lunes, marzo 30, 2015

A los hijos hay que quererlos


El asunto en el cual está involucrado Sebastián Dávalos, el hijo de la Presidenta, no es un asunto cualquiera. Para todos  quedó clarísimo que  pedir un préstamo bancario y solicitar una reunión pidiendo que estuviera el mismísimo dueño del banco, era, fue y siempre lo será - especialmente en este caso - una pésima idea.  Se desconoce su génesis (no se sabe quien fue el de la brillante idea, aún cuando muchos presuman que fue la nuera). Los mal pensados insisten en que fue un constructo colectivo. 
La noticia del préstamo, del monto, de la reunión con el top one del banco, de la identidad de los peticionarios y su vínculo con las más altas esferas del gobierno corrió como reguero de pólvora como se decía antes  y se hizo viral, como se dice ahora. Las redes sociales se hicieron un picnick,  dominando los espacios noticiosos, en un asunto que sigue abierto y que se presume seguirá, no solo porque se continuará tirando el hilito,  hasta ver si al final caen presas mayores.  En estos casos, se aplica  la vieja fórmula de mantener la noticia arriba con la sana práctica de no cortar la cola de un solo golpe, sino de a poquito.  Es decir, aún cuando se tenga toda la información al público se le va entregando un poco cada día.  Para no matarla de un solo guaracazo. Así es posible mantener al público expectante. Al final se busca el efecto teleserie turca, es decir, quedar enganchados con ver un solo capítulo.   
Y por otro lado están los coletazos políticos que provengan del  caso Dávalos, pues no hay que ser muy pillos para no darse cuenta que en este tipo de operaciones de compraventa de terrenos con un simple trámite burocrático se cambia el destino de uso del suelo y a la pasada  se gana mucha plata sin hacer absolutamente nada. Y todos parecen saber que es una práctica habitual y que son muchas empresas y personas que se han hecho y se seguirán  haciendo muy ricas con esta martingala. Lo corrupto no está en hacer  la compra y venta de los terrenos y cobrar el delta, sino en hacerlo aprovechando información privilegiada. Y en este caso quien hace la operación no es un hijo de vecino y el asunto no es del ámbito de la Economía sino de la Etica.  
Esto que hizo Caval,  es un tipo de operación habitual y los Notarios y Conservadores de Bienes Raíces de todo el país podrán testimoniar de cientos de casos  similares donde pudo haber enriquecimiento excesivo por el cambio del uso del terreno. Ahora lo que queda es aguantar los coletazos de los  políticos que alimentarán sus bajas pasiones, puesto que al pianista al cual hay que dispararle no es un hijo de vecino, sino el hijo de la Presidenta de Chile y hasta hace unos días un importante ejecutivo del gobierno a cargo de relevantes proyectos  de gran beneficio social. 

Ojala los políticos mediten y no saquen ventajas fáciles en circunstancias adversas para quien dirige la Nación. Me imagino que para la Presidenta este debe ser un momento no de rabia sino de dolor. A cualquier padre le puede ocurrir que uno de sus hijos, cometa un error. Los errores enseñan a crecer. Lo importante es ayudarlos a vivir y desarrollarse bien.  Y para eso hay que quererlos  siempre. En las duras y en las maduras.  Digo yo. 

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