(Publicado en La Estrella de Iquique el 11 de septiembre de 2010)
El llamado padre de la Economía moderna, Adam Smith aportó mucho a lo que el mundo globalizado de hoy conoce muy bien: el mercado. Asimismo sugirió que el Estado no debía intervenir en las decisiones económicas del hombre. Una suerte de “mano invisible” se encargaría de regular todo. Las personas libremente demandan o consumen lo que quieren y pueden adquirir en un abanico inmenso de productos, marcas, precios, calidades y orígenes. Nadie les impone, les obliga, ni les sanciona por comprar, por elegir o desechar lo que deseen. Incluyendo por cierto, escuchar por radio, la música y los cantantes favoritos que quieran.
Hoy se discute en el parlamento un proyecto de ley que fija una cuota mínima obligatoria de 20% de música chilena que debe emitirse en las radios en su programación diaria. Opino que esto va en la dirección opuesta al mercado y a la libertad de los individuos de elegir. La norma señala también lo que debe entenderse por música nacional y música folklórica. Su objetivo, es estimular y promover la música chilena y de rebote, fomentar la folklórica. Realmente no creo que ocurra.
Además, esta ley tiene el germen de algo grave, que puede ser “la puntita no más” de una tendencia proteccionista. Podría aparecer un legislador progresista que cayera en la tentación de propiciar que se incluyeran también los productos nacionales. Hace algunos años unos empresarios muy creativos, inventaron la frase chovinista ¡Si es chileno es bueno! Peligrosos como monos con navaja.
Otro riesgo con esta nueva Ley de Música Chilena Obligatoria es que luego exigiera a cada negocio del país vender un porcentaje determinado de productos chilenos. Es más, hasta podría exigir que se incluyeran solamente aquellos de una lista preseleccionada y con alta identidad nacional. En ese caso, el mix de productos chilenos tendría que incluir lo más típico de lo nuestro, las “sandías caladas” nacionales como lo son las sustancias de Chillán, las gredas de Pomaire, el indio pícaro de Temuco, las longanizas de San Carlos, la mimbrería de Chimbarongo, el mote con huesillos, el sánguche de potito o la revista Condorito. Nosotros, desde acá, podríamos aportar el chumbeque del chino Koo, el limón de Pica y los alfajores de Matilla.
Un riesgo aún mayor sería que esto luego se ampliara a los libros. La vuelta a la Inquisición por vía legislativa. Que horror. Que esto pueda ocurrir en tiempos de amplia libertad y democracia es retrógrado, abusivo y pernicioso.
Uno de los autores del proyecto es el actor, cantante y diputado, Ramón Farías, que en mi opinión, como actor era muy malo, como cantante peor y como diputado…¡uf! Si lo juzgara por esta joyita legislativa, diría que desentona y que además no tiene dedos para el piano. Espero que su iniciativa, cuando pase al Senado, suene como arpa vieja. Digo yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario