sábado, mayo 18, 2019

Inteligencia o perspicacia, esa es la cuestión

Patricio Muñoz Pinto

Con un grupo de amigos discutíamos sobre la inteligencia de los  chilenos, entendiéndola como “capacidad para resolver los problemas que se enfrentan”.  Concluíamos en general que en los últimos años, parece que se nos ha abierto más la mollera y hasta nos hemos llegado a creer superiores a los habitantes del resto de los países del subcontinente. Por cierto no somos nada de lesos al hacernos ésta auto declaración.
Y la pregunta de rigor es  ¿cómo se mide la inteligencia de un país? Es difícil por cuanto hay muchos factores involucrados. Lo que ha predominado es medirla por su capacidad creativa. Y esto se hace mediante el registro de patentes de invención o propiedad intelectual. ¿Y cómo andamos por casa? Malito,  si nos comparamos con los top ten. Para muestra un botón. La norteamericana IBM fue la empresa que obtuvo la mayor cantidad de patentes en Estados Unidos durante 2013.  Registró  6.809 patentes, cifra ligeramente superior a las 6.478 del año  anterior. Y se trata de una sola compañía. Las  cifras son abrumadoras comparadas con las menos de 100 patentes totales que registra Chile en los últimos años. Japón, USA, Corea, China y Alemania registraron el 76% de las patentes del mundo en el 2007.  Conclusión, los chilenos no somos muy inteligentes, si usamos este parámetro de medición.

Lo que si yo creo,  es que los chilenos somos perspicaces, es decir capaces de descubrir lo que está por debajo de la superficie. Lo llamaría  “la viveza criolla”.  Una agudeza mental para descubrir en algo complejo la solución simple. Citaré dos ejemplos que aclaran la idea. a) El caso del bolígrafo: Antes de los '60, la NASA emprendió el lanzamiento de astronautas al espacio y advirtieron un detalle. Los bolígrafos no funcionarían en gravedad cero, ya que la tinta no bajaría a la superficie en que se deseara escribir. Tras 6 años de pruebas e investigaciones que costaron 12 millones de dólares, lograron desarrollar un súper bolígrafo que funcionaba muy bien en el espacio. Los rusos, por su parte, descartaron los bolígrafos y dieron a sus tripulaciones lápices de grafito.

b) Caso de los jabones: En 1970, un japonés envió una carta a una fábrica de jabones de Tokio, reclamando haber comprado una cajita de jabones que al abrirla estaba vacía. El reclamo puso en marcha todo un programa de gestión administrativa y operativa. Los ingenieros de la fábrica recibieron instrucciones de diseñar un sistema que impidiera que esta dificultad volviera a repetirse. Luego de mucha discusión, concluyeron que el problema se había suscitado en la cadena de empaquetado de los jabones, donde una cajita en movimiento no fue llenada con el jabón respectivo. Se diseñó e instaló una sofisticada máquina de rayos "X" con monitores de alta resolución, operada por dos trabajadores encargados de vigilar que todas las cajas que salían de la línea de empaquetado, ninguna estuviera vacía. El costo de esa máquina superó los 250.000 dólares. Cuando la máquina de rayos "X" comenzó a fallar a los cinco meses de ser operada, un obrero del área de empaquetado puso un potente ventilador y lo apuntó hacia el final de la cinta transportadora. Mientras las cajas avanzaban en tal dirección, las vacías salían volando de la línea de empaque.
Esa es la viveza a la cual hago referencia. Creo que más que inteligentes – de la manera convencional de medirla- los chilenos somos vivarachos. Somos creativos para encontrar la martingala, las cinco patas al gato, inventar machinas, contar cuentos, dar excusas. Canitrot, el personaje del Japenning  nos refleja con bastante exactitud. Y los políticos tampoco lo hacen mal. Digo yo.   

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