sábado, febrero 26, 2011

Visitas de Verano

(Publicado en La Estrella de Iquique el 27 de Febrero de 1996)
Según se ha dado a conocer por noticias de la prensa, este año como nunca, los veraneantes y turistas hicieron la de Mambrú, se vinieron para el norte. Tanto Viña como La Serena se quejaron porque sus clientes habituales les fueron infieles y por miles prefirieron nuestras playas especialmente las de Iquique.
Me consta, lo viví en carne propia. Este verano tuve la casa llena de parientes y amigos. Nunca pensé que fueran tantos. Cómo se reproduce la raza chilena es asombroso. Los visitantes más vivarachos llegaron cuando aún humeaban los monos quemados del año viejo. Otros, igualmente astutos, le sacaron el máximo de provecho al verano. Se fueron con los niños ya vestidos con los uniformes de colegio.
Que nos visiten los turistas y veraneantes de nuestro propio país o del extranjero es muy bueno porque así la ciudad va creciendo, entran billetes, se desarrollan los servicios, la infraestructura, la hotelería, la gastronomía, aumentan las ventas en Zofri y todo el mundo tiene trabajo. En fin, hasta se alegra la ciudad.
Desde luego que esto no llegó así de repente, ni por obra del espíritu santo. No, no, no. Esto es el resultado de una larga labor y de varios años que han hecho los empresarios del sector turístico. Los Oller, los Delucchi, los Gómez, los Bernales y otros tantos. Este esfuerzo merece todo nuestro reconocimiento.
Naturalmente que a la hora de hacer el recuento final de la pasada por mi casa de tanta gente, me veo en la obligación de preguntarle a la Glorita si habrá evaluado el efecto marginal que en nuestros hogares tuvo tanta campaña de promoción de Iquique.
Tanto a los adultos como a los cabros chicos, parece que el aire costero les abre el apetito, porque comen como contratados. Mis visitas afortunadamente fueron moderadas. Se contentaban con lo que había, no se repetían más de dos veces, ni eran mañosos con las comidas caseras. Por suerte. En todo caso, me pareció verlos más gordos los últimos días antes de irse. Creo que fue un error no haberlos pesado cuando llegaron.
Afortunadamente como yo no soy tan leso, también le saqué provecho a estos recursos humanos adicionales que llegaron a la casa. El pasto nunca había estado más bien mantenido. El auto hasta encerado. Y lo más importante fue cuando convencí al marido de mi cuñada, que la reja de calle ya necesitaba una manito de gato
Le alabé tanto la calidad de su trabajo, que siguió pintando también la subida de la escala al segundo piso y una pared medianera. Esto me recordó un refrán que siempre repetía un tío de Colchagua. “Dile al tonto que es güeno p´al hacha y te tendrá leña pa´toíto el invierno”. Afortunadamente mi concuñado es un hombre súper tranquilo que no se molesta ni se inmuta por nada. A veces pienso que es operado de los nervios.
Por suerte tengo experiencia en recibir gente, tanto en verano como en otras fechas del año y sin estar en el rubro hotelería, residenciales o servicios afines, he aprendido que en esto de las visitas hay que considerar a lo menos tres variables. Lo primero es la frecuencia. Estimo razonable cada dos años. Segundo, la duración. Jamás debe exceder los diez días. Y tercero, la equidad. Es decir, tanto la frecuencia como la cantidad de días, debe ser igual para los parientes de ambos lados. Esto ultimo es súper importante, ya que siempre la cosa como que se carga para el lado de los parientes de la señora. Y no es chiste. Le apuesto que en su caso es así.
El efecto de las visitas se hace notar incluso cuando ya no están. Y es precisamente en treinta días más, cuando comienzan a llegar las cuentas del agua, de la luz y del teléfono. Allí nos volvemos a acordar de ellos.
Pero al margen de bromas, fue realmente muy grato tener a mis parientes en mi casa este verano. No quiero decir con esto que puedan llegar y volver el 97. No, posiblemente para los años bisiestos podría ser lo razonable.
Pero en fin, lo concreto es que este verano habría sido una lata sin mis sobrinos, mis cuñados y demases. Por cierto que no me pareció nada de gracioso el mensaje que me dejó mi parienta antes de irse:
“Cuñadito, lo pasamos regio (era que no). Nos vamos felices y agradecidos. Espero que para nuestra próxima visita, la pieza de alojados tenga tele conectada al cable y que haya resuelto el tema de los cortes de agua. Cariños Pepi”

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola, profe no tenia idea de lo gracioso que era y de lo interesante que es su blog, creo que lo visitare con frecuencia

el decalogo es muy muy bueno xd

su alumno del pasado año

R.P.