domingo, mayo 14, 2006

Chile: Un país largo, flaco y con vista al mar



Lo bueno, lo malo y lo feo
(publicado en el semanario Iquiquexpress en su edición del 14 de mayo de 2006)

Hace algunas semanas en el programa de televisión Tolerancia Cero, el sociólogo y escritor Fernando Villegas dijo que Chile era un país penca. Esto produjo escozor, molestia y centenares de chilenos seguramente arriscaron la nariz, sin contar los miles que sin duda pensaron o dijeron irreproducibles coprolalias en contra del audaz opinólogo dominical.
Que un país sea penca, entendiendo por tal, que la masa humana que lo integra, la forma en que se organiza, lo que culturalmente produce, la manera en que se relaciona interna o externamente, está mal hecho, es de dudosa calidad, ambiguo, feo, a medias, en fin, nada como para sacarse un siete. En resumen, hacemos las tareas así no más, como entre Tongoy y Los Vilos. Esto determina que la marca registrada de Chile sería un mediocre cuatro. De esta manera, Villegas tendría razón entonces, seríamos pencas.
Pero las voces se levantaron fuertes y reclamaron argumentando que por el contrario, nuestro país era un cúmulo de gente muy capaz y competente y que éramos lo mejorcito del vecindario y que ya desde el siglo pasado nos llamaban los ingleses de Sudamérica y porque además, teníamos un cuanto hay de “éxitos” , donde no podrían faltar ni el zurdo de Vitacura, el bombardero de la Reina o el Vampiro de Viña del Mar. En el campo de la literatura y las letras, dos premios Nobel garantizan de por vida que somos buenos para el verso y la lira. En el campo de los negocios y la economía…bueno, ahí si que damos cancha tiro y lado. En esa asignatura nos sacamos puros excelentes. Ergo, hemos hecho las tareas bien y tenemos méritos suficientes para que nos pongan puros sietes.
Raya para la suma, las visiones son dicotómicas y extremas. Por un lado están los que piensan que somos pencas y por otra los que creen que somos excelentes.
Particularmente me cargan los extremismos y los extremistas. Creo, objetivamente que a veces somos pencas y otras buenos o muy buenos en lo que hacemos o cómo nos comportamos. Penduleamos desde la nota el 3 al 7, sin mucha vergüenza.
Y esto es lógico y lo esperable, porque este país está lleno de seres humanos (99 % de ellos son chilenos) y los seres humanos somos así, con defectos y virtudes. Con gente que sabe y gente que no sabe, con gente pobre y con gente rica, con gente con estudios y con gente sin estudios, con oportunidades para desarrollarse y sin oportunidades. Y en ese enjambre de casos y situaciones sin duda que también hay gente penca y gente brillante. Hay inteligencia y desinteligencia.
Todo esto hace que finalmente tengamos un país que a veces luzca hermoso, brillante, opaco, triste, exitoso, desarrollado, injusto, prometedor o, como lo está actualmente, rico.
Lo que el país muestre de si mismo, debiera ser por consecuencia la suma de lo que las personas que lo integran son. Por lo tanto, nosotros los ciudadanos chilenos seguimos la suerte del título que se ponga la Nación. Si Chile es un país moderno, los chilenos somos modernos. Si Chile es un país desarrollado, los chilenos somos desarrollados. Si Chile hoy está más rico que nunca, los chilenos estamos más ricos que nunca.
Esto es lo que podría pensarse sin mayor cuestionamiento. Pero en verdad, esa no es la verdad. En este país a pesar de todo persisten muchas cosas feas y malas. No podría ser de otra manera. La trilogía de lo bueno, lo malo y lo feo es ineludible.
Es bueno Chile cuando está ordenado, cuando es democrático, económicamente activo, integrado al mundo, moderno y con sus finanzas en orden. Es malo cuando no se preocupa del medio ambiente, de la educación, de evitar que sus estructuras institucionales sean invadidas por la corrupción o que la droga y la delincuencia se apoderen de las sociedades más desvalidas. Es feo Chile cuando no muestra tolerancia, cuando las desigualdades son abismantes, cuando la educación está crisis, cuando las oportunidades para la gran mayoría no se presentan.
Igual que las personas, todo país tiene un lado bueno, uno malo y otro feo. Lo importante es hacer los esfuerzos para cambiar las proporciones. Que lo bueno pase a muy bueno, lo malo a bueno y lo feo a bello. Hoy, Chile puede hacer un esfuerzo adicional en materia de gasto e inversión social, debido al chorro de dólares que le ha llegado por las ventas de cobre y “sin moverse del escritorio”. Se estima que para este año el superávit sería del orden de los 12 mil millones de dólares. Para que usted lo dimensione, es como unas 10 veces la fortuna de Piñera. En un solo año. Se supone que esto será más o menos igual por dos o tres años.
Desde luego que aquí hay entonces que tomar una decisión de alto nivel y trascendental. Gastar e invertir ahora, arriesgando un poco o mucho el futuro (no se puede saber cómo vendrá la mano en los años siguientes e este veranito de San Juan), o meter la plata debajo del colchón, ponerla en inversiones rentables, achicar las deudas, pagar los intereses, en definitiva, ser cautelosos y previsores, a fin de garantizar que cuando retornen las vacas flacas, no nos pillen con los pantalones abajo. Especialmente porque junto a las vacas, suele venir un toro semental.
La decisión de qué hacer con las platas me motiva a sugerir que se haga una consulta a la ciudadanía, ofreciéndoles diversas opciones de uso, para que se pronuncie. La presidenta, que es muy buena para formar comisiones, podría hacer una con representantes de los diversos sectores políticos, empresariales, sociales y think tank que pululan por doquier, para que hicieran propuestas al respecto. Yo le he escuchado algunas ideas interesantes al gordo Sergio Melnick en Tolerancia Cero, relativas a poner en las regiones, fondos para inversión en desarrollo productivo. A nosotros nos vendría súper bien. Poquita plata pero segura, a la que habría que agregarle las provenientes del royalty minero, para investigación y tecnología. Con toda esa plata extra, podríamos hacer maravillas, especialmente ahora que seguramente seremos región aparte de Arica. Así no tendremos más que repartirnos la pobreza.
Ojalá algo favorable pase. No es grato vivir en un país sin esperanzas. Pero si nada resulta, me conformo pues yo estoy orgulloso con lo que tenemos, un país largo, flaco y con una hermosa vista al mar. Digo yo.

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