sábado, octubre 26, 2013

Juventud divino tesoro


(Publicado en revista  KILOMETROCERO de Iquique, edición de julio de 2013)

Desde la exasperante frase “no estoy ni ahí”, de la que nos tuvo muy acostumbrado el  Chino Ríos, al actual grito de guerra   “estoy en todas” de la juventud de hoy, la verdad es    que no ha pasado mucho tiempo. Muchos datan el cambio en  la llamada Revolución de los Pingüinos. A partir de ese hito, los jóvenes habrían entrado en  “modo” activo. Y aparentemente ya no saldrán de ahí, hasta que alguien apriete la tecla y los ponga en modo “Pausa.”
Para entender el comportamiento de la juventud actual, hay que comprender los cambios  generados por la globalización, la irrupción de la tecnología y el avance en las comunicaciones, que provocan nuevos escenarios en los distintos ámbitos de la vida. Quienes acumulamos varias juventudes, somos  individuos que crecimos y nos desarrollamos en un entorno significativamente distinto. De ahí que cada grupo –según el período- comparta valores y prioridades, entienda su misión de forma distinta, mantenga actitudes diferentes ante la autoridad y viva la responsabilidad también… a su manera, como Frank Sinatra.  

Sin perjuicio de ello, hay que aceptar que el traspaso es ineludible. Los jóvenes son la generación del recambio. La propia naturaleza nos enseña -Darwin de por medio-  lo que hacen los animales cuando perciben que la situación está en caos. La manada decide alejar a los viejos y le entrega la misión de sobrevivencia a los más jóvenes. Lo único malo y lo digo con gran preocupación, es que según la neurociencia, la conformación completa del cerebro humano solo se logra aproximadamente entre los 24 ó 26 años. Antes, la corteza cerebral no está  completa. Ergo, hasta antes de esos años, los jóvenes podrían estar pensando, diciendo  o haciendo algo,  sin sus totales capacidades neuronales.
En este contexto -el de la neurociencia- el pensamiento de los jóvenes con edades inferiores a los 24 años, estaría por aquello cuestionado. Dicho en simple, estarían opinando de temas muy importantes, trascendentes y serios pero que desde su desarrollo cerebral podría haber dudas de su calificación. ¿Será por eso que suele decirse que los jóvenes son inmaduros?  
Reitero, esta es una apreciación desde la neurociencia. Los ciudadanos de a pié  podemos coincidir o discrepar, pero llama la atención que después del paso de los jóvenes, las ciudades quedan tan sucias, dolidas, con sus vidrios rotos, los muros rayados y  con la visible destrucción del lugar  donde se vive,  se trabaja y se estudia. Pienso que irresponsablemente la Patria está siendo tratada con poco cariño y hasta con desprecio por las nuevas generaciones. El discurso político, los cambios estratégicos, solo se expresan en 140 caracteres. Los mismos necesarios para convocar a una marcha cuyo propósito esencial nadie conoce. Cada joven lleva en su mochila su propio proyecto. Esto me desconcierta. Debe ser por culpa del hipotálamo. Digo yo.   

 

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