Entre viejo y nuevo prefiero nuevo. Entre juventud y vejez elijo juventud. Pensar así me rejuvenece y lo considero consustancial al sentido de la vida. Todo debe ir hacia adelante.
La vieja
frase “todo tiempo pasado fue mejor”, no la comparto para nada. Estoy
convencido que el futuro será mucho mejor que el pasado. Incluso el presente lo considero muchísimo mejor. Creo
que nunca en su historia, el homo sapiens
lo había pasado mejor. Nunca había
disfrutado tanto. A pesar de lo que se diga del padecimiento en este mundo
contaminado, frenético, injusto, materialista, impúdico, bélico, inconsciente,
consumista, sin valores y todo lo que quiera agregarse al diagnóstico,
finalmente la gente en general, lo está pasando bien. O a lo menos, lo está
pasando bastante menos mal que antes.
Para aclarar
la idea, recomiendo la película Medianoche en París de Woody Allen, donde el protagonista estando en la Ciudad Luz
viaja al pasado, a la belle epoque, con la convicción de que ese período era lo mejor de todos los tiempos.
Sin embargo, rápidamente descubre que allí también hay quienes no son felices y
que añoran ir más atrás en el tiempo porque creen que hay en el pasado una
época donde verdaderamente se es feliz. Y así sucesivamente viaja varias épocas
y nunca encuentra algo mejor que el presente.
Ahora que estamos
próximos al recambio de liderazgo en la conducción de la Patria, me preocupa la
mirada hacia atrás que tienen algunos miembros del conglomerado opositor.
Pareciera que quieren conducir con la mirada
puesta en el espejo retrovisor. Es extraño, esta visión en reversa, en un mundo
moderno donde el futuro, que es lo que viene, ofrece tanto. Es casi un acto contra
natura. Un proceso degenerativo que podría llamarse con toda propiedad “el regreso de la vieja política”.
Pero no solo
eso, me preocupa que vuelva tanto la
vieja política, como la política vieja. E igualmente me repugna la idea de que
vuelvan los viejos y las viejas políticas, los viejos empresarios, las viejas
prácticas, las viejas martingalas, arreglines y contubernios. Tampoco quiero
que vuelva la vieja Corfo, los viejos
sindicalistas nacionalizadores de todo, los malos empleados públicos
administrando viejos hoteles, o construyendo hospitales para reemplazar los
viejos. Menos, que vuelvan los viejitos
y viejitas haciendo denigrantes colas en el viejo Seguro Obrero para cobrar una
miserable pensión.
Dejemos que lo
viejo descanse en paz. Ya tuvo su oportunidad, hoy necesitamos no solo el cambio de manada, sino
entregarle las riendas a quienes tienen las ideas nuevas, son innovadores, creativos, saben leer los códigos modernos y
no tienen traumas del pasado. Estupidez es hacer lo mismo de siempre y esperar
resultados diferentes. Digo yo.
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