miércoles, abril 28, 2010

Los impuestos, impuestos

(Publicado en la Estrella de Iquique el 4 de abril de 2010)
La sola mención de la palabra “impuestos”, me molesta. Si fueran voluntarios los podría aceptar, pero cuando se trata de impuestos impuestos, los rechazo. Será porque llevan implícita esa idea de imponer, de obligar y principalmente de restar. Y yo, de las operaciones matemáticas siempre he preferido sumar y multiplicar. Me carga restar.
Cuando niño en Santiago, me pasé casi todo un verano en el subterráneo de una librería haciendo un inventario, para ganarme unas pocas lucas. Al final, me pagaron la cifra convenida y me restaron algo por alguna razón extraña para mí a esa altura de mi vida: descuentos legales. Ese descuento me resultó doloroso, oprobioso y lesivo, mucho más terrible que los interminables días que pasé en esa mazmorra subterránea, oscura, mal ventilada y estrecha. Confieso que desde esa época y edad, mi opinión sobre los impuestos no es buena.
Un impuesto es una exacción pecuniaria forzosa para los sujetos tributarios, lo entiendo, aún cuando la segunda acepción de la RAE refleja mejor mi sentimiento: cobro injusto y violento. Pero a propósito de justicia debo reconocer muy válido lo que en materia tributaria es llamado “la capacidad contributiva” de la sociedad, esto es, que quien más tiene (o gana) debe aportar más para consagrar los principios de la equidad y la solidaridad. A pesar de tan loables propósitos, (invito a mis lectores a tenerlos siempre presentes cuando paguen el IVA y puntualmente este mes cuando cancelen las contribuciones) a veces papá Fisco se engolosina y aumenta la recaudación para “hacer caja”, o para desalentar la compra de ciertos productos (impuestos al lujo recuerdo que hubo algunos cuando éramos subdesarrollados) o para fomentar o desalentar determinadas actividades económicas. ¡Cuidado! Un excesivo grado de pragmatismo puede ser asaz peligroso, según quien esté de turno en el gobierno.
Ahora que el Chile 8.8 ha puesto en la mesa el tema de subir impuestos – espero que sean razonablemente bajos, específicos y temporales – volverá la vieja polémica entre quienes creen que gravar las rentas y las utilidades con nuevas o mayores tasas es una buena idea para financiar la reconstrucción. Otros opinarán que es la más mala idea que podría ocurrírsela a alguien - aunque tenga un Ph.D de Harvard - pues es ilógico cargar con mayores impuestos a los empresarios, principales generadores de la riqueza (trabajo, inversión y producción) en el país.
El asunto tiene un fuerte componente ideológico. La oposición actual, siempre proclive a que los privados paguen más (“los ricos”, suelen decir a veces) y ojala hasta que les duela, aprovecharán el efecto terremoto para apoyar la subida de los impuesto, el royalty y demás medidas del mix para financiar la reconstrucción. Una vez que las iniciativas estén en el Congreso, dichos personeros se subirán por el chorro para que en vez de un 2% sea un 5% y que el royalty se aplique a otros sectores, en fin, meter su fijación anti empresa(o anti ricos) a ultranza. Siempre he creído que quienes piensan así, es porque cuando chicos los debe haber mordido un empresario
También la lucha ideológica estará presente cuando se sume la vieja pelea entre los partidarios de Adams Smith o de Maynard Keynes. ¿Empresas o Estado? Esto saltará a la palestra al tratar el tema de los gobiernos corporativos y por cierto cuando se proponga vender parte de la propiedad de las empresas públicas. Habrá que decidirse si es mejor vivir con desigualdad de riqueza o con igualdad de pobreza. Digo yo.

No hay comentarios.: