Publicado en La Estrella de Iquique diciembre 2009
Siempre me ha llamado la atención las razones que tienen los electores para decidir su voto. El razonamiento - cuando interviene la razón, lo que no es frecuente - tiene variadas e increíbles explicaciones. Los comandos, los centros de estudios, los expertos en campañas, los ingenieros y otros tantos, se pasan meses estudiando deseos, necesidades y expectativas de los ciudadanos con el fin de saber qué mierda realmente quieren, para incluir aquello (excepto la deposición) en los discursos y propuestas de los candidatos. El ojetivo, llegar a la mente, al corazón y al alma de los electores y conseguir que éstos los favorezcan con su voto. Los electores oyen, leen, ven, pero luego deciden votar como se les ocurre.
Y en este escenario hay una masa crítica de mayor incertidumbre aún. Las mujeres. Ellas votan por razones, digamos... no convencionales. Su voto es esencialmente emocional. Eso explica por ejemplo que una seria trabajadora de clase media, jefa de hogar , esforzada dueña de casa, con tres hijos, dos estudiando en la U con crédito del BancoEstado, que paga un alto dividendo en UF, haya votado por MEO porque le gustó “el mechón de su cabello y su forma de masajeárselo”. Confesó que esto lo encontraba coqueto y sexy. De solo mirarlo, se estremecía y sentía cosas extrañas en su organismo.
Se de otros casos, como el de aquella señora que quedó flechada con don Lalo, cuando lo vio bailando tango con la Martuchita. Desde ese día no duerme bien. Un sueño recurrente, la atormenta. En su sueño, se ve con el candidato bailando una apretada milonga arrabalera donde el presidenciable, así como haciéndose el de las chacras, se la mete (la pierna) más allá de lo que su condición de demócrata cristiano confeso se lo permitiría. Al más puro estilo de Al Pacino en la película Perfume de Mujer. Ella espera que este sueño se haga realidad. Volverá votar por Frei en segunda.
Otro caso. Hay cuatro mujeres mayorcitas ya, madre, hermana y dos hijas, que viven cerca de la cordillera en la novena región, que han jurado que votarán por el candidato que les cumpla un anhelado deseo. Debe llegar así como volando, descendiendo del cielo cual pájaro andino, saludarlas, abrazarlas y besarlas y luego volver a emprender vuelo. Un verdadero encuentro poético.
Con estas constancias, quise probar mi teoría del voto emocional de las féminas preguntándoles a varias amigas las razones del porqué si o del porqué no, votarían por uno u otro de los candidatos presidenciales. Estas fueron algunas respuestas:
“Lo encuentro muy requete fome. Debe ser muy ruidoso al sonarse. Cuando habla aletea. Le queda grande la ropa. Se nota que la mujer lo manda. Segundas partes nunca son buenas. Es muy…muy rico. Tiene cara de fresco. Se me imagina que ronca. Seguro que la mujer hasta le compra la ropa interior. Tiene pelos en la nariz. Se le pega el tirante del medio. Necesita una lipo. Se me ocurre infiel. Me carga la mujer. Muy churejón. Le gustan los postres de leche. Tiene muy buen lejos”.
A las mujeres, el lenguaje no verbal, les habla. Les dice todo. Les das pistas. Y desde allí construyen su decisión y quedan sin cargos de conciencia. También usan la tincada, el pálpito o simplemente su intuición electoral. Y si eventualmente todo aquello llegara a faltar, siguen el mismo padrón de conducta de todo elmundo. Es decir, si hay que elegir entre nuevo y viejo, se vota nuevo. Entre empresario muy exitoso y menos exitoso, se vota muy exitoso. Entre pasado y futuro, se vota futuro. Entre lo mismo y cambio, se vota cambio. Entre ganador y perdedor, siempre se vota ganador. Entre….. perdón…perdón…está sonando mi celular………….... (bla, bla, bla…)….Sorry…era Sebastián, no se escuchaba bien, por el ruido del helicóptero. Quería saber bien la dirección de las viejitas de la novena región que desean ver el pájaro… Cuatro votitos son cuatro votitos. Digo yo.
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