poco higiénico y a la vez coprolálico Poto
Sucio. Digo yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario