viernes, mayo 17, 2019

Un upgrade al Viejito Pascual



Debo reconocer que por muchos años estuve medio atorado con el icónico Viejito Pascual. Mi relación con él ha sido una mezcla de afecto y resentimiento que no he logrado superar totalmente. El drama comenzó la noche de un 24 de diciembre cuando yo tendría unos 7 años. Me levanté al baño y al mirar hacia el living veo una figura imposible de no reconocer. Era el mismísimo Viejo Pascual que en ese momento ponía un regalito a los pies del árbol de Navidad. Por la impresión, casi me orino antes de llegar a destino.  Me quedé en el baño un rato antes de volver a mi pieza y  cuando lo hacía, veo por la puerta semi abierta del dormitorio de mis padres, que el  Pascuero se metía a la cama de mi mamá, sin su tradicional traje rojo. Confieso que a esa edad fue traumatizante conocer al Viejito Pascual en vivo, en directo y a poto pelado.  Desde esa época, mi vínculo con él ha sido bastante ambigua. De amor y resentimiento. Incluso, para demostrarle mi desencanto, dejé de mandarle cartas en diciembre.

Y ahora, en esta tribuna de In Situ quiero liberarme un poco refiriéndome a otros aspectos de su quehacer que me parecen debe mejorar. Lo primero, es que no me gusta mucho el carácter monopólico que tiene de la entrega de regalos a los niños más pequeños. Así él se lleva todos los méritos.

Este es un pituto que se consiguió con una muy antigua amistad que se supone de origen divino. Pero esto no es lo censurable sino que este delivery no incluya regalos para los niños más grandes. Este segmento de la familia pasó a ser responsabilidad de los papás.  Si bien esto es razonable y hasta lógico, porque los niños mayores ya no están ni ahí con el Viejo Pascuero, ni menos con el tipo de juguetes básicos que regala y que se comenta son de manufacturación propia. En efecto, sería un propio equipo de duendes, gnomos y enanos, especializados en juguetes artesanales. Sería un grupo divertido, alegre,  bueno para cantar, bailar y reírse, pero como fabricantes de juguetes y para estos tiempos, no dan el ancho.  Hoy, como se sabe, ya los niños de tres años son adictos tecnológicos. Pero el Viejito insiste con los enanitos verdes. La historia cuenta que su mejor invento del siglo pasado fue el caballito. Era una cabeza de caballo y un palo simulando al cuerpo de la bestia. Después de muchos años, hizo una gran innovación. Le puso una ruedita al final del palo.

Que duda acabe, Santa Claus debe reinventarse. Podría dejar a los enanitos solo para la fanfarria nostálgica y reinventarse. Por ejemplo hacerse importador y cambiar el surtido  para entrar definitivamente en la era tecnológica. Ya debiera estar pensando en renos robóticos por ejemplo, para re encantar a sus clientes cautivos. 

Desde luego que ésta no es una vendetta tardía por el affaire que tuvo con mi madre.  Aquello lo olvidé como también las veces que no me trajo nada.  Pero me reconcilié con él y ahora creo que es tiempo que él haga lo propio con sus clientes. Le recomendaría que se avive y se reinvente o un día no muy lejano lo van a reemplazar por una Gift Card.  Digo yo.

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