Publicado en La Estrella de Iquique, noviembre 2009
Ian Fleming, autor del personaje de ficción James Bond, agente secreto del imperio británico, nunca se refirió en sus libros a que el intrépido espía de la corona, tenía un hermano nacido y criado en un país sudamericano. El padre de ambos, mister Bond, según se supo, tuvo un desliz durante un viaje que hiciera a este lado del charco y de esa relación con una nativa nació un niño que sacó los rasgos incásicos de su madre, nada de su flemático padre, ni menos del old english style de su famoso hermano.
Aún cuando no fue reconocido por su progenitor, su madre insistió en que llevara el apellido Bond y así lo inscribió. Y también, para rendir un sincero tributo a su abuelo Edelberto, dueño del puesto de venta de fertilizantes “El guano de Edelberto”, bautizó con el nombre de Elguedelberto a su chiquillo. Con ese extraño y largo apelativo derivado del nombre del negocio -literalmente de mierda- que tenía su bisabuelo, para facilidad de todos, prefirieron llamarlo simplemente Elgue. Una vez adulto, se presentaba, imitando a su hermano igual que en las películas que veía y reveía eternamente, diciendo: “mi nombre es Bond…Elgue Bond”.
Durante muchos años nada se supo de Elgue Bond este. Pero hace muy pocas semanas hubo noticias de él. Se supo que al hermanito de James también gustaba de la profesión de su pariente y se había metido en cahuines de espionaje… pero de cuarta categoría. Había logrado alistarse a una rama armada de su país y a pesar de que su CI estaba a nivel con la cota cero, trabajaba en una unidad de “inteligencia”, lo que parecía un contrasentido. Por otro lado, el rango militar solo de suboficial que había logrado con muchas cuñas, lo transformaban en un espía del último quintil. Casi para espionaje a los Boys Scouts de los países vecinos. Al parecer solo el apellido Bond le habría ayudado a suplir las carencias evidentes que mostraba su currículo y su experiencia de vida.
Por cierto que cuando salió a la luz pública su trabajo de inteligencia, ya en el país para el cual supuestamente espiaba, lo tenían listo para despedirlo sin aviso previo siendo la causal “incumplimiento grave a los términos del contrato”. Claro, porque se le pedía información dura, trascendente, estratégica, clasificada y él entregaba pura paja molida. Ni al Ejército de Salvación le servía lo que le enviaba a sus mandantes.
Pero eso el país empleador lo sabía y a pesar de ello, lo mantenía por cariño y razones humanitarias. Solo para ayudarlo. Porque además Elgue Bond era muy enamoradizo y tenía tres familias que mantener. Se le pagaban desvalorizados US$ 3.000 mensuales, lo que desde ya definía el nivel de los “secretos” que proporcionaba. La información que pasaba con tanto riesgo se podía encontrar en cualquier revista especializada en armas, estrategia militar, proveedores de tecnología de defensa, etc. Es más, con suerte y una solvente tarjeta de crédito hasta se podrían haber comprado por catálogo online.
Por todas estas circunstancias y otras que aún están caratuladas como top secret, el país que pagaba este outsourcing de espionaje, había decidido poner término al contrato porque en realidad Elgue Bond no daba el ancho ni menos el largo. Justo en eso se estaba pensando, cuando se filtro el asunto. La contrainteligencia del país del espía lo andaba espiando a su vez y rápidamente lo puso entre rejas y empezaron a pedirle diplomáticamente que contara lo que hacía. Después de no más de tres apretones en zonas sensibles de su anatomía, Elgue Bond contó lo que hacía, para quien lo hacía, desde cuando lo hacía y por cuanto lo hacía. Bueno, el resto es historia.Ha salido en todoa la prensa.
Sin duda una historia poco digna para la familia Bond y particularmente para el agente 007. Eso explicaría por qué Ian Fleming no le dedicó ni una línea en sus libros a Elgue Bond este. Qué bochorno,digo yo.
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