(publicado el 16 de junio de 2005 en el semanario Iquiquexpress)
Debo confesar que el tema del idioma me apasiona. Me encanta analizar el comportamiento comunicacional del hombre a través de su palabra escrita y desde luego que también me gusta muchísimo el texto oral (cualquier cacofonía, asonancia o asociación de ideas, corre por cuenta del lector).
El asunto da para mucho por lo cual no es posible asumirlo todo en una columna. Necesitaría mucho más espacio y esto se trasformaría finalmente en un ensayo. Y no estoy aquí para ensayar nada, sino más bien ser muy práctico.
Quiero referirme a expresiones del castellano que me preocupan porque reflejan una carencia seria de los chilenos. Su pobreza idiomática. Según un estudio, un joven egresado de cuarto medio utiliza en su charla cotidiana familiar o social no más de 200 palabras diferentes. Un poquito más que Tarzán cuando está eufórico.
Consecuente con este nivel de pobreza lingüística, el chileno (flojito en este campo) hace un gran esfuerzo además para usar aún menos palabras diferentes, para lo cual hace uso de palabras “comodines”, es decir que sirven de reemplazo de otras tantas.
No me voy a referir aquí a la madre de todas las palabras comodines. Nuestro bien amado “weón” ( escrito con así con "doble v" ahora se ve más moderno y decentito. El weón, como usted lo sabe muy bien y no se me haga el w… sirve para todo. No distingue sexo, raza, condición, partido político, religión, ni nada. Todos, sin excepción y en cualquier circunstancia de la vida son, han sido o serán alguna vez weones (el cambio de género también está aceptado).
Pero no quiero hablar de ello, sino de una derivación, en este caso, de los atributos masculinos que nos diferencian de la especie hembra. Y a partir de ello, ver su incidencia idiomática, para ratificar que la riqueza del castellano nos entrega también la posibilidad de un número incalculable de acepciones a partir de una palabra.
Me refiero por cierto a los “cojones” en su expresión española; “las bolas” en la usanza argentina o simplemente “las pelotas” en la versión criolla.
Aclaro que esto es un análisis idiomático y no tiene ninguna intención sexual subyacente. Y si la tuviera, serían los lectores los que la darían. Yo me lavo las manos ( y otras partes del cuerpo también)
Este atributo masculino (¿debería decir estos?) tiene numerables acepciones según cómo se use, en qué contexto se exprese y qué otras palabras le acompañen. Por ejemplo si va unido del numeral “1” significa costo cero. “Me costó una bola”. La nada misma. Es lo opuesto a me costó un ojo de la cara. Si se usa con el verbo “tener”, indica valentía. Aún cuando si se expresa con admiración puede significar ¡Tiene cojones! Es decir caramba, el tipo se las trae. Si viene con el “poner o apostar”, representa arriesgarse. Esto es, pone las bolas. Se la juega. Se atreve.
También las expresiones cambian según se usen diversos sufijos. No es lo mismo cuando le acompaña la preposición “en” (en pelotas) o las terminaciones “udo” (pelotudo, boludo) o “dez” ( pelotudez) .
Asimismo, lo interesante es también ver cómo los chilenos usamos las pelotas (la expresión) en sus más diversas acepciones lo que le da sentido diferente a cada bola, por así decirlo, algo que los extranjeros que nos visitan no logran entender, porque además hablamos como las pelotas. En este caso equivale a la idea de “hablar mal”. Doy otro ejemplo: en fútbol nos va como las pelotas. ¿Quedó claro verdad? Ojalá me entiendan porque de lo contrario me voy a sentir como las pelotas (mal). Esto lo digo para aclarar el ejemplo.
Cuando algo molesta mucho y es reiterativo puede usarse con toda propiedad: “me tiene las bolas como platillo” lo que constituye una expresión de hastío. En el caso de tener manejada una situación complicada, la expresión inequívoca y precisa es: “lo tengo agarrado de las bolas”. Es el equivalente a “tener el sartén por el mango”.
