(Publicado en la Estrella de Iquique el 28 de marzo de 2010)
Si ha seguido mis últimas columnas sobre las vicisitudes del cesante a causa del cambio de actores en el aparato público, yo podría deducir que usted es una persona persistente, curiosa, motivada, proactiva, con buen sentido del humor, socialmente activo, imaginativo, evolucionado, asertivo y eventualmente masoquista (si es que está en la categoría de afectado por el despido).
Esto es más o menos lo que hacen los psicólogos a partir del conocimiento que adquieren de nosotros en una entrevista Nos sacan una foto (de nuestro ser inconsciente), construyen un perfil y proyectan ese comportamiento deduciendo cómo deberíamos ser en lo personal, social, adaptativo o relacional, en el futuro.
Hoy compartiré algunas ideas sobre la experiencia que podrían vivir los afectados, en una entrevista laboral con el psicólogo. En esa instancia, se estará solo frente al profesional jugándose por un futuro mejor al actual. Pero con una gran desventaja. El interlocutor sabe casi todo del cesante. Desde el día que nació hasta su último deceso laboral sin excluir sus visitas al Dicom. Tan pronto puso el RUT en el currículo, abrió su diario de vida de par en par. Y si algo no sabe, él lo interrogará hasta que confiese. Frente a su inquisidor, cualquier paso en falso (gesto, palabra, actitud) puede ser fatal y quedaría fuera de las estadísticas como fuerza laboral del país. Para ayudar, ofrezco tres tips básicos para mejorar la performance con el “loquero”:
1. Siéntese bien. La espalda firmemente apoyada en el respaldo de la silla. No al borde ni medio pupilo. El experto podría dar a esto varias lecturas: asustadizo, inseguro, tímido, ansioso, tendencia a la huida o con problemas digestivos.
2. La clave es el lenguaje. Use un tono de voz agradable y de volumen adecuado. Que se le escuche fuerte y claro. Si habla como Horacio de la Peña, es coloquial, vacilante o tiene muletillas persistentes, el fracaso llegará al primer set. En cuanto al lenguaje no verbal (gestos, movimientos, mirada, actitudes, forma de vestir) recordar que una imagen vale más que mil palabras. Si estuvo comiendo chicle, saludó de beso, miró a cada rato para el techo, se metió en dedo en la nariz, se pellizcó la espinilla, se peinó con los dedos, se mascó las uñas, tiene perforada la nariz por un fierro o tatuados símbolos tribales visibles, podrían declararlo “no recomendable” con solo mirarlo.
3. El testeo no es leseo. Las armas secretas del psicólogo son los tests. Pruebas que le dejarán desnuda hasta el alma. Con estos instrumentos le sacarán todo lo escondido en su inconciente. Con esa base de datos (desde su más tierna infancia), deducirán cómo debiera ser su desempeño futuro, sus defectos y sus virtudes. Por ejemplo, si a los dos años de edad aquel episodio de caerse sobre el chupete no tuvo mayor incidencia, después del test la interpretación podría sugerir que es un potencial acosador sexual. Sugiero prestarle mucha atención a los tests y contestarlos de manera relajada y sincera.
Al respecto, hay un test al cual le tengo mucho respeto: el Rorschach, más conocido como el test de las manchas. En otra oportunidad les contaré mi experiencia personal. Les anticipo que en todas las láminas siempre vi puras “cochinadas”. Creo que por eso soy como soy. Digo yo.
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