En esta Zona encontrarán mis apreciaciones sobre la vida diaria, la cotidianidad, con visión crítica, pero contructiva (así espero), con un humor a veces muy serio, centrado en el mundo pequeño de la ciudad donde vivo, pero con mirada global y sintiéndome parte del universo humano apreciando lo que ocurre. Me doy licencia para opinar de todo y especialmente de lo que no se. Si hay opiniones, las leeré con detención e interés, pero no puedo asegurar que las voy a considerar.
martes, marzo 29, 2011
El arte de mentir
Publicado en la Estrella de Iquique el 27 de marzo de 2011)
Miento, luego existo. Esta expresión podría ser tan válida como el “pienso luego existo” de Descartes. Si el filósofo francés decía que con solo pensar se probaba la existencia, ¿por qué no - cambiando el verbo existir por mentir - podría demostrarse lo mismo?
Me permití crear este silogismo: “Los hombres son humanos. Mentir es humano. Ergo, el hombre miente”. Yo creo que mentir es innato al ser humano y que ese rasgo está grabado en sus genes. Si nos remitimos al origen del hombre, basados en el relato bíblico, verificaríamos que en el Paraíso el detonante del desastre fue una mentira. La pérfida serpiente le mintió a Eva; la coqueta Eva le mintió a Adán; el impúdico Adán le mintió a Dios. El resto es historia. Mentira tras mentira se ha edificado el mundo. Este mismo relato de los primeros padres, dicen que es una mentira. Otros, una verdad revelada.
Mi conclusión es dramática y categórica: todos mienten. Mienten los políticos, mienten los médicos, los abogados, los bomberos y los alcaldes. Mienten los árbitros, los jueces, los obispos, los vendedores de AFPs y los tarotistas. Mienten los periodistas, los testigos de Notarías, los conserjes, los contratistas, los profesores, los maridos, las esposas, los Rotarios, los Leones, los agnósticos, los artistas, los senadores, los colectiveros y los ejecutivos de cuentas. Mienten las gitanas, las secretarias, las tías, los católicos, los protestantes, los testigos de Jehová, los dentistas, los tasadores, los entrenadores y los mecánicos. Mienten los farmacéuticos, los sociólogos, los miembros de los directorios, los jugadores de póker, de dudo y de brisca, los locutores, los empresarios, los gerentes, los hombres y las mujeres…todo el mundo miente y el que diga que no lo hace, es un mentiroso.
No quiero hacer una apología a la mentira pero le reconozco sus méritos. Los mentirosos - o sea todos - mentimos pero por buenas razones. Una, evitar que la verdad produzca daños múltiples, mayores e irreversibles. Otra, para mantener las aguas calmadas y evitar la tormenta. A veces, saber la verdad es peor. En algunas religiones las mentiras son pecados y pueden ser mortales y veniales. O sea mentiras “cabronas” y mentiras “piadosas”, estas últimas, casi un mero ejercicio de imaginación. Y en esto me apoyo, en la imaginación, para sustentar mi teoría: la mentira no es más que una genuina expresión de la inteligencia humana. En efecto, para mentir hay que tener razón, imaginación, creatividad, rapidez metal y muy buena memoria. Los mentirosos (creativos) tienen un CI más alto que los que siempre dicen la verdad. ¿Será cierto o será ésta otra mentira ?
Los incapaces de inventar de vez en cuando una buena “chiva”, en estos tiempos lo más probable es que estén cesantes. Las empresas prefieren a los creativos, ingeniosos, innovadores y audaces. Que dominen el arte de mentir (crear) una competencia hoy indispensable. Por eso, invito a mentir con toda confianza no más. Sirve hasta para encontrar una buena pega. Digo yo.
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1 comentario:
Estimado Patricio, te felicito por tus publicaciones en La Estrella, comentarios,sutilemente directos y precisos.Leí rápidamente (15 minutos en cuanto hoy los recibí, 13.15 aprox)todas las publicaciones de tu blog (gracias a Daniel Tapia, te felicito por tu buenaa redacción, lo ameno y pertinente de tus comentarios. Respecto a la mentira, todos mentimos, con menores o mayores consecuencias,incluso nos mentimos a nosotros mismos cuando por "omisión", es decir, por temor, conveniencia o prudencia, guardamos silencio; ahora mismo, ¿cuántos sacerdotes y laicos que conocieron a Karadima sospechaban de sus conductas?; ¿igualmente en el caso de sor Paula?, ¿que perdían o que ganaban ellos con su silencio mentiroso?.
Felicitaciones, Marcos.
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