domingo, mayo 14, 2006

Así va mi nieto

Vicente entre Sinatra y Mozart
A mi nieto Vicente de solo 3 meses de edad , le estoy educando el oído
desde dos vertientes. Por un lado el talentoso Amadeus Mozart y por la otra,
con la voz de Frank Sinatra. Talvés cuando mayor tenga cuestionamientos
de hacia donde va su inclinación musical, pero ahora que puedo influir,
es lo que estoy haciendo. Si la embarro me avisan.

Chile: Un país largo, flaco y con vista al mar



Lo bueno, lo malo y lo feo
(publicado en el semanario Iquiquexpress en su edición del 14 de mayo de 2006)

Hace algunas semanas en el programa de televisión Tolerancia Cero, el sociólogo y escritor Fernando Villegas dijo que Chile era un país penca. Esto produjo escozor, molestia y centenares de chilenos seguramente arriscaron la nariz, sin contar los miles que sin duda pensaron o dijeron irreproducibles coprolalias en contra del audaz opinólogo dominical.
Que un país sea penca, entendiendo por tal, que la masa humana que lo integra, la forma en que se organiza, lo que culturalmente produce, la manera en que se relaciona interna o externamente, está mal hecho, es de dudosa calidad, ambiguo, feo, a medias, en fin, nada como para sacarse un siete. En resumen, hacemos las tareas así no más, como entre Tongoy y Los Vilos. Esto determina que la marca registrada de Chile sería un mediocre cuatro. De esta manera, Villegas tendría razón entonces, seríamos pencas.
Pero las voces se levantaron fuertes y reclamaron argumentando que por el contrario, nuestro país era un cúmulo de gente muy capaz y competente y que éramos lo mejorcito del vecindario y que ya desde el siglo pasado nos llamaban los ingleses de Sudamérica y porque además, teníamos un cuanto hay de “éxitos” , donde no podrían faltar ni el zurdo de Vitacura, el bombardero de la Reina o el Vampiro de Viña del Mar. En el campo de la literatura y las letras, dos premios Nobel garantizan de por vida que somos buenos para el verso y la lira. En el campo de los negocios y la economía…bueno, ahí si que damos cancha tiro y lado. En esa asignatura nos sacamos puros excelentes. Ergo, hemos hecho las tareas bien y tenemos méritos suficientes para que nos pongan puros sietes.
Raya para la suma, las visiones son dicotómicas y extremas. Por un lado están los que piensan que somos pencas y por otra los que creen que somos excelentes.
Particularmente me cargan los extremismos y los extremistas. Creo, objetivamente que a veces somos pencas y otras buenos o muy buenos en lo que hacemos o cómo nos comportamos. Penduleamos desde la nota el 3 al 7, sin mucha vergüenza.
Y esto es lógico y lo esperable, porque este país está lleno de seres humanos (99 % de ellos son chilenos) y los seres humanos somos así, con defectos y virtudes. Con gente que sabe y gente que no sabe, con gente pobre y con gente rica, con gente con estudios y con gente sin estudios, con oportunidades para desarrollarse y sin oportunidades. Y en ese enjambre de casos y situaciones sin duda que también hay gente penca y gente brillante. Hay inteligencia y desinteligencia.
Todo esto hace que finalmente tengamos un país que a veces luzca hermoso, brillante, opaco, triste, exitoso, desarrollado, injusto, prometedor o, como lo está actualmente, rico.
