(Publicado en la Estrella de Iquique el 11 de marzo de 2011)
Hay gente que tiene letra grande, clara, firme y caligráfica. Otros en cambio la tienen chica, fea e ilegible. La letra es una grafía, pero también un rasgo de nuestra personalidad. Con ella damos pistas de cómo somos, qué somos y hasta qué pretendemos ser. Con la letra manuscrita se desnuda el alma. Los psicólogos usan la grafología para seleccionar personal y se asegura que descubren más cosas que con el test de las manchitas.
Por eso que a la letra manuscrita se la investiga tanto. Se quiere descubrir cómo es el ser humano a través de lo que dice con su escritura. Su forma, tamaño, trazo, inclinación y los posibles mensajes ocultos. También hay algunas creencias como que la letra de las mujeres es mejor -más linda - que la de los hombres. Si un macho recio, feo, peludo y hediondo, tiene bonita letra, más de alguien diría que es “raro”. O sea, también podría servir para descubrir si hay pistas para salirse del closet.
Pero de todos los tipos de letras, la más perversa y menos confiable es la letra chica de los contratos. De solo escuchar la expresión “letra chica” a todo el mundo se le paran los pelos. Las letras chicas sugieren engaño, trampa, algo oculto y no revelado. El asunto se puso más de moda cuando los políticos de la nueva oposición, muchos de ellos cesantes, definieron como misión histórica de la Concertación - o lo que queda de ella – descubrir la letra chica de los proyectos del gobierno. Y en eso han estado con lupa intentando descifrar lo que no dicen, o dicen con letra chica, las iniciativas del ejecutivo. Han estado un año en esto y no en la reconstrucción de la estructura del holding político que se les vino al suelo, con su propio 27/F.
Lo que también está de moda es escribir cada vez menos a mano. El procesador de textos nos hace la pega. Hasta el viejito Pascual se quejó el año pasado. Yo añoro mi época escolar, cada día había que hacer una copia a mano para mejorar la letra y la ortografía. Las secretarias del antiguo Colegio Inglés se distinguían por su hermosa caligrafía con letra Palmer. Las notarías se las peleaban por contratarlas.
Finalmente y considerando esto de que los hombres tendrían peor letra que las mujeres, quise saber la opinión de ellas al respecto. Les hice una sola y categórica pregunta: ¿cómo la tiene su pareja? Las respuestas dieron los siguientes resultados: el 53,5% dijo que su hombre la tenía chica y redonda. El 20,2 % que la tenía grande y firme. El 12,4% dijo que era grande abajo pero terminaba chica. Un 10,7% dijo no saber, porque no se la mostraban nunca. Y un 3,2 % manifestó que era fea, chica, flaca y tembleque. Sin clasificación quedaron: tortuosa, caótica, horrorosa y “tierna”.
Y para los curiosos y curiosas, les diré que la mía es de tamaño estándar, delgada y al parecer demócrata cristiana. Siempre termina con una caída hacia la izquierda. Es lo que hay. Digo yo.
1 comentario:
Hola Pato, no sabes el gusto que me dio al recibir de Daniel tu pagina, escribes muy bien y ademas super entretenido, espero que me recuerdes soy Monica Fernandez, tu colega, te envio un muy afectuoso saludo.
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