viernes, mayo 01, 2015

EL RETORNO DE LOS BRUJOS

En 1960, se publicó un libro que en poco tiempo vendió  millones de ejemplares. Los autores, Louis Pauwels y  Jacques Bergier trataron temas muy novedosos: supuestos fenómenos parasicológicos, civilizaciones desaparecidas,  esoterismo y sus conexiones con el nazismo y otros asuntos, que supuestamente podían dar comienzo a nueva revolución capaz de cambiar los modelos imperantes. Una suerte de revolución cultural que generó gran expectación y que fue objeto de críticas muy elogiosas y también demoledoras.  
En el libro, titulado El Retorno de los Brujos, los autores planteaban que había una suerte de “sabiduría”  que era patrimonio exclusivo de un grupo de personas especiales, que tenían, de alguna manera, el monopolio de la verdad. Esto suena igual o parecido a lo que se ve en los momentos actuales. El gobierno y la nueva camada de dirigentes, que se aprecian en serias dificultades,  empiezan a escuchar  voces  venidas así como de ultratumba que dicen: Hay que cambiar el gabinete, Peñailillo no da el ancho, hay que adelantar las elecciones, etc. etc.
Vivimos el retorno de los brujos y sus voces están plenamente identificadas. Son los viejos estandartes, aquellos históricos de los partidos de la antigua Concertación. De la tienda política multipartidista de la época de Allende, post Allende y un poco del  primer período de Bachellet. De los brujos que retornan los más visibles que recuerdo son  Sergio Bitar, Edmundo Pérez Yoma, José Miguel Inzulsa, Camilo Escalona y Carlos  Ominami.  Son los que se las saben todas. Por eso se autorizan así mismo para opinar y pedir lo que se les pase por sus cabecitas. Pero, lo que este grupo de magos parece no haberse dado cuenta, es que estamos en el 2015,  y que las cosas han cambiado radicalmente y que el peso específico de los políticos en general, incluidos los brujos, es menos que el de un paquete de cabritas. Ya no pesan.  Por respeto a la trayectoria, quedan fuera de esta selección los brujos Premium: Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, Eduardo Frei y el aprendiz de brujo,  Sebastián Piñera.   
Dentro de las fórmulas (pócimas) que ofrecen estos brujos, no pueden  faltar: adelantar las elecciones; llamar a asamblea constituyente; cambiar el gabinete, adelantar las elecciones y otras. Todo esto, para evitar que  Chile muera (institucionalmente).  Y que todo cambie para que siga igual.
Tal como en el libro, hay una “realidad fantástica”, una forma de leer el momento y el contexto, que siempre es mucho más complejo de lo que suponemos. La percepción de los hechos y nuestro juicio acerca de lo verdadero y lo falso podrían estar sesgados por los nuevos estándares. La corrupción por ejemplo, aceptarla como algo que siempre ha existido y que todo el mundo  la acepta. Por eso lo de ahora parecería malo, anormal o ideológicamente falso, pero podría no serlo, pues todo depende cómo se mire, cuándo se mire y para qué se mire. O que no se mire. Y siendo así,  un borrón y cuenta nueva  podría terminar siendo excelente y  el categórico caiga quien caiga, un desastre.  Sin considerar la fórmula salvadora –cuando ya se está en las perdidas- echarle tierra a todo,  “por razones de Estado”, para lo cual podrían servir las otrora famosas retroexcavadoras.   
Lo positivo sería que el ciudadano libre de prejuicios, teorías y concepciones caducas  vuelva a mirar directa y valerosamente los hechos cara a cara, antes de decidir.  No creer a raja tabla lo que dicen los brujos, ni menos las brujas y sus asesores.  

Leí el libro siendo muy joven sin entenderlo mucho. Pero igual me produjo retortijones. Por eso que cuando me entero del retorno de los brujos nuevos, formados “en la vieja política”, me da miedo.  A pesar de que yo no creo en brujos Garay, pero yo se que de haberlos, los hay. Digo yo.       

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