(columna de Patricio Muñoz , publicada en el semanario Iquiquexpress edición del 29 de octubre de 2005)
No muy contento señor, no muy contento
En mi opinión, el haber pasado de la marca registrada “Padre Hurtado” a “San Alberto Hurtado” es un error de marketing increíble. Cualquier gurú como Kottler u otros, habrían dicho que el plus del Padre Hurtado, con imagen, obras, reconocimientos (nombres de calles, plazas, colegios comunas, universidades) se pierde por la elevación de un ser tan divinamente humano, a la categoría de santo.
A riesgo de parecer hereje, debo manifestar que se ganó una figura de yeso para los templos católicos -que no pasará de ser una alegoría simbólica- pero se perdió la esencia del impulso espiritual de Jesucristo encarnado en un cuerpo humano. Lo siento, pero yo prefería mil veces al Padre Hurtado. El "San Alberto" no me calienta para nada. A lo menos habría que aprovechar que a los Albertos les dicen Titos, para llamarle San Tito. A lo mejor así lo sacamos un poco del Cielo y lo volvemos al mundo terrenal.
En efecto, si de algo se preocupó el jesuita Hurtado Cruchaga fue de los graves problemas de la sociedad, que por mala suerte o lo que sea, siempre afectan a los más pobres. Los ricos se cuidan solos.
Su corto paso por la vida terrestre fue un permanente trabajo por los más desvalidos, los pobres, los enfermos, los ancianos y los trabajadores de las actividades más riesgosas y explotadoras. Por esto la santidad a mi juicio lo saca de contexto y lo pone entre las divinidades, para que se le venere, se le ore y seguramente se le pidan milagros.
Siguiendo el mismo razonamiento del Padre Hurtado que según he leído cada vez que enfrentaba una situación se planteaba la pregunta ¿qué habría hecho Jesús? Lo mismo es válido aquí. ¿Qué habría dicho o hecho el Padre Hurtado en una situación así, en que lo elevan a la categoría de santo?
Habría expresado, me imagino, un rotundo…¡NO! Y con su habitual sinceridad habría agregado: “déjense de bromas, yo no soy más que un sacerdote dedicado a hacer lo que hay que hacer. Lo que predicó Jesucristo. Yo no hago milagros, yo hago cosas concretas”. Sin duda lo que logró no fueron milagros, sino el despertar de las conciencias.
El Padre Hurtado les habría dicho –especialmente a los empleadores que se declaran “católicos, apostólicos y romanos” - sobre el trato a sus trabajadores: “paguen salarios justos, no les roben las imposiciones, ténganles contratos de trabajo, preocúpense de sus familias”. ¡No sean cabrones” (esto lo pongo yo de mi propia inspiración). Humanicen la empresa.
Por eso es que no me gustó para nada lo de la santificación. Perdimos un cura ejemplar y ganamos un santo milagrero. Ya hizo el primero y en Iquique. Logró que el municipio construyera en su memoria, una Plaza en 24 horas frente a la pileta de Cavancha.
Si se recuerda el foro de los candidatos presidenciales de la semana antes pasada, todos coincidieron en que el modelo neoliberal era el malo y que había que pegarle un aggiornamiento, para que sea más equitativo, justo y solidario. Eso es absurdo, por definición el modelo funciona con la lógica del mercado y con empresas cuyo único y exclusivo propósito es el lucro. Peter Drucker lo dijo: pedirle responsabilidad social a una empresa es como pedirle a un edificio que tenga emociones. Las empresas son deshumanizadas, no tienen alma ni corazón. Otra cosa muy diferente son las personas, los dueños, los accionistas, los directorios. Es allí donde están las sensibilidades y posiblemente las emociones.
Y es donde el Padre Hurtado (me resisto a llamarlo Santo) apuntaba sus dardos. Al corazón de los empresarios, a los que tienen el poder. El Hogar de Cristo, es una expresión concreta de lo logrado.
Aunque por lo que voy a decir me vuelvan a excomulgar, estoy convencido que Chile no necesita de santos ni de milagros. Necesita del despertar de los empresarios, que los parlamentarios se preocupen no solo de lo políticamente rentable. Que se inicien acciones concretas para reducir las desigualdades, para modificar las instituciones como las isapres, afpes y otras que ayudan poco a las igualdades, en fin, un cúmulo de realizaciones que implican un cambio severo a los paradigmas, uno de los cuales y seguro el más perverso para muchos , es aquel que dice que “el mercado lo regula todo ”. Frente a tantas cosas que “debe” resolver el mercado, la pregunta es: ¿y lo sabrá el mercado?
Por eso es que muchos creen que contar con un santito es muy bueno para el Chile, pues se va a necesitar de un verdadero milagro para cambiar la mentalidad de los empresarios y los políticos (en rigor los únicos con posibilidades de hacer un cambio profundo en la sociedad y en el modelo, ya que las revoluciones convencionales no son de estos tiempos). Y es aquí donde San Alberto encaja bien y podría hacer lo suyo. Se necesita alguien con coraje y también con una buena cuota de poder extraterrenal para cambiar un sino bíblico.La pega es difícil, habría poco menos que enmendar un mandato divino o al menos cambiarle la interpretación. En Mateo 13.12 se dice: “al que tiene más se le dará y se le hará abundar, pero al que no tiene, hasta lo que no tiene le será quitado” ¡Recórcholis! Según esto, los ricos son y serán los favorecidos y los pobres siempre los perjudicados. En este caso y para esta misión, que duda cabe que San Tito Hurtado podría ayudar y dejar a todos contentos señor, contentos. Digo yo.