(Publicado por la revista KILOMETROCERO , edición de septiembre de 2013)
Si ya eras un ciudadano adulto y sobreviviste la crisis del gobierno de la Unidad Popular, luego pasaste las restricciones del gobierno militar, posteriormente reaprendiste a estar en democracia durante los cuatro lustros de la Concertación y ahora vives el diestro gobierno del zurdo Piñera, tienes la edad suficiente como para entender esta crónica. Los menores de ese rango de edad poco podrían entenderla pues no tienen todo tu carrete vivencial.
Pero antes de seguir, confesaré
un secreto. Esta introducción no fue más
que un truco para de llamar la atención
sobre otro tema y que dice relación con la motivación que las personas
de este tiempo pueden tener para sentirse que “están”, que se sienten
presentes y vivos. Capaces de recargarse, de reinventarse, como se dice ahora. Esa capacidad de ponerle
algo especial a sus vidas, independientemente de los gobiernos, las
circunstancias y las alineaciones planetarias. En definitiva, las motivaciones y
acciones de las personas para sentirse o
no felices. A pesar de todo lo malo que se diga del momento actual, sea o no verdadero,
hay mucha gente en el aquí y el ahora, que
sabe ser feliz y muy feliz. Esto me ha estimulado a escribir al respecto.
Hace poco tiempo, a un grupo
numeroso de personas en un uditorio le pedí que levantaran la mano (el brazo
en realidad) si se declaraban felices. Me pareció que todos levantaron la mano,
pero para verificarlo, pedí que se pusieran de pie los “infelices”. Nadie,
absolutamente nadie se paró. El 100% de los asistentes se reconocían felices.
Creo que si hiciéramos este
ejercicio en cualquier auditorio de Chile probablemente el resultado sería el mismo. Los
chilenos nos declaramos felices. Pero en público, porque en privado o en
círculos más pequeños, decimos lo que
posiblemente sea la dura verdad: que somos “no tan felices e incluso infelices”.
Lo que he
observado también es que los felices se muestran poco. Creo que nunca he visto marchas
de este tipo. La gente prefiere no decir que es feliz. Como que le da vergüenza
mostrarse como felices. Es más propio y frecuente ver los no felices por algo.
Estos se expresan a cada rato, por cualquier rincón del país y multitudinariamente.
No se si sea
por masoquismo, pero cuando se juntan los “no felices” lloran sus desgracias y rápidamente aparece
la larga lista de causas o culpables de sus desdichas: el gobierno, el modelo
económico, la dictadura, el mercado, los empresarios, la educación, la mala
suerte, el precio del cobre, el lucro de la educación, los políticos, el sueldo
mínimo, la centralización, la colusión de las farmacias, la letra chica, las
Isapres y AFP´s la contaminación, la selección de fútbol, Obama, el rey de España,
o la economía griega. Siempre debe haber un culpable o una causa culpable. Por
cierto nunca lo es quien ven todos los días en el espejo.
Afortunadamente
estos “infelices” tienen el derecho por cierto a llegar a ser felices. Sin
embargo la inmensa mayoría, por no decir todos, creen que esto ocurrirá cuando sucedan
eventos salvadores tales como: se ganen el Kino, cambie el gobierno, se
reemplace el modelo económico, se nacionalicen las riquezas naturales, la
educación sea gratuita, Chile sea
finalista en el mundial de Brasil, no se construyan represas, el sueldo mínimo iguale
al ético, etc., etc. O cuando logre
expectativas personales como: cuando me titule, cuando haga ese esperado viaje,
cuando tenga mi propia casa, cuando nazca mi hijo, cuando me case, cuando
consiga ese empleo, cuando sea mayor de edad, cuando me asciendan, cuando salga
de Dicom, etc. etc.
Lo que pueden
no saber los infelices y que saben los felices, es que la ansiada felicidad no está es desear
cosas o logros como metas o objetivos finales. La felicidad no está al final
del recorrido como la olla de oro al final del arcoíris. La felicidad para los
felices es en rigor un estado emocional independiente de lo que pase fuera de cada
cual. Está dentro de uno y gran parte de la capacidad de ser feliz pasa por un
cambio de actitud, por tener una mirada y un comportamiento diferente, una
sensibilidad frente a lo importante y sobre todo darse cuenta que las cosas que
más felices hacen a los seres humanos no están a la venta. ¡¡Son gratis!!
Es gratis un
amanecer, una puesta de sol, una playa con gaviotas, la sonrisa de los padres
por nuestra visita, un encuentro entre amigos, un abrazo de año nuevo, una
palabra de apoyo, soplar las velas de una torta. Felicidad es el camino que se recorre
día a día con la mirada atenta, con una sonrisa en el rostro y los brazos abiertos.
Si puede ver
el mundo así, sentirlo y vivirlo, tiene la membrecía del club de clase mundial de
los humanos que son felices. Y siendo así, se termina siendo adicto a la
felicidad y se crea un círculo virtuoso.
Sin duda la
felicidad es el camino, digo yo (bueno…también lo dijo Buda hace 2.500
años).
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