martes, marzo 29, 2011

Todo tiene su precio

(Publicado en la Estrella de Iquique el 3 de febrero de 2011)
Entre los tres y los siete años es frecuente que los niños sufran dolor en piernas y brazos que no son causa de ninguna enfermedad. Se trata de los llamados “dolores de crecimiento”, un conjunto de molestias causadas por el crecimiento de los huesos, el estiramiento de los músculos y con ellos, de los vasos sanguíneos y los nervios.
A los países, curiosamente les pasa lo mismo que a los niños. Crecer y desarrollarse tiene su precio. Las mujeres lo saben: “para ser bellas hay que ver estrellas”. Pasar de país subdesarrollado a desarrollado, sin saltarse la de emergente - si se está en esa categoría - no es gratis. A Chile y sus habitantes el bienestar, el buen vivir, librarse de la pobreza extrema y llegar a ser una nación desarrollada, tal como lo proyecta el gobierno para el 2018, le van a costar muchos “dolores de crecimiento”.
Your pain, your gain, dicen los letreros de los gringos en los gimnasios, lo que se traduciría como “su dolor es su ganancia”. Es decir, si le duele es porque está creciendo. No me gusta mucho la fórmula. Me suena a resignación. Mientras más sufres y te sacrificas ahora, más seguro será tu llegada a un mundo mejor.
Y también, al igual que los niños, los países suelen tener dolores temporales. Los dolores de “guata” por ejemplo, son típicos en Chile al inicio de la época escolar y a veces semanalmente, cuando el precio de la bencina sube, sube y sube y de repente baja… pero poco. Este es un padecimiento recurrente, molesto y doloroso, como las aftas bucales.
Las explicaciones están en todos los textos de Macroeconomía. En los países con economías más desarrollas y con capital humano más calificado, el costo de vida es mucho más caro. Entre más se moderniza una nación, mientras menos pobres hay, es más caro vivir. Los precios suben especialmente la mano de obra, los servicios, los bienes durables, la educación, los alimentos. Una taza de café en Suiza es hoy cuatro veces más cara que en Chile. En seis años más en Santiago costará no menos de dos lucas.
¿Y cómo aliviar los dolores del crecimiento? Algunos sugieren dar subsidios, crear fondos de estabilización, bajar impuestos, fijar precios. Otros, mayor productividad, exportar servicios o reducir el gasto fiscal. Lo concreto es que no existe país que haya llegado al desarrollo económico y terminado con la pobreza extrema, sin un sufrido embarazo y un doloroso parto. En un país “rico y desarrollado” como lo debiera ser Chile el 2018, con un ingreso per cápita de más de US$ 20.000 va a ser muy re´caro vivir por estos lados. Es el precio del desarrollo y no hay vuelta atrás. Pero, de todas maneras, yo creo que París bien vale una misa. Digo yo.

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