jueves, junio 23, 2016

Un modelito de país

Publicado en Junio de 2015 

Tengo leves sospechas que cuando vuelva a instalarse en los programas educativos la asignatura antiguamente llamada Educación Cívica, esta decisión podría generar un efecto gatopardiano. O sea, cambiar las cosas para que  finalmente todo siga igual.
En el reciente libro de Mario Weissbluth “Tejado de Vidrio: cómo recuperar la confianza en Chile” el autor habla del clima de corrupción que circula con pase libre en nuestro país y que peligrosamente se puede instalar como el modelo a seguir para nuestros jóvenes. El gobierno ha pensado que una forma de contrarrestar esto,  es enseñarles Educación Cívica, para que sepan a cómo vivir en estos tiempos y comportarse  como responsables ciudadanos.   
Según estudios, la gran mayoría de los jóvenes cercanos a los 18 años, está nada o muy poco interesado en política, contingencia nacional y asuntos propios del funcionamiento del Estado y en general de la res publica o esfera pública.
Los jóvenes no están ni ahí, con muchas de las cosas, de la cosa pública, valga la redundancia. Se alejan voluntariamente de todo lo que huela a orden, procedimientos regulares, elecciones,  votaciones, etc. Los muchachos están interesados en que las cosas públicas funcionen  pero sin que ellos deban hacer algo en particular. Les gusta y exigen aquello de tener derechos,  pero no pescan nada con lo de las obligaciones. Ni menos las obligaciones “ciudadanas”.
La idea de incorporar Educación Cívica en los colegios es que desde chiquititos entiendan que son parte de la Nación y como tales tienen responsabilidades y obligaciones. Esta es la parte que los cabros no cachan mucho y prefieren marginarse de todo lo normativo, regulado y necesario para el buen funcionamiento del Estado y la sociedad.
Debo reconocer hidalgamente que no le tengo mucha a fe a la Educación Cívica, pero aplaudo su inclusión en la malla curricular de la educación secundaria, porque es mucho mejor que los jóvenes tengan conciencia y saber los deberes y obligaciones ciudadanas  fundamentales,   que actuar instintivamente. Esto es igual que un juego o incluso la práctica de un deporte. Es indispensable conocer el reglamento que lo rige y que se aplica para todos por igual.    
Claro que esta suerte de fobia social o  primaria anarquía ciudadana que padecen o parecen tener  los jóvenes, requiere mucho más que unas horitas de educación cívica a la semana.  Yo soy partidario de complementarlo con lo que se conoce como el aprendizaje vicario. Es decir, aprender conductas nuevas por medio de la observación. En el aprendizaje vicario, el refuerzo se basa en procesos imitativos cognitivos, el sujeto aprende con un modelo. En los primeros años, los padres, luego los educadores, luego el Estado y sus instituciones republicanas, los organismos funcionales, los representantes públicos y por cierto el hábitat ciudadano. Lo que ve y siente en el alrededor citadino. Es un aprendizaje activo.  Por el solo hecho de ver lo que otros hacen y las consecuencias que tienen por su comportamiento.
En conclusión, lo que se necesitaría entonces son buenos modelos para imitar.  Es la sabia naturaleza. Los hijos aprenden de sus padres o de quienes están a su cargo. Y cuando no están ellos, la familia expandida, el Estado, la res pública.
Siendo esto así, quienes tienen la responsabilidad formativa fundamental sobre los ciudadanos son los representantes de la entidades del Estado, luego las diversas instituciones tanto públicas como privadas y por cierto cada ciudadano.
Formar buenos ciudadanos, responsables, honestos y participativos  para enfrentar los grandes desafíos del mundo actual es pega de todos, pero principalmente de quienes nos conducen. Y honestamente creo, si leo la prensa de los últimos meses, no han sido  precisamente un modelito para seguir. Digo yo.
 


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