La voz de Chile se puede escuchar en stereo a través de todo el territorio nacional. Me he permitido deliberadamente usar el anglicismo “stereo” después del bochornoso resultado a que nos expuso la Universidad de Cambridge que vino a evaluar el conocimiento del inglés de nuestros educandos. El testeo concluyó que tras 12 años de enseñanza, incluidas la reforma de la educación, las extensiones horarias y los mejoramientos del material y dispositivos tecnológicos (hay cursos gratis de inglés por Internet), los egresados de 4º Medio de Chile, salen hablando el idioma de Shakespeare, peor que Tarzán y ligeramente mejor que la mona Chita.
Es lo que hay, como dicen conformistas y pesimistas. Pero lo que hay, no es sólo la voz en stereo de los habitantes de nuestro querido Chile, que, por un lado (el izquierdo o derecho da o mismo pues no es con sentido político) expresa con una voz cultivada, pulcra, fina y alegre, lo bien que se pasa, se vive y se disfruta en el país. En tanto por el otro parlante, se escucha la voz y el sonido de las voces desafinadas, tristes y acongojadas, que lo pasan requete mal. Como resultado de esta polifonía, al tratar de hacer el coro nacional, este pequeño y largo país parecido a una flauta, suena como arpa vieja. Un grupo coral donde no hay armonía, muchos desentonan, otros tantos no se saben la música y no faltan los que regularmente gritan. Y para colmo, el director de la orquesta, para qué les digo el genio que tiene. No se le puede decir ni pío.
Todo lo anterior es respecto de la voz de Chile. Pero hay más. Para colmo, también tenemos visión doble. Efectivamente, al parecer en el ADN chilensis hay un cromosoma o algo raro en el espiral que está medio pifiado, lo que nos produce visión doble y bicolor. Siempre vemos las cosas en dos dimensiones y para colmo, sólo vemos blanco y negro. Unos pocos y muy privilegiados dicen ver el todo color de rosa pero son una insignificante minoría.
Pero esto tampoco es todo. Tenemos también personalidad bipolar. Es decir, cambiamos súbitamente de una posición a otra. Esto se advierte inequívocamente en política y de preferencia durante los períodos electorales. Durante este tiempo, el homus politicus electoratus, “pendula” desde el extremismo de derecha al de izquierda, sin pasar por el centro, mostrando un exclusivo país donde aún no existiendo realmente la izquierda y la derecha, siguen actuando como si existieran. Esto se refleja en una declaración de los de la derecha en contra de los de la izquierda que dice que “el gobierno socialista actual, es el más derechista de los gobiernos de izquierda”. En conclusión, los derechistas son diestros y los izquierdistas son siniestros. Personalidad bipolar y dicotómica.
Pero eso no es todo. El país mismo, en su expresión más auténtica y democrática, se muestra proclive a las bivalencias. Siempre se expresa o toma partido frente a dos posiciones, dos posturas, dos intenciones, dos lecturas. Talvez lo más gráfico sería decir que es un país dividido en dos partes, pero no siempre cada una de ellas con las mismas características, tamaño, y valor que la otra.
Veamos algunos ejemplos para analizar si esto es tan así. Este es el país de las supercarreteras y las vías urbanas (por lo menos en Santiago) más modernas de Sudamérica. Pero también es el país donde las casas se caen con un temblor grado 6, o se derrumban con más de 60 milímetros de lluvia continua. Es el país de las calles de tierra y también de las casas de tierra como las de Huara.
Es la nación de los éxitos macroeconómicos y de los TLC con los países más desarrollados del mundo y también de las 800.000 pymes quebradas y marginadas del proceso productivo. Es el país del senador Lavandero con una justicia clasista y acomodaticia y también la del ladrón pobre que no tiene otra alternativa que purgar con cárcel el robo de una gallina. Es el país de los que roban empresas y de los que roban información. Este es el país donde los bancos logran sus ganancias más fabulosas en los períodos cuando todos le debemos una vela a cada santo.
Este es el país de los que comen filete de primer corte y que representan menos del 3% de los chilenos y los que simplemente no tienen que comer. Este es el país con curas del Opus Dei y de los otros, tipo padre Hurtado. Es el país que muestra cada día en la tele, las minas más ricas (no las de cobre) y también las camboyanas.
Es el país de los pitutos, de los amigos y de los parientes, pero también de los que ingenuamente tratan de entrar y salir por la puerta ancha en todo y que les va mal.
En fin, es el país de los chaqueteros y de los que tiran siempre p´abajo, pero también de los emprendedores como el Conejo de Nueva York o Anita, la Geisha.
Es finalmente un país bien pensado, cuando cree que efectivamente las chilenas son más cuerudas que las argentinas o mal pensado cuando cree que efectivamente Codelco es una caja pagadora de favores políticos de los DC. Un país donde si un tipo compra un auto nuevo el vecino piensa de inmediato: “debe estar robando”. Como suele decirse, lo único malo de este país es que está lleno de chilenos.
