Soy
de la época en que existía un cargo clásico y estratégico en los servicios públicos
y en las empresas: la secretaria.
En
la esfera del Estado, la labor de la secretaria estaba asociada a la férrea relación de confianza jefe-secretaria,
ya que no se movía un solo papel si esta diligente funcionaria no comenzaba gestionando
ante su jefe u otro empleado, un expediente o trámite. Esto dejaba en sus hombros
muchas y grandes responsabilidades operativas.
En
el sector privado era más o menos igual
el poder fáctico de estas chiquillas. Tal vez
con una sutil diferencia en la cual rivalizaban los gerentes del sector.
Era quién podía tener la secretaria que respondiera mejor el patrón clásico de
la época: jóvenes, rubias y curvilíneas. Dicen que era porque querían
“quebrarse” frente a otros gerentes de la competencia. Buscaban secretarias como
la Yayita, la novia de Condorito.
Pero
independientemente de aquello, lo importante era el rol y el poder que estas
trabajadoras tenían, lo que todo el mundo reconocía. Por ello, los
peticionarios usaban todos los medios lícitos posibles para conectarse bien con
la persona que manejaba la barrera de entrada al sistema. Sonrisas, saludos,
chocolates, lenguaje cordial, nada de sobrepasarse, etc. Los patudos, agresivos,
violentos y “frescos”, caían en desgracia. Era fundamental enganchar bien de
entrada. Si se lograba, miel sobre hojuelas. Si no, “sonatum est”. El expediente
podía pasar al último lugar del montón.
Sin
perjuicio del sector de desempeño – fuere Estatuto Administrativo o Código del
Trabajo- estas profesionales hacían una estupenda pega. Yo las recuerdo con mucho
cariño, pero siempre se me olvida saludarlas para el Día de la Secretaria el 3
de diciembre. Y esta vez no fallé, no recordé llamar a “mis ex” y saludarlas
como se lo merecen.
Pensando
en esto de las secretarias y con el cargo de conciencia por el olvido me
pregunté ¿y cómo serán las secretarias de hoy? Ahí caí en cuenta que ya no
existen. La profesión de secretaria
propiamente tal parece que murió definitivamente. Ya no existen los cargos de secretarias
en su sentido clásico, natural y puro. Las secretarias de antaño, murieron de
muerte natural cuando empezó la preocupación extrema por la rentabilidad, la
productividad, las nuevas tecnologías y las exigencias del mercado.
De
esta forma las empresas y servicios se deshicieron de las “antiguas
secretarias” y las cambiaron por “modernas asistentes”. Un cargo este último, poli
funcional, multifacético, adaptivo y moldeable. Un descriptor para un cargo así seguramente
debe ser muy difícil mantenerlo vivo ya que dura la nada misma.
Confieso
ser un romántico nostálgico de la época de las secretarias. Tuve varias y aprendí
mucho de cada una de ellas. Debuté laboralmente con una alemana, la señora Hildegard (me enseñó puntualidad,
precisión y formalidad) y luego una seguidilla de chiquillas como Daisy Pong, Leonor
Bagioli, Patricia Contreras, Angélica
Quiroz, Maira Chang, Fátima Rojas, Karen Quintana, María Araya y algunas más
que seguro he omitido involuntariamente por problemas de memoria.
Aunque
sea súper atrasado y antes que me pille el Año Nuevo, a todas mis “antiguas” secretarias (lo antiguo
por la época en que trabajamos juntos) las saludo con mucho cariño y aprecio. Para mi
trabajo, mi desarrollo humano y mi vida, todas fueron muy importantes. Muchas gracias.
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