Hace tiempo que no me sentaba frente al computador para practicar mi ocio favorito. Escribir sobre lo humano y lo divino de la cotidianidad. En verdad había estado voluntariamente “submarineado”, metido en mis cavilaciones singulares. En mi mundillo propio. No puedo negar que estuve un tiempo achacado por el affaire que tuve con los israelitas, por un asunto que yo califico de meramente “lingüístico”. No tuve derecho “al debido proceso”, algo que hasta los delincuentes, terroristas, pedófilos y demases tienen garantizado.
Pero en fin, se entendió mal lo que dije, se interpretó peor y se reaccionó fatal. Eso es una muestra más de las fallas que presenta la comunicación humana, especialmente en la parte relativa a la comprensión. Esto me inspira a conversar hoy sobre el lenguaje.
Los humanos somos seres lingüísticos. Todo lo que hacemos es mediante el lenguaje. Nada ocurre en la humanidad sin que esté presente esta expresión del hombre. Todo lo hecho es producto del lenguaje. Todo lo que se hará y surja del constructo humano, será por el lenguaje, entendiéndolo por cierto en su sentido más amplio: verbal, no verbal y emocional.
¿No será como mucho, Lucho? Me he convencido que no es mucho Lucho. Y trataré de explicarlo bien consciente de que los chilenos somos bastante malos para entender lo que leemos. Lo explicaré con peras y manzanas, porque en asuntos de frutas, los chilenos calificamos dentro de América del sur.
Somos lo que decimos. Esto significa que según sea lo que expresemos, entregamos el perfil de lo que somos. Nos construimos a través de lo que decimos y hacemos. Si digo que soy honesto, justo y tolerante, la gente filtra el dato, lo procesa y lo valida o no. Si lo aprueba, el perfil vale. Si no pasa, reconstruimos otra imagen, la que nos puede a llevar a definirlo como mentiroso, imaginativo o abusivo. En ambos casos es la misma persona pero con dos imágenes. La que se tiene de sí mismo y la que ven los demás. La que predomina es la que construyen los otros. Ergo, nunca somos lo que mostramos, sino lo que los demás interpretan según actuamos.
Espero que hayan funcionado las peras. Paso ahora a explicar con manzanas -que ya es para más avezados- lo que nuestro lenguaje expresa verdaderamente cuando hablamos. Esto es lo que se puede leer entrelíneas, como la letra chica de los contratos de las Isapres. Aquí es cuando aquello de que “el lenguaje no es inocente” alcanza su clímax. Para comprenderlo, usted debe saber que la comunicación humana puede tener a lo menos cinco tipos de manifestaciones: afirmaciones, promesas, peticiones, declaraciones y ofrecimientos. Ese es el camino que transitan todas nuestras comunicaciones. En eso nos pasamos todo el día… y la vida.
El lenguaje verbal no es inocente significa que cuando lo hacemos nos comprometemos de una forma u otra y que toda expresión tiene eficacia en la medida que modifica la realidad. Si digo “Zofri es un instrumento de desarrollo regional” y “ Zofri es el instrumento de desarrollo regional más importante de últimos 40 años”. Se ven parecidas. Ambas atribuyen propiedades a Zofri, la única diferencia es de contenido. La primera la define : instrumento de desarrollo regional”. La segunda la califica: el instrumento más importante. Lo mismo sucede cuando hablamos de las personas: Fulano de Tal “es candidato a Alcalde” y Fulano de Tal “es un muy buen candidato a Alcalde”. Parecieran lo mismo, pero no es así, pues en la primera solo nos remitimos a hechos y en la segunda a juicios de valor. Durante siglos hemos tratado estos enunciados de manera similar y es por eso que se arma el conflicto interpretativo.
Esto se traspasa a nuestra vida diaria y está presente en todo los dominios, en las relaciones laborales, en la forma en que escuchamos las noticias, en la interpretación de los discursos políticos, en las ofertas electorales, en las promesas de cambios estructurales a la educación a la justicia, a la discriminación, al modelo económico y así suma y sigue.
Ahora que ya estamos en tierra derecha de la carrera electoral es bueno entender bien lo que dicen los políticos, para reconocer lo que su lenguaje expresa. Recomiendo afinar los sentidos. Si el candidato de sus amores dice por ejemplo, que luchará por un Chile seguro, Ud. tiene el legítimo derecho a preguntarle si es una promesa, una afirmación o un compromiso. Lo más probable es que sea una inocua declaración con menos respaldo que un puff. Digo yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario