Publicado en diario El Longino de Iquique, edición del 7 de junio de 2015
La corruptela nacional se desató
cuando se hizo público el llamado caso Penta y luego se sumaron Soquimich y Caval, solo por mencionar los más
simbólicos. Esto, tiene con tiritones de pera, colitis, taquicardias, ticks, y otras manifestaciones visibles de mal
estado de salud, a conocidas figuras del mundo político y empresarial. Sujetos no
precisamente de baja estofa, sino muchos de primerísimo corte.
Pero lo que me interesa descatar
de todo esto, es cómo los chilenos nos hemos llegado a convertir en lo que hoy
somos. Socios del club mundial de los corruptos. Sin duda que esto de la
globalización nos agarró también con otro de sus largos tentáculos y nos trajo
este presente griego. Un regalito tipo El Padrino, imposible de rechazar. O te
sumas o te …sumas.
Y la mentira o mejor dicho, la no verdad, es parte de la globalización. Si
fuéramos ingenuos y no mintiéramos, se nos asegura, las cosas definitivamente no funcionarían. Hay
que aceitar las maquinarias. Para ser parte del sistema es fundamental mentir, aunque
sea un poquitito, para que las cosas marchen para el lado que nos beneficie.
De mis tiempos infantiles cuando
aún estaba en plena gracia divina, aprendí
que mentir era pecado, no
recuerdo si mortal o venial, pero era muy malo hacerlo. Incluso peligroso intentarlo. Mi madre decía que para mentir y comer pescado había que
tener mucho cuidado. Y también, que era más fácil pillar a un mentiroso que a
un ladrón. Y eso me parece que se valida al escuchar las primeras declaraciones
( después las cambian) de los incumbentes corruptos que hoy están con tiritones
de pera, colitis, taquicardias, etc.
Mi conclusión es la misma que
tenía el 2011 cuando escribí una crónica
a partir de un silogismo del cual soy autor (y no estoy mintiendo) cuando dije:
“Los hombres son humanos. Mentir es humano. Ergo, el hombre miente. Yo creo que
mentir es inherente al sapiens y que ese rasgo está grabado en sus genes. Si
nos remitimos a los orígenes, basados en el relato bíblico, verificaríamos
que en el Paraíso el detonante del desastre fue una mentira. La pérfida
serpiente le mintió a Eva; la coqueta Eva le mintió a Adán; el impúdico Adán le
mintió a Dios. El resto es historia. Mentira tras mentira se edificó el mundo.
Este mismo relato de los primeros padres en el Edén, dicen que es una reverenda
mentira. Otros, una verdad revelada.
“Mi conclusión es dramática y
categórica: todos mienten. Mienten los políticos, mienten los médicos, los
abogados, los bomberos y los alcaldes. Mienten los árbitros, los jueces, los
obispos, los vendedores de AFPs y los tarotistas. Mienten los periodistas, los
testigos de Notarías, los conserjes, los contratistas, los profesores, los
maridos, las esposas, los Rotarios, los Leones, los agnósticos, los artistas,
los senadores, los colectiveros y los ejecutivos de cuentas. Mienten las
gitanas, las secretarias, las tías, los católicos, los protestantes, los
testigos de Jehová, los dentistas, los tasadores, los entrenadores y los
mecánicos. Mienten los farmacéuticos, los sociólogos, los obispos, los miembros
de los directorios, los jugadores de póker, de dudo y de brisca, los locutores,
los empresarios, los gerentes, los hombres y las mujeres…todo el mundo miente y
el que diga que no lo hace, es un mentiroso”.
No quiero hacer una apología a la
mentira pero le reconozco que a veces es a causa de un exceso de imaginación y creatividad.
Creo también que mentir o no mentir, es como la ambigüedad del “To be or not to be” . Por eso, me declaro categóricamente incorrupto.
Pero en la medida de lo posible como
decía Aylwin. Digo yo
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