viernes, marzo 11, 2011

Malas prácticas

(Publicado en la Estrella de Iquique en febrero de 2011)
La semana pasada me encontré con un viejo amigo. Tomaba un café y observaba el paisaje variopinto de la plaza Prat, la que calificó de “muy ruidosa”. Mi amigo es ingeniero civil y se especializó en logística y tiene varios post grados en transporte, vialidad y esas cosas. Me comentó que por deformación profesional, cada vez que visita una ciudad no puede dejar de analizar el tránsito, las señales, los flujos, la congestión vehicular, el tráfico peatonal y toda la problemática que genera el desarrollo urbano.
Mi amigo es un profesional muy exigente, crítico y “jodido”. Incluso más que el conocido y mediático Jaime Bravo, el experto en tránsito que aparece en la televisión y que en diciembre pasado encontró todo malo lo que se hacía en la Rotonda de la Mujer (QEPD).
“Esta ciudad es un caos” - me dice al minuto del encuentro. ¿Tan mal estamos ingeniero, le pregunto tímidamente? Me dice que el asunto es crítico y que se pondrá peor si no se interviene. Luego lanzó un rosario de improperios por las decisiones tomadas o no tomadas por las autoridades. Estuve tentado a sumarme, recordando las tantas veces que casi me he caído a causa del estado de las “vredeas” (léase veredas) pero mejor opté por justificar todo. Aludí a la Teoría del Caos, en cuanto a que en un caos, siempre hay un orden. Y en nuestro caso a pesar de todo, la ciudad funciona, los vehículos transitan, los peatones caminan, la locomoción pública da sus servicios y en casi un 100% de los casos, los ciudadanos llegan a sus casas a salvo. Choreados y sudorosos pero llegan.
Quedé intrigado con el asunto y me dediqué a observar las prácticas ciudadanas en este aspecto. Hay carencia de infraestructuras evidentes y faltan obras y regulaciones que implementar para tener una ciudad modelo. Pero gran parte de los problemas de tránsito y derivados, no son solo por el diseño de la ciudad, por un parque automotriz sobredimensionado o por el crecimiento explosivo de la población. Todo eso suma por cierto, pero concluí que somos las personas las que producimos el caos.
Para comprobar mi teoría hice un recorrido con ojo de inspector municipal o carabinero de Tránsito por la calle José Francisco Vergara desde Los Molles a Chipana. Primera constatación: los infractores detectados no fueron los colectiveros (que tienen una ganada pésima fama) sino ciudadanos supuestamente educados, profesionales, empresarios, algunas autoridades - no me consta, me lo dijeron unos vecinos - y “gente bien”, que vive o trabaja en el sector. Mi bitácora registra que el 15 de febrero a las 20:00 horas había en ese trayecto, doce vehículos estacionados en contra del tránsito, incluidos dos inmensos camiones. ¿Cómo entran y salen de esa posición sin riesgo a terceros? Yo creo que es flojera, o una pésima costumbre, o la “vista gorda” de las autoridades o… todas las anteriores. Digo yo.

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