(Publicado en revista Puerto Mayor-2009)
Si solo nos guiáramos por las señales económicas y financieras que provienen de todos los rincones del planeta, no cabe duda que muchos decidirían encerrarse en sus casas durante todo el 2009 y asomar levemente la cabeza para otear el ambiente por allá por el otoño del 2010. Algunos - los más pesimistas seguramente - saldrían solo para cumplir con los deberes cívicos de diciembre del bicentenario (del bamba porque el verdadero es el del 2018).
Así están las cosas de complicadas. No solo para los chilenos, que según nos dicen las autoridades, los políticos, los economistas y los garúes en diversas disciplinas, será bastante más suave que para el resto del mundo. ¿Irá a ser cierto? Que nos va a doler no hay duda pero aparentemente la magnitud del padecimiento será tolerable. Que Dios nos pille confesados.
Frente a un panorama adornado de pronósticos pesimistas hay a lo menos dos soluciones. La primera, seguir la recomendación de un político de viejo cuño que decía que hay cosas se solucionan solas y otras que no tienen solución. Esta sería una postura cómoda, egoísta y sin ganas de involucrarse en las soluciones. La otra fórmula es la de jugarse con alguna propuesta y llevarla a cabo sin claudicar. Esta ha sido la forma que en todo el mundo se está comenzando a aplicar. Las empresas, los gobiernos y las personas comunes y corrientes lo hacen. Todos están buscando la mejor forma de navegar en mar gruesa a partir…yo diría…desde que los cabros vuelvan a clases. Es decir, marzo. En ese mes pueden aparecer los primeros vientos arremolinados que anticipan la tormenta. Como dicen los huasos del sur “afirmarse bien que vamos a galopiar”.
Afortunadamente hay dos cosas favorables para los chilenos. La billetera del Estado está con fondos suficientes para atender este período de vacas flacas (por suerte nadie le hizo caso al senador Frei cuando dijo que había que gastarse los ahorros para no dejarle plata a un gobierno de la derecha). Por lo tanto, puede gastar hasta que le duela en obras de infraestructura, apoyo a las pequeñas y medianas empresas, en investigación y desarrollo y si es necesario, prescindir de algunos impuestos molestos para el desarrollo. Y lo segundo es - aunque esto no tenga mucho rigor técnico- que los tarotistas, videntes, brujos y oficios afines, coinciden en que a pesar de que el futuro inmediato será duro, por más o menos año y medio, después las cosas mejorarán una barbaridad y volverán las vacas a ponerse obesas, tetonas y productivas.
No obstante, lo más importante de todo, en mi opinión, es la conducta que adopte el hombre (y la mujer) para enfrentar esta situación de crisis. Al respecto sin embargo, cabe hacer una distinción. Una gran mayoría de los chilenos, la llamada “clase media” y “los pobres”, forman en conjunto algo así como del 95% de la población nacional y este inmenso segmento, tiene o ha tenido experiencia con las crisis económicas y sociales a lo largo de su vida. Es decir, son personas que tienen gran experticia en apretarse el cinturón, vivir endeudados, comer mal y poco, sufrir con la inflación, perder regularmente el empleo y en soportar los rigores más extremos que le afectan a causa de la macroeconomía, aún cuando su mundo real y verdadero es el de la microeconomía.
Frente a situaciones tan concretas y dramáticas es difícil dar recetas. Sin embargo, existe algo en el ser humano que lo hace especial y que en este caso creo que será fundamental. La actitud. Y particularmente la actitud positiva.
Mantener una actitud positiva, como forma de enfrentar la vida (lo bueno y lo malo) a lo largo de nuestra vida nos ayuda a llenarnos de energía positiva y a resolver los problemas que se nos presentan. Y esto también nos ayuda en nuestras relaciones con los demás. Y esta forma de comportarnos será particularmente esencial del 2009 al 2010
Con crisis o sin crisis la vida sigue. Lo importante es cómo la enfrentamos y qué hacemos para que el barco llegue a destino. Una buena actitud positiva hace posible que seamos exitosos en nuestras misiones. Nos da energía lograr los propósitos, hace crecer nuestro potencial. Hace que el viaje sea más agradable.
La experiencia que tengo me ha permitido reconocer en las personas con actitud positiva un conjunto de atributos dignos de copiar y que comparto con mis lectores:
• Creen en sí mismos
• Están dispuestos a ver lo mejor en los otros
• Ayudan a los demás
• Pueden ver oportunidades en todas partes y circunstancias
• Se enfocan en las soluciones y no en los problemas
• Son persistentes y se niegan al desánimo
• Asumen plena responsabilidad por sus pensamientos y acciones.
Ser positivo es una actitud que marca la diferencia. Es simplemente la capacidad de ver el vaso medio lleno cuando los demás lo ven medio vacío. Es, en verdad, una forma de vida que cambia nuestras vidas. Es lo que necesitaremos tan pronto termine el verano.
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