(Publicado en la Esteella de Iquique el 15 de marzo de 2011)
Se ha fijado Ud. que cada vez que como ciudadanos contamos que hicimos una denuncia, planteamos una inquietud o formulamos un reclamo por algo que creemos requiere atención, siempre nuestro discurso terminará con la clásica y profética expresión: “pero al final nadie hace nada”, manifestación clara de nuestra convicción más absoluta de que las cosas no se harán, porque…nadie hace nada.
Los principales afectados de nuestras agrias manifestaciones de malestar, “por el no hacer”, son las personas o entidades que tienen el poder, las que representan la autoridad o los tienen un cargo y las competencias para resolver los problemas. Hacerse cargo o hacerse los lesos, decía un eslogan electoral de un senador regional que “andó” por estos lados hace algunos años. La comunidad ingenuamente cree que se harán las cosas que pide o sugiere, pero se da cuenta rápidamente que parece que se hacen los lesos, porque al final…nadie hace nada.
Para los ciudadanos de a pié, los más sordos (no digo los más lesos porque si han llegado donde están, es porque tienen méritos) son las autoridades, los que mandan en algo. Y en esta amplia categoría caen moros, judíos y cristianos. Desde quienes están en las cumbres del poder hasta, por ejemplo, abnegados y voluntarios directores de una comunidad de vecinos de cualquier edificio o condominio, que a pesar de los petitorios de sus moradores, no resuelven los graves problemas que afectan a los residentes, porque…nadie hace nada.
Esto me recuerda la historia de cuatro personas cuyos nombres eran: Todo el Mundo, Alguien, Cualquiera y Nadie. Cuando hubo que hacer un trabajo importante, Todo el Mundo estaba seguro de que Alguien lo haría. Aún cuando Cualquiera podría haberlo hecho, pero Nadie lo hizo. Alguien se enfadó porque era responsabilidad de Todo el Mundo. Pero Todo el Mundo pensó que Cualquiera podía hacerlo, pero Nadie se dio cuenta de que Nadie lo haría. Al final, Todo el mundo culpó a Alguien cuando Nadie hizo lo que Cualquiera podría haber hecho. Esto se parece al antiguo juego del compra huevos. Una forma lúdica para aprender desde niños a “sacarnos los pillos” y a quitarle el traste a la jeringa.
Estoy por creer que, cuando nadie hace nada, frente a nuestros pesares, reclamos y demases, es porque “el no hacer” está en el ADN nacional. Lo comprobé personalmente. Hace unas semanas comenté sobre las decenas de conductores infractores de calle Francisco Vergara (entre Los Molles y Chipana) que se estacionan todos los días en contra el tránsito. Yo pensé que la municipalidad, los carabineros y hasta mi amigo seremi del Transporte saldrían presurosos y decididos a resolver el problema. Pero al final…nadie hace nada. Digo yo.
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