jueves, junio 23, 2016

París bien vale una misa

Publicado en noviembre de 2015

París bien vale una misa,  es un tema de la cultura y la historia, que se origina probablemente en una frase apócrifa, atribuida a Enrique de Borbón o de Navarra, el pretendiente protestante al reino de Francia, que eligió convertirse al catolicismo para poder reinar . Pareciera que desde esos años esta frase viene utilizándose con el sentido de la conveniencia de establecer prioridades. Implica renunciar a algo, aunque sea aparentemente muy valioso, para obtener lo que realmente se desea. También en el sentido de atenuar la falta de sinceridad o de convicciones, o de representar la tolerancia o la indiferencia, especialmente en cuestiones religiosas.
La historia nos cuenta que en las Guerras de Religión de Francia, los bandos protestante y católico se habían estado enfrentando durante largos años. Distintas soluciones pacíficas al conflicto venían proponiéndose por intelectuales moderados de ambos bandos, pero en estos asuntos de fe, de convicciones religiosas, es muy difícil poner de acuerdo a las partes. Es un tipo de conflicto que traspasa toda posibilidad de entendimiento basado en la  razón.
El viernes cerca de media noche, las luces de París,  la conocida mundialmente como La Ciudad de las Luces,  fueron simbólicamente apagadas a causa de un conjunto de actos terroristas, provocados por  personas que lo hacen porque tienen un pensamiento diferente a otros.
Un acto insano en donde no se advierte ni el más mínimo atisbo de tolerancia, un valor fundamental para la sana convivencia humana civilizada. “Si no piensas como yo, si no crees en lo que yo creo, entonces eres mi enemigo”. Esa pareciera ser la frase- pensamiento de quienes intentan hegemónicamente imponer una sensibilidad o  pensamiento determinado. A veces me parece verlo también en nuestro escenario político nacional cuando se discuten leyes que reforman aspectos fundamentales para el mejoramiento de la sociedad actual.  Allí cuando emergen las ideas de principios ideológicos  tan faltos de respeto por la sociedad y el pensamiento libre.
Vuelvo a lo de París,   ciudad luz, a la  que solo conocí desde las alturas y  su aeropuerto Orly, pero para mí la capital de un país bastante conocido por mi afición a la pintura clásica de los  maestros franceses, los libros de escritores  consagrados, las referencias sobre su magnífica cocina, sus vinos, sus quesos y particularmente su Himno Nacional, que me aprendí en el colegio, en aquellos años en que el idioma francés,  al igual que el inglés era obligatorio en los programas escolares. El viernes por la noche escuché a los miles de franceses que salían del Estadio de París, tras los bombazos, cantando con el alma estremecida la emotiva  Marsellesa. Un verdadero acto de fortaleza y señal de que jamás se dejarán abatir por el terrorismo.
“París bien vale una misa”, una frase que debe contextualizarse  durante las llamadas guerras de Religión que enfrentaron a protestantes  y católicos en Francia por casi 50 años. Fue necesaria  la promulgación  del Edicto de Nantes, un mandato que garantizaba la libertad de cultos a los hugonotes (protestantes)  a la vez que establecía una base jurídica firme para la coexistencia pacífica de las dos corrientes religiosas proliferantes en Francia.

Lo ocurrido hace solo dos días, no es una guerra del tipo que debió enfrentar el Rey de Francia de aquellos años, la de hoy es de otra naturaleza. Y no se trata solo de aceptar,  pensar o profesar una religión diferente, el asunto es que uno de esos pensamientos y creencias, se considera lo único verdadero. No puedo ni imaginarme cómo sería este mundo, si todos pensáramos igual. Creo que no podría existir la sociedad humana.   

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