Lo que el país muestre de si mismo, debiera ser por consecuencia la suma de lo que las personas que lo integran son. Por lo tanto, nosotros los ciudadanos chilenos seguimos la suerte del título que se ponga la Nación. Si Chile es un país moderno, los chilenos somos modernos. Si Chile es un país desarrollado, los chilenos somos desarrollados. Si Chile hoy está más rico que nunca, los chilenos estamos más ricos que nunca.
Esto es lo que podría pensarse sin mayor cuestionamiento. Pero en verdad, esa no es la verdad. En este país a pesar de todo persisten muchas cosas feas y malas. No podría ser de otra manera. La trilogía de lo bueno, lo malo y lo feo es ineludible.
Es bueno Chile cuando está ordenado, cuando es democrático, económicamente activo, integrado al mundo, moderno y con sus finanzas en orden. Es malo cuando no se preocupa del medio ambiente, de la educación, de evitar que sus estructuras institucionales sean invadidas por la corrupción o que la droga y la delincuencia se apoderen de las sociedades más desvalidas. Es feo Chile cuando no muestra tolerancia, cuando las desigualdades son abismantes, cuando la educación está crisis, cuando las oportunidades para la gran mayoría no se presentan.
Igual que las personas, todo país tiene un lado bueno, uno malo y otro feo. Lo importante es hacer los esfuerzos para cambiar las proporciones. Que lo bueno pase a muy bueno, lo malo a bueno y lo feo a bello. Hoy, Chile puede hacer un esfuerzo adicional en materia de gasto e inversión social, debido al chorro de dólares que le ha llegado por las ventas de cobre y “sin moverse del escritorio”. Se estima que para este año el superávit sería del orden de los 12 mil millones de dólares. Para que usted lo dimensione, es como unas 10 veces la fortuna de Piñera. En un solo año. Se supone que esto será más o menos igual por dos o tres años.
Desde luego que aquí hay entonces que tomar una decisión de alto nivel y trascendental. Gastar e invertir ahora, arriesgando un poco o mucho el futuro (no se puede saber cómo vendrá la mano en los años siguientes e este veranito de San Juan), o meter la plata debajo del colchón, ponerla en inversiones rentables, achicar las deudas, pagar los intereses, en definitiva, ser cautelosos y previsores, a fin de garantizar que cuando retornen las vacas flacas, no nos pillen con los pantalones abajo. Especialmente porque junto a las vacas, suele venir un toro semental.
La decisión de qué hacer con las platas me motiva a sugerir que se haga una consulta a la ciudadanía, ofreciéndoles diversas opciones de uso, para que se pronuncie. La presidenta, que es muy buena para formar comisiones, podría hacer una con representantes de los diversos sectores políticos, empresariales, sociales y think tank que pululan por doquier, para que hicieran propuestas al respecto. Yo le he escuchado algunas ideas interesantes al gordo Sergio Melnick en Tolerancia Cero, relativas a poner en las regiones, fondos para inversión en desarrollo productivo. A nosotros nos vendría súper bien. Poquita plata pero segura, a la que habría que agregarle las provenientes del royalty minero, para investigación y tecnología. Con toda esa plata extra, podríamos hacer maravillas, especialmente ahora que seguramente seremos región aparte de Arica. Así no tendremos más que repartirnos la pobreza.
Ojalá algo favorable pase. No es grato vivir en un país sin esperanzas. Pero si nada resulta, me conformo pues yo estoy orgulloso con lo que tenemos, un país largo, flaco y con una hermosa vista al mar. Digo yo.

