sábado, mayo 10, 2014

Cambia todo cambia

Publicado en el diario El Longino de Iquique, el 20 de abril de 2014
Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar,  cambia todo en este mundo,  cambia el clima con los años,  cambia el pastor su rebaño y así como todo cambia que yo cambie no es extraño”. Estas líneas introductorias de la famosa canción de Mercedes Sosa, me parecen pertinentes  ahora que estamos con tanto movimiento. Porque sin duda el movimiento es cambio.
Cambió el gobierno, cambió el estilo de gobierno, cambiaron los planes, cambian las caras, los énfasis,  las estrategias, las mayorías  y las minorías. Nadie podría negar que el cambio es una constante, aún cuando a veces se piense que en realidad nada cambia y lo único que ocurra, sea cambiar para que todo siga igual,  al más puro estilo gatopardiano.
Además, pareciera también que no tenemos absoluta conciencia de que estamos en un cambio eterno. Cambio de edad, de estado civil, emocional, de posición física, laboral, de partido, de sexo o  de casa.  Y en particular hay un cambio de gran magnitud en todos los seres humanos del planeta del cual ni nos damos cuenta. Es el de nuestra ubicación en el universo. Y no  me refiero a la posición como especie, sino de la ubicación física. 
Así es,  porque  los terrícolas somos unos desubicados permanentes, pues no tenemos ni idea dónde estamos  en cualquier momento del día. Y esto porque nos movemos demasiado rápido, cambiamos de posición en el universo a velocidades increíbles. Lo hacemos  a 30 kilómetros por segundo. Y no se nos mueve ni el pelo. 
La información de especialistas  e investigadores nos ilustran sobre este cambio posicional del humano que se desplaza por el Universo a  30 kilómetros por segundo, en la llamada órbita elíptica alrededor del sol. Y además, girando como pirinola  cambiando permanentemente su ubicación como consecuencia de la rotación de la Tierra sobre su propio eje a una velocidad de 1.700 kilómetros por hora. O sea, vamos por el universo moviéndonos velozmente y girando como pirinolas además. A todo esto, debemos sumarle nuestros movimientos personales, cuando caminamos, corremos, bailamos, subimos cerros, escalas, escaleras, surfeamos o volamos. Porque también volamos,  aunque sea en avión o parapente. Sin duda los humanos somos unos tipos muy movidos.
Movimiento es cambio y por eso los terrícolas debiéramos estar muy aclimatados a ello.  Sin embargo,  los cambios atmosféricos y los de la naturaleza en general,  nos dan pánico. Los sismos de estas semanas nos llevan a dimensionar nuestra pequeñez. Hace millones de años que la Tierra está en constantes cambios y expuesta a ellos y los seguirá teniendo. Lo importante es ser capaces de enfrentarlos bien.  Salirle al paso a la naturaleza implica hacerlo con inteligencia  preventiva.
Sugiero una forma poco clásica y de alta rentabilidad: la risa. Pasar de un estado emocional depresivo, molesto o exaltado, tiene una serie de buenos efectos. Nos brinda una mejor perspectiva de la vida, permitiéndonos afrontar los retos y dificultades con una mejor actitud.  Mejora la capacidad respiratoria y fortalece nuestro sistema inmunológico, al aumentar el suministro de oxígeno a todas las células del organismo. Controla la hipertensión arterial, favorece la producción de endorfinas, cuya función también es combatir el dolor. Nos ubica en el presente, en el aquí y en el ahora, rompe el círculo vicioso de conectarnos con el pasado. Suaviza las emociones dolorosas, como el miedo, el enojo, la tristeza y el aburrimiento. Aumenta nuestras habilidades sociales y facilita la comunicación, lo que mejora nuestra autoestima.  No hay donde perderse, cambie y póngale al mal tiempo buena cara. Mejore el caracho y practique su mejor sonrisa, le hará muy bien, digo yo.  

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