(Publicado en La Estrella de Iquique el 12 de abril de 2010)
¿Mi amor… te bajas tú o me bajo yo?... A ti te corresponde flaquita porque, mal que mal yo soy senador y además, me subí primero y aquí se aplica el sistema Fifo (last in first out). El último en entrar es el primero en salir.
Mi gordo…yo te propongo el sistema Fifo, (firts in first out) el primero en entrar es el primero en salir, así es que bájate tu primero. Por ningún motivo Carito, eso sería muy poco progresista.
Algo así pudo haber sido parte del diálogo sostenido entre Fulvio y Carolina, la noche anterior al Cónclave de la Concertación, evento político- analítico-culposo que derivó en esta suerte de reality de la conocida y mediática pareja, que rompió todos los rating de audiencia del domingo.
Pero aclaremos algo. Ni la política ni el amor tienen nada de malo. Por el contrario, son indispensables en la vida de la sociedad humana. Pero cuando se juntan, la mezcla suele ser muy peligrosa. Meter en la coctelera el amor y la política no es recomendable. Generalmente el desenlace va de regular a muy malo. La historia nos ilustra de parejas célebres que entre caricias, arrumacos y otras prácticas más íntimas, decidieron muchas veces el destino de naciones enteras y posiblemente cambios importantes en la historia de la humanidad. Napoleón y Josefina, Marco Antonio y Cleopatra, Salomón y la reina de Saba, Hitler y Eva Braun, Mussolini y Clara Petacci, Perón y Evita. Y en tiempos más actuales Clinton con la Hillary, Sarkozi y Carla Bruni, los vecinos Kitchner … y si me apuran un poco agrego también a Allamand y la Cubillos, Moreira y su ex mujer, solo para dar ejemplos y además para precisar que también esto ocurre a niveles intermedios o de menor status”. De esos se sabe poco y se habla menos, salvo el caso actual de nuestro medio senador (la otra mitad es de Arica-Parinacota ) y la ex vocera de gobierno, que están todos los días en portada.
¿Pero qué es lo que no pega en la fórmula política-amor?. Tal vez la convicción de que ambos elementos no son objetivos, ni desinteresados, ni equilibrados, ni renunciativos. En el amor pocos dicen "pase usted primero" (como Humphrey Bogart en Casablanca). El amor y la política comparten esas características. Lo apasionadamente vicioso y a la vez lo tortuoso de sus consecuencias.
El amor y la política un negocio oscuro y peligroso, un asunto solo para especialistas. Parece que para ascender, hay que seguir el camino largo y no el by pass del amor. Quien sienta comezón participativa, devoción Adeénica por el servicio público o una sobreexcitación de sus hormonas democráticas, debe afiliarse a un partido sólido y serio, pasar varios largos y abnegados años haciendo el trabajo sucio, subir piano piano, nunca saltarse niveles en la jerarquía burocrática, obedecer a los líderes hasta llegar a ser uno de ellos y por cierto nunca comprometer el corazón. Como dicen los católicos, fuera de la Iglesia no hay salvación; Tampoco en el amor ni en la política. Digo yo.
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