lunes, diciembre 19, 2016

Este año sí que sí

Publicado en el diario El Longino de Iquique en marzo de 2015
Creo que a muchos puede ocurrirle lo mismo o algo parecido. Cada vez que le doy “inicio” al año - que es en marzo, después de las vacaciones y cuando comienzo a tomar en serio esto de vivir para trabajar o trabajar para vivir, reviso mi habitual listado de cosas que me comprometo a hacer. Son un conjunto de propósitos en lo laboral, cultural, social, familiar, intelectual y hasta espiritual, que me autoimpongo principalmente para mi mejoramiento.  Incluso las escribo y las pongo en un lugar visible.  Pero a medida que pasan los días, semanas y meses, estas tareas siguen sin entrar a fase operativa. Y lo que si empieza a moverse es mi conciencia con la sutil aparición de sentimientos de culpa a causa de mi persistente procrastinación. El mal hábito de dejar todo para después.
El sentido culposo se me pasa por ahí por septiembre con la llegada de la primavera y los primeros guitarreos dieciocheros, por lo cual, en rigor, el sentimiento aquel me dura escasos cinco meses. Esto hace más soportable y menos doloroso mi sensible ego. Será para el año próximo, me digo.
Como esto es reiterativo, he pensado bastante en cómo superar esta conducta impropia de una persona de estos tiempos (rechazo sentirme de otros tiempos) y rescato algunas ideas que leí y que por cierto no son mías pero que me gustaría que lo fueran, porque las encuentro geniales. El truco está en salirse de lo convencional y plantear un cambio de conducta mediante logros de propósitos muy precisos y por sobre todo inusuales.  
Por ejemplo, si Ud. quiere mejorar su estado físico y figura este 2016, no se proponga muchos kilos de menos, ni muchos kilómetros de más, para estar bien.  No debe pretender un físico de deportista olímpico. Bastaría con gimnasia moderada, comida sana y suficiente. Si puede mantener esto constante, la tarea estará cumplida. Olvídese del viejo cuento yanqui de que si no hay dolor no hay ganancia. 
Lo fundamental es “transformarse” que es algo muy diferente a “cambiar”. Cambiar es una forma diferente de hacer. Transformarse es una forma diferente de ser. Y la propuesta es proponerse objetivos con posibilidades de éxito real, diferentes y con sentido transformacional. Una lista que debería titular como “Mis Compromisos 2016” debiera considerar, por ejemplo lo siguiente: Disfrutaré las cosas simples de la vida. No perderé mi tiempo en cosas innecesarias, atenderé las que merecen mi tiempo y energía. Me dedicaré a mis pasiones.  Me rodearé de las personas que merecen estar en mi vida. Renunciaré a todo trabajo que odie. Trabajaré solo en lo que me haga feliz.  Tomaré mis propias decisiones. Seré capaz de dirigir mi vida. Confiaré en mí y confiaré en las decisiones que tome. Dejaré de aplazar todo por miedo a equivocarme.  Aprenderé a equivocarme lo suficiente para avanzar.  No le mentiré a otros ni a mí mismo. Entenderé que no hay más verdad que la realidad y que la realidad es la vida misma. Pasaré más tiempo con mi familia. Estaré más con los que amo y me aman, los que me entretienen, alegran y me enseñan. Nunca dejaré de prepararme. La mejor inversión que puedo hacer en la vida es en mi formación.  Viviré la vida con pasión. No me quedaré estancado, perseguiré nuevos retos, conoceré gente nueva. Seré feliz. Será mi sublime obsesión. La felicidad la encontraré en la meta y mucho más en el camino.  

Definitivamente un plan de acción con una propuesta transformadora capaz de removernos desde nuestro interior. Orientado al mejoramiento profundo, desprovisto de las tradicionales y equivocadas metas del mundo egoísta, materialista, exitista y fatuo actual. Un primer paso para la transformación sustancial y profunda de nuestro ser.  Digo yo. 

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