domingo, mayo 07, 2006


Hagamos un asado
(publicado en el semanario Iquiquexpress el 7 de mayo de 2006)
Los argentinos son buenazos para comer carne, especialmente de vacuno. Y tienen cuatro buenas razones. La primera, porque tienen millones de cabezas de ganado. En ese país la cantidad de bestias que hay (las reses) es increíble. La segunda razón es por la calidad del forraje, es decir, el pasto y otras hierbas que rumian todo el día las vacas, es muy bueno y las mantiene sanitas, tiernas y rubicundas. La tercera razón es porque estos animales se pasean por campos interminables y parejitos, sin depresiones geográficas. Argentina, a lo más tiene suaves colinas. Todo ese país es un verdadero campo de golf. En esas condiciones, las vacas y sus familiares, caminan y caminan sin esfuerzo, comiendo y defecando todo el santo día, sin exigirle a los músculos, por eso su carne es blanda y sin nervios. Y la cuarta razón, es que son unos expertos a la hora de preparar un asado.
Debemos reconocer a nuestro pesar, que los chilenitos no tenemos ninguna de las cuatro condiciones anteriores. En Chile hay pocos animales (me estoy refiriendo a las reses), las áreas de pastoreo son pocas, pequeñas y llenas de quebradas y cerros. Y finalmente, la gran mayoría no sabemos preparar un buen asado.
Sí, yo se que muchos lectores a estas alturas del cuento e inspirados en un sentimiento nacionalista o chauvinista talvez, estarán pensando en que soy antichileno, poco patriota, apocado, tirador para abajo, etc. Dirán que a la hora de preparar asados, los chilensis somos tanto o mejor que los argentinos.
No voy a entrar a hacer comparaciones odiosas que lo único que lograrían sería poner en duda las condiciones de “parrilleros” de los hombres de estos países hermanos. En consecuencia me declararé neutral en esta oportunidad.
Tampoco me quiero referir a que esta actividad de preparación del asado, sea una “misión de hombres”. Es de las pocas cosas en las cuales el poder femenino aún no ha llegado. El control remoto de la tele y la preparación del asado, sigue en nuestros dominios afortunadamente.
A pesar de que suele decirse que los porotos identifican a los chilenos, en verdad es el asado el que en mi opinión nos da nuestra identidad. A pesar de que los porotos suenan más y son habituales en las dietas de miles de hogares chilenos, el asado es más democrático y universal.
Es por eso que los chilenos hemos hecho del asado una institución. El asado ha pasado a ser como un símbolo nacional. Y como tal, expresa muchas cosas. De partida se asocia con la amistad. Claro, porque usted no hace asados con los enemigos. Salvo que ya dejen de serlo y se trasformen en amigos. En ese caso se celebra este acontecimiento con un asado por supuesto. De lo anterior se deduce que el asado cumple un papel “reconciliatorio” tras las crisis. Siempre que se hacen las pases, es menester un asado. Es el equivalente a fumar la pipa de la paz de los indios. O la cena de desagravio que se les hace a los políticos cuando los echan de alguna pega o no los reeligen. Esta es posiblemente una de las misiones más recurrentes del asado: celebrar algo.
En centro América y el Caribe cada vez que se quiere celebrar algo, lo principal es tener la música. En Chile, sin asado (y sin copete, socio infaltable) no es posible celebrar nada. Quienes hayan estado en Cuba sabrán que en la isla del Comandante se pueden pasar toda una noche “enfiestados”, solamente bailando y tomando agua con hielo. En nuestro país eso sería un pecado mortal impracticable.
La función celebradora del asado, no tiene límites. Se puede celebrar por un ascenso en la pega, un nombramiento, una pagada de piso, la formación de una sociedad, la compra de la casa, la inauguración de la piscina, el cambio del auto. Incluso la pérdida de la libertad. No me refiero a alguien que se vaya p´a dentro, al chucho, sino quien pierde su soltería.
Para los chilenos socialmente activos, alegres, buena onda, sin rollos (psicológicos) definitivamente los motivos para celebrar son interminables. Y en este campo de las celebraciones, la constante siempre es el asado. Hasta la ingenua y simple frase “anda para la casa para que conversemos” sigue siempre con un “y tiramos algo a la parrilla”.
Meterme en el mundo del fútbol o el tenis, ya sería una exageración. En ambos casos el infaltable asado viene con motivo del triunfo, de la derrota o por el durante el partido. ¿Le suena familiar la frase aquella de “juntémonos a ver el partido y comemos algo". Ese algo siempre es un asado.
Definitivamente la institución del asado es tradicional (todos los domingos, festivos y fiestas de guardar); reiterativo (aunque que se repita todas las semanas, siempre es igual); acomodaticio (se adecua a cualquier tipo de evento, triste o alegre, familiar o social, de término o inicio de algo, a cualquier clima); ritualístico ( hay que cumplir conciertos rituales como la forma de prender el carbón, el corte, la colocación de los aderezos, la colocación de la sal, etc, etc, lo que no está exento de discusiones pues nadie sabe cómo realmente se prepara bien, aún cuando algunos se crean expertos).
Hay que tener claro que la práctica de comer asado como malos de la cabeza cruza transversalmente a la sociedad toda, democráticamente. Comen asado los pobres, la clase media y por cierto los ricos. Como las carnes se clasifican según la calidad con las letras de la palabra V A C U N O, esto hace la diferencia. Los ricos comen asado tipo “V”, que es la buena. Los de clase media comen tipo “C” que es mahoma no más. Y los pobres comen tipo “O” que es como el Orto.
Cuando por causas religiosas, como semana santa, a los chilenos se les priva temporalmente de comer carne, la desesperación es increíble. Esperan con ansias el domingo de ramos para tirar algo a las brasas. He llegado a creer que ese domingo en Chile se come tanta carne como para el 18 de septiembre.
Personalmente en los últimos años he estado comiendo casi pura carne humana. Dejé de comer cadáveres de vacunos, sin embargo admiro un grupo de amigos que tienen todas las semanas un motivo diferente para comerse un asado. Son “los Guardianes de la Parrilla”. Es tanta la carne que comen que a uno se le está poniendo la cara de vaca. A otro le están creciendo excesivamente las pechugas y a un tercero, al más perjudicado, le están saliendo cuernos. Pero siguen comiendo como bestias. ¿Cómo pueden ser tan vacas? Digo yo?