Si usted es de las personas con raigambre campestre, la expresión: “me fue como las berenjenas”, en reemplazo de la sentencia correcta que sería “me fue como las pelotas” es una variante aceptada y no se objeta en absoluto. Es más se fomenta como parte del patrimonio cultural.
También hay algunas expresiones que no tienen nada que ver con el alcance semántico, onomatopéyico y lingüístico de las pelotas que estamos analizando. Por ejemplo cuando usamos la expresión, “no dar pié con bola”. Esto no significa una patada en el bajo vientre propinada a un varón y que no llegó a destino. Es no achuntarle, no tener éxito en nada.
En grupos, es posible usar la expresión “tropa de pelotudos” para referirse a un grupo más o menos afines y especialmente ociosos. Equivale al tradicional grupo de “weones”, pero como dije, como quiero entrar al sub mundo de los www porque terminaría por hincharles las pelotas (molestar) a mis lectores.
Las expresiones pelotas o bolas, son por lo general de rango masculino, pero las mujeres han hecho uso las pelotas indebidamente. Por eso que una pregunta dicha por una mujer como: ¿me has visto las pelotas? no tiene lógica idiomática ni biológica. Tal vez lo más aceptado para ellas, desde nuestra perspectiva masculina sea el “empelotarse”. Allí tienen chipe libre y se pueden empelotar a piaccere. Esa expresión tan conocida significa sacarse toda la ropa y quedar a potito pelado y como a mi entender no tiene género, creo que las mujeres también se empelotan, lo que no objeto, por el contrario fomento.
Usted podrá juzgar entonces que cada ser humano tiene su propia historia con las pelotas. Nadie podrá negar que alguna vez ha estado empelotado (sin saber algo), que lo ha pasado como las pelotas (muy mal), o que se haya autodeclarado “soy un pelotudo” (tonto, leso, estúpido) que lo hayan tenido agarrado de las bolas (dominado, sometido), que le hayan visto las pelotas (engañado) o que haya tenido que poner las bolas en la mesa (arriesgarse).
Termino este análisis no sin antes pedir disculpas por el temita. Se que a muchos les podrá haber parecido una pelotudez. A todos ellos con todo respeto les digo, que me importa una bola lo que piensen.
Debo confesar que el tema del idioma me apasiona. Me encanta analizar el comportamiento comunicacional del hombre a través de su palabra escrita y desde luego que también me gusta muchísimo el texto oral (cualquier cacofonía, asonancia o asociación de ideas, corre por cuenta del lector).
El asunto da para mucho por lo cual no es posible asumirlo todo en una columna. Necesitaría mucho más espacio y esto se trasformaría finalmente en un ensayo. Y no estoy aquí para ensayar nada, sino más bien ser muy práctico.
Quiero referirme a expresiones del castellano que me preocupan porque reflejan una carencia seria de los chilenos. Su pobreza idiomática. Según un estudio, un joven egresado de cuarto medio utiliza en su charla cotidiana familiar o social no más de 200 palabras diferentes. Un poquito más que Tarzán cuando está eufórico.
Consecuente con este nivel de pobreza lingüística, el chileno (flojito en este campo) hace un gran esfuerzo además para usar aún menos palabras diferentes, para lo cual hace uso de palabras “comodines”, es decir que sirven de reemplazo de otras tantas.
No me voy a referir aquí a la madre de todas las palabras comodines. Nuestro bien amado “weón” ( escrito con así con "doble v" ahora se ve más moderno y decentito. El weón, como usted lo sabe muy bien y no se me haga el w… sirve para todo. No distingue sexo, raza, condición, partido político, religión, ni nada. Todos, sin excepción y en cualquier circunstancia de la vida son, han sido o serán alguna vez weones (el cambio de género también está aceptado).
Pero no quiero hablar de ello, sino de una derivación, en este caso, de los atributos masculinos que nos diferencian de la especie hembra. Y a partir de ello, ver su incidencia idiomática, para ratificar que la riqueza del castellano nos entrega también la posibilidad de un número incalculable de acepciones a partir de una palabra.
Me refiero por cierto a los “cojones” en su expresión española; “las bolas” en la usanza argentina o simplemente “las pelotas” en la versión criolla.
Aclaro que esto es un análisis idiomático y no tiene ninguna intención sexual subyacente. Y si la tuviera, serían los lectores los que la darían. Yo me lavo las manos ( y otras partes del cuerpo también)
Este atributo masculino (¿debería decir estos?) tiene numerables acepciones según cómo se use, en qué contexto se exprese y qué otras palabras le acompañen. Por ejemplo si va unido del numeral “1” significa costo cero. “Me costó una bola”. La nada misma. Es lo opuesto a me costó un ojo de la cara. Si se usa con el verbo “tener”, indica valentía. Aún cuando si se expresa con admiración puede significar ¡Tiene cojones! Es decir caramba, el tipo se las trae. Si viene con el “poner o apostar”, representa arriesgarse. Esto es, pone las bolas. Se la juega. Se atreve.
También las expresiones cambian según se usen diversos sufijos. No es lo mismo cuando le acompaña la preposición “en” (en pelotas) o las terminaciones “udo” (pelotudo, boludo) o “dez” ( pelotudez) .
Asimismo, lo interesante es también ver cómo los chilenos usamos las pelotas (la expresión) en sus más diversas acepciones lo que le da sentido diferente a cada bola, por así decirlo, algo que los extranjeros que nos visitan no logran entender, porque además hablamos como las pelotas. En este caso equivale a la idea de “hablar mal”. Doy otro ejemplo: en fútbol nos va como las pelotas. ¿Quedó claro verdad? Ojalá me entiendan porque de lo contrario me voy a sentir como las pelotas (mal). Esto lo digo para aclarar el ejemplo.
Cuando algo molesta mucho y es reiterativo puede usarse con toda propiedad: “me tiene las bolas como platillo” lo que constituye una expresión de hastío. En el caso de tener manejada una situación complicada, la expresión inequívoca y precisa es: “lo tengo agarrado de las bolas”. Es el equivalente a “tener el sartén por el mango”.
Si usted es de las personas con raigambre campestre, la expresión: “me fue como las berenjenas”, en reemplazo de la sentencia correcta que sería “me fue como las pelotas” es una variante aceptada y no se objeta en absoluto. Es más se fomenta como parte del patrimonio cultural.
También hay algunas expresiones que no tienen nada que ver con el alcance semántico, onomatopéyico y lingüístico de las pelotas que estamos analizando. Por ejemplo cuando usamos la expresión, “no dar pié con bola”. Esto no significa una patada en el bajo vientre propinada a un varón y que no llegó a destino. Es no achuntarle, no tener éxito en nada.
En grupos, es posible usar la expresión “tropa de pelotudos” para referirse a un grupo más o menos afines y especialmente ociosos. Equivale al tradicional grupo de “weones”, pero como dije, como quiero entrar al sub mundo de los www porque terminaría por hincharles las pelotas (molestar) a mis lectores.
Las expresiones pelotas o bolas, son por lo general de rango masculino, pero las mujeres han hecho uso las pelotas indebidamente. Por eso que una pregunta dicha por una mujer como: ¿me has visto las pelotas? no tiene lógica idiomática ni biológica. Tal vez lo más aceptado para ellas, desde nuestra perspectiva masculina sea el “empelotarse”. Allí tienen chipe libre y se pueden empelotar a piaccere. Esa expresión tan conocida significa sacarse toda la ropa y quedar a potito pelado y como a mi entender no tiene género, creo que las mujeres también se empelotan, lo que no objeto, por el contrario fomento.
Usted podrá juzgar entonces que cada ser humano tiene su propia historia con las pelotas. Nadie podrá negar que alguna vez ha estado empelotado (sin saber algo), que lo ha pasado como las pelotas (muy mal), o que se haya autodeclarado “soy un pelotudo” (tonto, leso, estúpido) que lo hayan tenido agarrado de las bolas (dominado, sometido), que le hayan visto las pelotas (engañado) o que haya tenido que poner las bolas en la mesa (arriesgarse).
Termino este análisis no sin antes pedir disculpas por el temita. Se que a muchos les podrá haber parecido una pelotudez. A todos ellos con todo respeto les digo, que me importa una bola lo que piensen.
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