Siempre existirá algo nuevo a lo
que debamos enfrentarnos pues es una constante y fase ineludible del desarrollo
humano. En la actualidad el avance de la ciencia y la tecnología hace más
evidente que enfrentar lo nuevo es inevitable e imprescindible. Y además,
acelerado e interminable. Antes, para
asimilar un cambio, había más tiempo para el proceso de aprendizaje
y adaptación. Los cambios se sucedían entre lapsos mayores, había tiempo para internalizarlos,
tomar conciencia de ellos y disfrutarlos. Hoy la inmediatez es una forma de
vida la que gústenos o no, debemos enfrentar y aceptar pues el vertiginoso
cambio es una constante paradójica:
llegó para quedarse.
Y siendo ésta, una característica
de este fugaz presente, como asimismo la urgencia y el estar siempre en todo
momento y lugar, cada día queremos estar más conectados, más informados, más
comunicados, más involucrados de lo que pasa no solo en nuestro círculo más
estrecho como la familia, sino de la familia expandida: todo el mundo.
La tecnología ha venido a
satisfacer esa necesidad del humano del siglo XXI. Ya existen los medios para
estar conectamos en todo momento y por
cualquier circunstancia. Estamos a un solo “clik o un enter” de lo que ayer no habríamos
imaginado. Vivimos en un constante zapping, de aquí para allá y de allá para
otro lugar, saltando por la red con un solo toque en la superficie del aparato
tecnológico. Este roce se conoce con el nombre técnico de touch, se pronuncia
tach y es lo que en lenguaje popular podría ser una suerte de “pasadita a lo
pintor”: suave, precisa, pero efectiva.
Reconozco mi rebeldía pues me había
mantenido bastante reticente de involucrarme al cambio tecnológico “duro”. Me había quedado en lo básico: correo
electrónico y aplicaciones (procesador de texto, excell, power point, etc.)
Luego incursioné en Skype, Blogs, y resistí
con éxito los cantos de sirenas del
Youtube, Twitter, Face time, “guasap”
y otros. Pero confieso que la carne es débil y ya soy uno más de esta
monstruosa cofradía universal. Pero por cierto que soy un muy mal usuario, pero
estoy.
Claro que esto ha tenido un costo. Mi
libertad - el más preciado de mis principios. Como necesito seguir en el mundo,
conversar con mis hijos, con mis nietos, con mis alumnos de la universidad, con
mis asistidos de coaching, en fin. Si no lo hacía, podía quedar aislado y no ver
el nuevo mundo pasar por mi lado. Así es que ahora hasta abrí una cuenta en
Twitter y espero seguir a muy pocos y no tener seguidores. Estoy por estar, es para
mi up grade personal. Perdón por la
franqueza, pero este año una vez más estoy comprometido con la verdad. Anticipo que no seré un buen comunicador por estos medios, no puedo exponer con medio mundo lo que hago, con quien lo hago y a qué hora lo hago. Tengo que cuidarme, digo
yo.