Publicado en El Longino de Iquique, edición domingo 5 abril 2015
¿Será Chile un país desastroso o un desastre como país?
Cualquiera sea la respuesta lo concreto es que ya estamos
acostumbrados a que desastres y
calamidades graves nos ocurran con inusitada frecuencia. Y también a que sigamos aprendiendo
cómo enfrentarlas, aún cuando no siempre logremos el éxito que quisiéramos.
En la región de Atacama de hoy, se aprecia
la catástrofe ocasionada por la naturaleza , como también, la falta de prevención de
la obra humana tal como la confusión y falta de un plan concreto de
contingencia para las horas críticas post desastre. Da la impresión que
fuéramos primerizos en esto y que no están las personas o las organizaciones que debieran
estar o que sin embargo están algunos que no debieran. Así, se pueden observar servicios
públicos colaborando en misiones que no
les son propias y más aún, para las cuales
no están preparados. Un sistema público con instituciones para atender solo situaciones
“normales”, o a lo más especiales, pero jamás para crisis severas y de contingencia.
Por eso, en estado de catástrofe, no sirve mucho la Onemi con su rol principalmente
de coordinación. Creo que los post desastres deben ser
enfrentados con los que saben, que pueden y que tienen la experticia.
Teniendo Chile un copioso currículo de país
desastroso, yo tengo una propuesta cuya lógica me parece aceptable. ¡Habría que
llamar a la caballería! Esto es, entregar a las Fuerzas Armadas, todo el manejo de la fase crítica de los post
terremotos-inundaciones - catástrofes.
Esta propuesta que a muchos les
puede erizar los cabellos, tiene asidero en la experiencia vivida en las últimas catástrofes, donde no aprecio que
hayamos sido eficientes por cuanto seguimos pegados al modelito centralizado público.
Con tantos casos en nuestra historia catastrófica, ya debiéramos ser expertos en enfrentar con éxito y eficacia
las horas inmediatamente siguientes a terremotos, incendios, inundaciones, aluviones,
avalanchas, erupciones volcánicas, tsunamis, marejadas y otras expresiones de
similar calificación.
Las Fuerzas Armadas están preparadas
para situaciones de defensa, de guerra y de post guerra. Por ello, estarían
calificadas para hacerse cargo del operativo de los momentos siguientes al de la
catástrofe. Disponen de la capacidad para poner de pié
lo básico y a brevísimo plazo, usando la misma lógica que emplearían para atender
una situación de postguerra real. Atender y resolver de inmediato la situación de heridos,
fallecidos, los suministros básicos, montaje de hospitales de campaña, puentes aéreos, habilitación de albergues,
traslados de población crítica , uso de maquinara pesada, operatividad
de caminos y puentes, mantención de sistemas comunicacionales y otras acciones y
servicios críticos. Para eso están muy preparados
Considerando que nos ocurren frecuentemente calamidades de clase mundial (terremotos, tsunamis, incendios de
bosques y de zonas urbanas, erupciones volcánicas, inundaciones, etc.) no es una mala idea usar
la organización militar. Por cierto que se trata de las acciones inmediatamente
posteriores al evento catastrófico, para actuar con rapidez y eficacia en la
horas críticas. No para quedarse más allá de la crisis inicial. En esos momentos, las
acciones de un cuerpo disciplinado y preparado para el rigor, puede cumplir
una labor extraordinaria en términos del control de la situación y el
funcionamiento dentro de la normalidad.
Por eso, yo no dudaría mucho en
poner a cargo de estas crisis a los militares. Son lo que saben actuar en
estados de “post guerra”. Lo estudian
en sus academias, saben qué hacer, tienen la organización, la gente, la ingeniería, el equipamiento
y la disciplina. Y también, en sus mentes está presente el juramento de servir a la Patria
hasta la muerte si fuera necesario.
Finalmente una precisión técnica. A
mi juicio es indispensable que la incorporación de este contingente sea dejando
las armas a reguardo. Lo que más se necesita en estos momentos son organización, inteligencia y manos y
brazos disponibles. Necesitamos a los hombres de armas, pero en ropa de
trabajo. Digo yo.
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