jueves, junio 23, 2016

El papel del hombre en la sociedad

Publicado en noviembre de 2015
Desconozco la fecha - del Chile pobre de antaño- desde cuándo se habría empezado a usar el papel higiénico o “confort”, dejándose de lado otras formas de limpiarse  el trasero tras el proceso digestivo de los humanos. Según averigüé, el papel de diario cortado en tamaños de 15 x 15 centímetros  fue el elemento que sirvió a tal objetivo a muchas generaciones. Esto ocurría hasta en las mejores familias, claro que en las casas de los más pudientes estos  compraban en las mercerías y almacenes de barrio, papeles suaves y absorbentes y los cortaban del tamaño deseado según  gusto, necesidades o funcionalidad. Mi padre me contaba que en sus años de niñez y juventud,  los suaves papeles con que envolvían cada manzana las empresas de la Asproman  (Asociación de Productores de Manzanas) eran los que la gente más se los disputaba. Eran los tiempos del Chile pobre y subdesarrollado.
Pero eso es pasado. Ahora hay mucha oferta, marcas y calidades para satisfacer el mercado ávido de limpiarse el trasero, las manos, sonarse, desmaquillarse  o lo que sea.  Y para satisfacer esas necesidades hay una oferta fabulosa y variada, con muchos proveedores que compiten para ofrecernos la mejor relación precio, calidad y surtido.
Pero no es así. Eso era lo que creíamos, porque la semana pasada Chile vivió un papelón con este asunto, al descubrirse la colusión de las empresas que fabrican y distribuyen el llamado  papel  toilette, o tisú.  Este grupo, formó una suerte de  Cartel (término con el que se identifica a una organización ilícita o a un conjunto de organizaciones que establecen acuerdos de diferente naturaleza  para llevar a cabo actividades irregulares).
Este sucio negocio del papel higiénico en vez de ayudarnos a “sacarnos la mierda” entre otros usos, nos estuvo literalmente cagando a los chilenos por diez años.  Se unieron las empresas fabricantes y decidieron no competir entre ellas, porque eso era malo para el negocio y desataba una insana guerra de precios, alteraba los inventarios  y generaba riesgos de pérdidas. A causa de esas razones técnicas, decidieron  joder al stakeholder más débil: el consumidor. O sea a todos nosotros los chilenos y extranjeros residentes de Arica a Magallanes, incluidos los de los territorios insulares y de las bases en la Antártica.
Durante diez años el Cartel del Confort (no sé por qué  me recuerda  la película El Padrino)  mantuvo altos precios en todos sus productos: papel higiénico, toallas, pañuelos desechables, servilletas, entre otros productos “tisu”. Los perjuicios económicos a los consumidores son cuantiosos. Se calcula que cada empresa del Cartel habría generado utilidades sobre normales de US$ 23 millones anuales.
Mencionaba la película El Padrino, porque los métodos usados por el grupito se parecen bastante a lo narrado en ese film. Según se informó, las empresas coludidas en  pos de mantener y aumentar las utilidades y evitar que el papel higiénico fuese más barato, mantenían los precios y utilidades estables, ojalá en aumento. El propósito era que el acuerdo perdurara en el tiempo y no fuera detectado por las autoridades.

Igual que en la película, tenían práctica “especiales”. Usaban un cuartel de bomberos para sus reuniones donde participaban gerentes estratégicos para implementar los acuerdos. Contaban con planillas Excel con datos de precios y producción provistos por las empresas  que actualizaban cada dos meses. Si había desviaciones o señales de que el acuerdo no se estaba respetando, las partes se contactaban por teléfono o  correos electrónicos exclusivos. Con la denuncia de colusión de las Farmacias, decidieron utilizar solo celulares de prepago desechables.  También hay información sobre el lanzamiento de tres computadores al Canal San Carlos. Todo esto bien parece un guión del mismísimo Mario Puzo.  No hay salud, digo yo.   

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