(Publicado en el diario El Longino el 18 de noviembre de 2013)
Dicen que escribir no es tan difícil si se usan
algunos trucos sencillos. Uno de ellos es apelar a las “frases hechas”.
Aquellas que la costumbre y tradición las han universalizado. Para probar esto,
haré en esta crónica un uso abusivo del idioma envasado. Dios me pille confesado.
Pero la verdad de la milanesa es que estaba falto de tema para mi columna dominical, así
es que pensé que a falta de pan, buenas son las tortas. Y si no resultaba…bueno,
a otra cosa mariposa. Deseo que los lectores sean los jueces de esta experiencia.
Me arriesgo por cierto a que alguno salga con su domingo siete y me haga pebre.
Pero a lo hecho pecho, ya estoy lanzado
en picada y no voy a tirar el poto para
las moras, ni ahogarme en un vaso de agua.
Soy optimista, siempre lo veo medio lleno, nunca bajo la guardia y como además
soy asertivo, digo las cosas por su nombre, llamo al pan, pan y al vino, vino. Deseo que me conozcan bien y ser como un libro
abierto, no dorarle la píldora a nadie y
claro como el agua. Cruzo los dedos para esta experiencia resulte.
Manos a la obra. Les quiero contar sobre mi preocupación
por el bolsillo de los chilenos. Estamos gastando mucho, casi como país rico. Vamos
para allá, pero aún no lo somos. Espero que el nuevo gobierno no frustre las
expectativas. Pero en fin, como es
previsible, en las próximas fiestas de fin de año se generará una desenfrenada locura consumista que nos va a
costar un ojo de la cara. El tema de los gasta por los regalos es espeluznante.
Además no es solo el tema platas, sino que pocas veces damos en el blanco. No
damos en el clavo, pues en gustos no hay nada escrito. Hay que tener ojo de águila. Y esto pasa hasta en las mejores familias. En todas
partes se cuecen habas sin duda.
Entre pitos y flautas, en diciembre uno se desangra financieramente. Las
tres cuotas precio contado es una trampa mortal. El remedio resulta peor que la
enfermedad y el Pascuero nos pasa la cuenta todo el verano. Salimos del calor
de diciembre para caer en las brazas del fatídico marzo.
Luego, ya en modo reflexión, concluimos que parece que
nos falta un tornillo, que hacemos las cosas a troche moche y por eso, nos salen los tiros por la culata.
Debimos haber hecho vista gorda a los cantos de sirena del retail.
Y viene lo peor, escuchar como pulga en la oreja los
reclamos de la media naranja (que lleva la voz cantante en
casa). La estrategia es pasar piolita, poner cara de póker, no decir ni chus ni
mus, hacer oídos sordos. Luego, jurar de guata que no volverá a meter la pata y
que pondrá más ojo al charqui para el 2014. Por favor, póngase las pilas y no
se golpee dos veces con la misma piedra, digo yo.