domingo, mayo 07, 2006


Hagamos un asado
(publicado en el semanario Iquiquexpress el 7 de mayo de 2006)
Los argentinos son buenazos para comer carne, especialmente de vacuno. Y tienen cuatro buenas razones. La primera, porque tienen millones de cabezas de ganado. En ese país la cantidad de bestias que hay (las reses) es increíble. La segunda razón es por la calidad del forraje, es decir, el pasto y otras hierbas que rumian todo el día las vacas, es muy bueno y las mantiene sanitas, tiernas y rubicundas. La tercera razón es porque estos animales se pasean por campos interminables y parejitos, sin depresiones geográficas. Argentina, a lo más tiene suaves colinas. Todo ese país es un verdadero campo de golf. En esas condiciones, las vacas y sus familiares, caminan y caminan sin esfuerzo, comiendo y defecando todo el santo día, sin exigirle a los músculos, por eso su carne es blanda y sin nervios. Y la cuarta razón, es que son unos expertos a la hora de preparar un asado.
Debemos reconocer a nuestro pesar, que los chilenitos no tenemos ninguna de las cuatro condiciones anteriores. En Chile hay pocos animales (me estoy refiriendo a las reses), las áreas de pastoreo son pocas, pequeñas y llenas de quebradas y cerros. Y finalmente, la gran mayoría no sabemos preparar un buen asado.
Sí, yo se que muchos lectores a estas alturas del cuento e inspirados en un sentimiento nacionalista o chauvinista talvez, estarán pensando en que soy antichileno, poco patriota, apocado, tirador para abajo, etc. Dirán que a la hora de preparar asados, los chilensis somos tanto o mejor que los argentinos.
No voy a entrar a hacer comparaciones odiosas que lo único que lograrían sería poner en duda las condiciones de “parrilleros” de los hombres de estos países hermanos. En consecuencia me declararé neutral en esta oportunidad.
Tampoco me quiero referir a que esta actividad de preparación del asado, sea una “misión de hombres”. Es de las pocas cosas en las cuales el poder femenino aún no ha llegado. El control remoto de la tele y la preparación del asado, sigue en nuestros dominios afortunadamente.
A pesar de que suele decirse que los porotos identifican a los chilenos, en verdad es el asado el que en mi opinión nos da nuestra identidad. A pesar de que los porotos suenan más y son habituales en las dietas de miles de hogares chilenos, el asado es más democrático y universal.
Es por eso que los chilenos hemos hecho del asado una institución. El asado ha pasado a ser como un símbolo nacional. Y como tal, expresa muchas cosas. De partida se asocia con la amistad. Claro, porque usted no hace asados con los enemigos. Salvo que ya dejen de serlo y se trasformen en amigos. En ese caso se celebra este acontecimiento con un asado por supuesto. De lo anterior se deduce que el asado cumple un papel “reconciliatorio” tras las crisis. Siempre que se hacen las pases, es menester un asado. Es el equivalente a fumar la pipa de la paz de los indios. O la cena de desagravio que se les hace a los políticos cuando los echan de alguna pega o no los reeligen. Esta es posiblemente una de las misiones más recurrentes del asado: celebrar algo.
En centro América y el Caribe cada vez que se quiere celebrar algo, lo principal es tener la música. En Chile, sin asado (y sin copete, socio infaltable) no es posible celebrar nada. Quienes hayan estado en Cuba sabrán que en la isla del Comandante se pueden pasar toda una noche “enfiestados”, solamente bailando y tomando agua con hielo. En nuestro país eso sería un pecado mortal impracticable.
La función celebradora del asado, no tiene límites. Se puede celebrar por un ascenso en la pega, un nombramiento, una pagada de piso, la formación de una sociedad, la compra de la casa, la inauguración de la piscina, el cambio del auto. Incluso la pérdida de la libertad. No me refiero a alguien que se vaya p´a dentro, al chucho, sino quien pierde su soltería.
Para los chilenos socialmente activos, alegres, buena onda, sin rollos (psicológicos) definitivamente los motivos para celebrar son interminables. Y en este campo de las celebraciones, la constante siempre es el asado. Hasta la ingenua y simple frase “anda para la casa para que conversemos” sigue siempre con un “y tiramos algo a la parrilla”.
Meterme en el mundo del fútbol o el tenis, ya sería una exageración. En ambos casos el infaltable asado viene con motivo del triunfo, de la derrota o por el durante el partido. ¿Le suena familiar la frase aquella de “juntémonos a ver el partido y comemos algo". Ese algo siempre es un asado.
Definitivamente la institución del asado es tradicional (todos los domingos, festivos y fiestas de guardar); reiterativo (aunque que se repita todas las semanas, siempre es igual); acomodaticio (se adecua a cualquier tipo de evento, triste o alegre, familiar o social, de término o inicio de algo, a cualquier clima); ritualístico ( hay que cumplir conciertos rituales como la forma de prender el carbón, el corte, la colocación de los aderezos, la colocación de la sal, etc, etc, lo que no está exento de discusiones pues nadie sabe cómo realmente se prepara bien, aún cuando algunos se crean expertos).
Hay que tener claro que la práctica de comer asado como malos de la cabeza cruza transversalmente a la sociedad toda, democráticamente. Comen asado los pobres, la clase media y por cierto los ricos. Como las carnes se clasifican según la calidad con las letras de la palabra V A C U N O, esto hace la diferencia. Los ricos comen asado tipo “V”, que es la buena. Los de clase media comen tipo “C” que es mahoma no más. Y los pobres comen tipo “O” que es como el Orto.
Cuando por causas religiosas, como semana santa, a los chilenos se les priva temporalmente de comer carne, la desesperación es increíble. Esperan con ansias el domingo de ramos para tirar algo a las brasas. He llegado a creer que ese domingo en Chile se come tanta carne como para el 18 de septiembre.
Personalmente en los últimos años he estado comiendo casi pura carne humana. Dejé de comer cadáveres de vacunos, sin embargo admiro un grupo de amigos que tienen todas las semanas un motivo diferente para comerse un asado. Son “los Guardianes de la Parrilla”. Es tanta la carne que comen que a uno se le está poniendo la cara de vaca. A otro le están creciendo excesivamente las pechugas y a un tercero, al más perjudicado, le están saliendo cuernos. Pero siguen comiendo como bestias. ¿Cómo pueden ser tan vacas? Digo yo?

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