Es muy difícil vivir en un país tan extremo (no sólo geográficamente hablando) donde si a uno lo ven, por ejemplo de noche saliendo de un motel con una amiga, seguro que las malas lenguas dirán que es la amante. No hay salud. Digo yo.
Es lo que hay, como dicen conformistas y pesimistas. Pero lo que hay, no es sólo la voz en stereo de los habitantes de nuestro querido Chile, que, por un lado (el izquierdo o derecho da o mismo pues no es con sentido político) expresa con una voz cultivada, pulcra, fina y alegre, lo bien que se pasa, se vive y se disfruta en el país. En tanto por el otro parlante, se escucha la voz y el sonido de las voces desafinadas, tristes y acongojadas, que lo pasan requete mal. Como resultado de esta polifonía, al tratar de hacer el coro nacional, este pequeño y largo país parecido a una flauta, suena como arpa vieja. Un grupo coral donde no hay armonía, muchos desentonan, otros tantos no se saben la música y no faltan los que regularmente gritan. Y para colmo, el director de la orquesta, para qué les digo el genio que tiene. No se le puede decir ni pío.
Todo lo anterior es respecto de la voz de Chile. Pero hay más. Para colmo, también tenemos visión doble. Efectivamente, al parecer en el ADN chilensis hay un cromosoma o algo raro en el espiral que está medio pifiado, lo que nos produce visión doble y bicolor. Siempre vemos las cosas en dos dimensiones y para colmo, sólo vemos blanco y negro. Unos pocos y muy privilegiados dicen ver el todo color de rosa pero son una insignificante minoría.
Pero esto tampoco es todo. Tenemos también personalidad bipolar. Es decir, cambiamos súbitamente de una posición a otra. Esto se advierte inequívocamente en política y de preferencia durante los períodos electorales. Durante este tiempo, el homus politicus electoratus, “pendula” desde el extremismo de derecha al de izquierda, sin pasar por el centro, mostrando un exclusivo país donde aún no existiendo realmente la izquierda y la derecha, siguen actuando como si existieran. Esto se refleja en una declaración de los de la derecha en contra de los de la izquierda que dice que “el gobierno socialista actual, es el más derechista de los gobiernos de izquierda”. En conclusión, los derechistas son diestros y los izquierdistas son siniestros. Personalidad bipolar y dicotómica.
Pero eso no es todo. El país mismo, en su expresión más auténtica y democrática, se muestra proclive a las bivalencias. Siempre se expresa o toma partido frente a dos posiciones, dos posturas, dos intenciones, dos lecturas. Talvez lo más gráfico sería decir que es un país dividido en dos partes, pero no siempre cada una de ellas con las mismas características, tamaño, y valor que la otra.
Veamos algunos ejemplos para analizar si esto es tan así. Este es el país de las supercarreteras y las vías urbanas (por lo menos en Santiago) más modernas de Sudamérica. Pero también es el país donde las casas se caen con un temblor grado 6, o se derrumban con más de 60 milímetros de lluvia continua. Es el país de las calles de tierra y también de las casas de tierra como las de Huara.
Es la nación de los éxitos macroeconómicos y de los TLC con los países más desarrollados del mundo y también de las 800.000 pymes quebradas y marginadas del proceso productivo. Es el país del senador Lavandero con una justicia clasista y acomodaticia y también la del ladrón pobre que no tiene otra alternativa que purgar con cárcel el robo de una gallina. Es el país de los que roban empresas y de los que roban información. Este es el país donde los bancos logran sus ganancias más fabulosas en los períodos cuando todos le debemos una vela a cada santo.
Este es el país de los que comen filete de primer corte y que representan menos del 3% de los chilenos y los que simplemente no tienen que comer. Este es el país con curas del Opus Dei y de los otros, tipo padre Hurtado. Es el país que muestra cada día en la tele, las minas más ricas (no las de cobre) y también las camboyanas.
Es el país de los pitutos, de los amigos y de los parientes, pero también de los que ingenuamente tratan de entrar y salir por la puerta ancha en todo y que les va mal.
En fin, es el país de los chaqueteros y de los que tiran siempre p´abajo, pero también de los emprendedores como el Conejo de Nueva York o Anita, la Geisha.
Es finalmente un país bien pensado, cuando cree que efectivamente las chilenas son más cuerudas que las argentinas o mal pensado cuando cree que efectivamente Codelco es una caja pagadora de favores políticos de los DC. Un país donde si un tipo compra un auto nuevo el vecino piensa de inmediato: “debe estar robando”. Como suele decirse, lo único malo de este país es que está lleno de chilenos.
Es muy difícil vivir en un país tan extremo (no sólo geográficamente hablando) donde si a uno lo ven, por ejemplo de noche saliendo de un motel con una amiga, seguro que las malas lenguas dirán que es la amante. No hay salud. Digo yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario