Este año, nuevamente estoy comprometido con la verdad. Esto me obliga a revelar a mis fieles lectores, un secreto muy bien guardado, pero, curiosamente conocido y que por extraña causa, pocos se percatan que son afectados por sus manifestaciones que finalmente marcan sus destinos.
No es una carta astral ni las predicciones de algún “artilugio esotérico” que informe del devenir de los humanos para los próximos años con sus bondades e infortunios. Es un asunto serio, profundo y me atrevería a decir, holístico, pues lo envuelve todo. Nadie queda fuera. Es integrativo, democrático y parte de la cultura de la globalización.
En verdad, este tema ya lo tenía registrado en mi agenda y hoy no hago más que cumplirla. De eso se trata, de la agenda, un plan de acción que se hace para cumplirlo. Si no así, se transforma en letra muerta. Por eso, cuando se ven los más mínimos atisbos de fracaso de una agenda, se hace todo lo posible para resucitarla o de reformular otra agenda rápidamente. Aquí rige el principio básico de: a agenda muerta, agenda puesta. Lo concreto es que no se puede vivir sin agenda.
Esta condición de inmortalidad o en su defecto, resucitamiento continuo de la agenda, la hace casi divina. La agenda, así vista, constituye un sistema regulador permanente de todo lo que pase a nivel planetario.
¿No será mucho? Para nada, la agenda en estos tiempos es como la gasolina de un motor. Es lo que permite que las cosas se muevan, que avancen, que lleguen a destino.
No es una exageración, partamos desde el principio. De la agenda divina, esa lista de tareas que Dios confeccionó cuando creó todo. En el punto uno de su agenda de trabajo el Tata Dios anotó: primer día, hacer los cielos y la tierra y ponerle luz para que haya día y noche. Haciendo corto el cuento, en el penúltimo punto anotó: crear al hombre. Finalmente el día séptimo registró: descansar. Se lo merecía, porque no es fácil crear un mundo en sólo seis días. Hoy, con armas nucleares en manos de tantos locos repartidos sobre la faz de la tierra, posiblemente sea fácil en pocos días destruir el planeta Tierra, parte de su creación.
Copiando o imitando a Dios, los hombres inventaron la agenda. Para muchos un instrumento diabólico tanto más adictivo que las drogas, el sexo, la internet, los negocios, el juego, los viajes, etc. Para otros, es una herramienta indispensable para marcar el rumbo hacia donde caminar, en qué tiempo, cómo y con quien. Estar sin agenda o no ser parte de una agenda, es como andar dando tumbos por la vida. Es ser un paria, un náufrago, un zombi, un lingera, un cero a la izquierda, una sombra en la caverna, una…una mierda.
Aclarada la importancia crítica de la agenda en la vida del hombre y las mujeres (se me olvida esto de la paridad) y teniendo claro lo que significa estar off side de una, hay que entender asimismo que los diversos tipos de agendas que nos rigen tienen efectos y consecuencias diferentes para cada cual.
Por ejemplo, como ciudadano de Chile cada uno de sus habitantes es parte de una Agenda Internacional que confeccionó posiblemente algún poderoso personaje dueño de parte del mundo, que agendó, una reunión con la presidenta Bachelet para en agosto, una invitación a que visite su país en noviembre, a participar en un encuentro de países productores de cobre, a revisar un tema del Consejo de Seguridad de la ONU, firmar un convenio, etc. etc. De lo que ocurra a causa de esa agenda, de las decisiones que se tomen, de los efectos que produzcan, cada cual podrá salir favorecido o perjudicado. En este sentido, usted no maneja su agenda. Es un peón más en el tablero.
Ahora bien, si una agenda es de pocos temas y de plazo breve para ejecutarla, se llama “agenda corta”, de lo contrario es agenda larga, que es sinónimo de mala y eterna. Cuando no es posible acortarlas, se acostumbra a reformularlas. Otra cosa muy importante es saber en qué momento es conveniente usar agenda propia y cuándo la agenda de otro. Esto tiene sus riesgos. Se recordará cuando la presidenta les dijo a los colaboradores de su gabinete que no se arrancaran con los tarros, forma coloquial de decirles que no manejaran agendas propias sino las de la presidencia. Su inobservancia les costó a algunos la pega. Salieron de la agenda presidencial y de la Moneda.
La lista de agendas es interminable, las hay de todo tipo, en cada lugar y para el lado que se mire. Los estudiantes tienen agendas, los transportistas tienen agendas, los diputados tienen agendas, los senadores tiene agenda, la intendenta tiene agenda, la iglesia tiene agenda. Hay agendas sociales, políticas, pendientes, olvidadas, por elaborar, con y sin exclusiones, perdidas, incluso agendas que nacen muertas o mueren en el camino. También son conocidas las agendas sobre economía, energía, educación, concesiones, delincuencia, relaciones exteriores. Y en cuanto a países, hay agenda con todos y cada una de las naciones del planeta. La con Bolivia, por ejemplo, es una Agenda sin exclusiones. Bueno…decir con todos los países del mundo podría ser una exageración ya que posiblemente con Burkina Faso no tengamos agenda (¿o la tendremos?).
Lo que quiero enfatizar y concluir, es que los seres humanos (chilenos y chilenas incluidas) somos víctimas o favorecidos del “sistema agendático”, un invento de origen divino que, según algunos nos fregó la iniciativa y la creatividad. Otos piensan sin embargo, que sin agenda no se llega nunca a donde no se sabe que se quiere llegar. Gracias a la agenda se hace y se cumple lo programado y lo prometido. Si un plan, estaríamos siempre pillándonos la cola. Dejo a cada cual que concluya si es bueno o malo tener agenda, apegarse estrictamente a una, o vivir libres como algunos pájaros.
Finalmente les cuento que tengo una amiga que goza como china con las agendas. No puede vivir sin ellas, las disfruta a concho. Y su filosofía es muy simple, le da lo mismo si son cortas o son largas, lo que le gusta es que sean duras. Oh my God.
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