Publicado en noviembre de 2015
París bien
vale una misa, es un tema de la cultura
y la historia, que se origina probablemente en una frase apócrifa, atribuida a
Enrique de Borbón o de Navarra, el pretendiente protestante al reino de
Francia, que eligió convertirse al catolicismo para poder reinar . Pareciera
que desde esos años esta frase viene utilizándose con el sentido de la
conveniencia de establecer prioridades. Implica renunciar a algo, aunque sea
aparentemente muy valioso, para obtener lo que realmente se desea. También en
el sentido de atenuar la falta de sinceridad o de convicciones, o de
representar la tolerancia o la indiferencia, especialmente en cuestiones
religiosas.
La historia
nos cuenta que en las Guerras de Religión de Francia, los bandos protestante y
católico se habían estado enfrentando durante largos años. Distintas soluciones
pacíficas al conflicto venían proponiéndose por intelectuales moderados de
ambos bandos, pero en estos asuntos de fe, de convicciones religiosas, es muy
difícil poner de acuerdo a las partes. Es un tipo de conflicto que traspasa
toda posibilidad de entendimiento basado en la
razón.
El viernes
cerca de media noche, las luces de París,
la conocida mundialmente como La Ciudad de las Luces, fueron simbólicamente apagadas a causa de un
conjunto de actos terroristas, provocados por
personas que lo hacen porque tienen un pensamiento diferente a otros.
Un acto
insano en donde no se advierte ni el más mínimo atisbo de tolerancia, un valor
fundamental para la sana convivencia humana civilizada. “Si no piensas como yo,
si no crees en lo que yo creo, entonces eres mi enemigo”. Esa pareciera ser la
frase- pensamiento de quienes intentan hegemónicamente imponer una sensibilidad
o pensamiento determinado. A veces me
parece verlo también en nuestro escenario político nacional cuando se discuten leyes
que reforman aspectos fundamentales para el mejoramiento de la sociedad
actual. Allí cuando emergen las ideas de
principios ideológicos tan faltos de respeto
por la sociedad y el pensamiento libre.
Vuelvo a lo
de París, ciudad luz, a la que solo conocí desde las alturas y su aeropuerto Orly, pero para mí la capital
de un país bastante conocido por mi afición a la pintura clásica de los maestros franceses, los libros de
escritores consagrados, las referencias
sobre su magnífica cocina, sus vinos, sus quesos y particularmente su Himno
Nacional, que me aprendí en el colegio, en aquellos años en que el idioma
francés, al igual que el inglés era
obligatorio en los programas escolares. El viernes por la noche escuché a los
miles de franceses que salían del Estadio de París, tras los bombazos, cantando
con el alma estremecida la emotiva
Marsellesa. Un verdadero acto de fortaleza y señal de que jamás se
dejarán abatir por el terrorismo.
“París bien
vale una misa”, una frase que debe contextualizarse durante las llamadas guerras de Religión que enfrentaron
a protestantes y católicos en Francia por
casi 50 años. Fue necesaria la
promulgación del Edicto de Nantes, un
mandato que garantizaba la libertad de cultos a los hugonotes (protestantes) a la vez que establecía una base jurídica
firme para la coexistencia pacífica de las dos corrientes religiosas
proliferantes en Francia.
Lo ocurrido
hace solo dos días, no es una guerra del tipo que debió enfrentar el Rey de
Francia de aquellos años, la de hoy es de otra naturaleza. Y no se trata solo de
aceptar, pensar o profesar una religión
diferente, el asunto es que uno de esos pensamientos y creencias, se considera lo
único verdadero. No puedo ni imaginarme cómo sería este mundo, si todos
pensáramos igual. Creo que no podría existir la sociedad humana.
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