Publicado en el diario El Longino de Iquique, el 9 de marzo de 2014
En estos días, no solo el Presidente de la República está preparando la entrega del cargo que ha desempeñado por cuatro años, sino que también se vive un frenético trabajo en todo el sector público donde miles de jefes de algo, están preparándose para traspasar sus respectivas “bandas presidenciales” . Y estos miles de funcionarios se despiden tras cuatro años de ocupar los principales cargos de autoridad del sector público, es una rutina periódica que corresponde al recambio de los equipos a causa del término de un gobierno y comienzo de otro. Esto se ha empezado a establecerse como una experiencia republicana. Me parece muy sano y saludable que se entregue la casa limpia, con todo en orden y los papeles al día. A pesar de eso, -lo que ya también parece una costumbre republicana- es que tras recibirse la morada, empieza de inmediato el período de las objeciones. Es una luna de miel brevísima. Faltan papeles, no cuadran las cifras y de inmediato la declaración …”haremos una auditoría”. No es que sea mal pensado pero para mí esto es el posible primer pituto para una empresa del nuevo grupo al poder.
La misma rutina ocurre con la entrega del poder en los niveles intermedios y bajos, porque existen diversas categorías de jefes
(jefes propiamente tal, jefazos, medios jefes, jefecillos y clase menores, donde
se cumple el ritual del “chao jefe” pero sin tanto protocolo. La ceremonia no
reviste las mismas solemnidades de la entrega como el de las altas esferas del
poder. Es más a veces los jefes se van
antes y dejan todo para que un segundo asuma la responsabilidad. Hay de todo en
la viña del señor Portales.
Algo anecdótico ocurre los días previos a la entrega del
poder en los incluidos en el nivel C2 (jefes de divisiones, departamentos, secciones,
unidades, oficinas). Se empiezan a advertir varias señales
como la aparición por las dependencias públicas, gente desconocida, rostros no
familiares, en actitud observadora. Mirando las oficinas, los muebles y especialmente la calidad del sillón del
escritorio. Caminan lento pero con trancos regulares sí como midiendo la
superficie. Es como una vista a un depto. Piloto de un edificio. También es
corriente notar que aquel funcionario del gobierno anterior que en los últimos
cuatro años estuvo en la “huesera”, léase una oficinita oscura al final del pasillo,
después del triunfo de la ex chica ONU, empezó a recibir muchas visitas (signo
inequívoco que al tipo de marras, le vienen tiempos mejores). Ahora por el tipo
de público que atiende, todas sus reuniones son a puerta cerrada. Estos signos
son muy reveladores, además de que las visitas tienen una cara de operadores
políticos que no se la pueden.
Yo creo que despedirse del jefe tiene su lado bueno y su lado
malo. Y todo habrá dependido de cómo fue la relación entre jefe y subordinado. Hay
muy buenos jefes qué duda cabe, comprensivos, saben mandar, integran, confían,
delegan, conocen lo suyo, enseñan y respetan. Pero también hay otros muy malos
que son autoritarios, ofensivos,
gritones, groseros, déspotas y hasta pueden ser odiados. Es una lotería, yo espero que en esta pasada
a todos les toque un excelente jefe. Independientemente de su pensamiento
políticos, aún cuando es diferente en cada caso. Si le toca un jefe del PPD (el dependiente debe pensar PPD)
si es un DC (el subordinado debe ser ambiguo, poco claro, acomodaticio) Y si le
llega a tocar un PC (el suche debe ser sumiso y acatar todo lo que le mande el
jefe, no discutir nunca y no pronunciar
palabras como empresa, mercado, consumo
o educación privada.). Si es PS, (debe ser ofensivo, irónico y mala onda como
Andrade).
Afortunadamente yo soy mi propio jefe y no tengo que entregarle
cargos a nadie. Sin embargo hoy le digo “chao jefe” a Piñera, ejefe de la
Nación. Y le digo que su gobierno fue muy bueno, posiblemente el mejor de muchísimos
años. La Historia será la encargada de hacerle justicia. Chao jefe y ojalá
vuelva para el 2017, Chile lo necesita. Digo yo.
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