(Publicado
en revista KILOMETROCERO de Iquique, edición de julio de 2013)
Desde la
exasperante frase “no estoy ni ahí”, de la que nos tuvo muy acostumbrado el Chino Ríos, al actual grito de guerra “estoy en todas” de la juventud de hoy, la verdad
es que no ha pasado mucho tiempo.
Muchos datan el cambio en la llamada
Revolución de los Pingüinos. A partir de ese hito, los jóvenes habrían entrado en
“modo” activo. Y aparentemente ya no
saldrán de ahí, hasta que alguien apriete la tecla y los ponga en modo “Pausa.”
Para
entender el comportamiento de la juventud actual, hay que comprender los cambios generados por la globalización, la irrupción
de la tecnología y el avance en las comunicaciones, que provocan nuevos
escenarios en los distintos ámbitos de la vida. Quienes acumulamos varias
juventudes, somos individuos que
crecimos y nos desarrollamos en un entorno significativamente distinto. De ahí
que cada grupo –según el período- comparta valores y prioridades, entienda su
misión de forma distinta, mantenga actitudes diferentes ante la autoridad y
viva la responsabilidad también… a su manera, como Frank Sinatra.
Sin
perjuicio de ello, hay que aceptar que el traspaso es ineludible. Los jóvenes
son la generación del recambio. La propia naturaleza nos enseña -Darwin de por
medio- lo que hacen los animales cuando
perciben que la situación está en caos. La manada decide alejar a los viejos y
le entrega la misión de sobrevivencia a los más jóvenes. Lo único malo y lo
digo con gran preocupación, es que según la neurociencia, la conformación
completa del cerebro humano solo se logra aproximadamente entre los 24 ó 26
años. Antes, la corteza cerebral no está
completa. Ergo, hasta antes de esos años, los jóvenes podrían estar pensando,
diciendo o haciendo algo, sin sus totales capacidades neuronales.
En este
contexto -el de la neurociencia- el pensamiento de los jóvenes con edades
inferiores a los 24 años, estaría por aquello cuestionado. Dicho en simple, estarían
opinando de temas muy importantes, trascendentes y serios pero que desde su
desarrollo cerebral podría haber dudas de su calificación. ¿Será por eso que
suele decirse que los jóvenes son inmaduros?
Reitero, esta
es una apreciación desde la neurociencia. Los ciudadanos de a pié podemos coincidir o discrepar, pero llama la
atención que después del paso de los jóvenes, las ciudades quedan tan sucias,
dolidas, con sus vidrios rotos, los muros rayados y con la visible destrucción del lugar donde se vive,
se trabaja y se estudia. Pienso que irresponsablemente la Patria está
siendo tratada con poco cariño y hasta con desprecio por las nuevas generaciones.
El discurso político, los cambios estratégicos, solo se expresan en 140
caracteres. Los mismos necesarios para convocar a una marcha cuyo propósito esencial
nadie conoce. Cada joven lleva en su mochila su propio proyecto. Esto me
desconcierta. Debe ser por culpa del hipotálamo. Digo yo.