El asunto en el cual está
involucrado Sebastián Dávalos, el hijo de la Presidenta, no es un asunto
cualquiera. Para todos quedó clarísimo que pedir un préstamo bancario y solicitar una
reunión pidiendo que estuviera el mismísimo dueño del banco, era, fue y siempre
lo será - especialmente en este caso - una pésima
idea. Se desconoce su génesis (no se
sabe quien fue el de la brillante idea, aún cuando muchos presuman que fue la
nuera). Los mal pensados insisten en que fue un constructo colectivo.
La noticia del préstamo, del
monto, de la reunión con el top one del banco, de la identidad de los
peticionarios y su vínculo con las más altas esferas del gobierno corrió como
reguero de pólvora como se decía antes y
se hizo viral, como se dice ahora. Las redes sociales se hicieron un picnick, dominando los espacios noticiosos, en un
asunto que sigue abierto y que se presume seguirá, no solo porque se continuará
tirando el hilito, hasta ver si al final
caen presas mayores. En estos casos, se
aplica la vieja fórmula de mantener la
noticia arriba con la sana práctica de no cortar la cola de un solo golpe, sino
de a poquito. Es decir, aún cuando se
tenga toda la información al público se le va entregando un poco cada día. Para no matarla de un solo guaracazo. Así es
posible mantener al público expectante. Al final se busca el efecto teleserie
turca, es decir, quedar enganchados con ver un solo capítulo.
Y por otro lado están los
coletazos políticos que provengan del caso Dávalos, pues no hay que ser muy pillos
para no darse cuenta que en este tipo de operaciones de compraventa de terrenos
con un simple trámite burocrático se cambia el destino de uso del suelo y a la
pasada se gana mucha plata sin hacer
absolutamente nada. Y todos parecen saber que es una práctica habitual y que son
muchas empresas y personas que se han hecho y se seguirán haciendo muy ricas con esta martingala. Lo
corrupto no está en hacer la compra y
venta de los terrenos y cobrar el delta, sino en hacerlo aprovechando
información privilegiada. Y en este caso quien hace la operación no es un hijo
de vecino y el asunto no es del ámbito de la Economía sino de la Etica.
Esto que hizo Caval, es un tipo de operación habitual y los Notarios
y Conservadores de Bienes Raíces de todo el país podrán testimoniar de cientos de
casos similares donde pudo haber enriquecimiento
excesivo por el cambio del uso del terreno. Ahora lo que queda es aguantar los coletazos
de los políticos que alimentarán sus bajas
pasiones, puesto que al pianista al cual hay que dispararle no es un hijo de
vecino, sino el hijo de la Presidenta de Chile y hasta hace unos días un
importante ejecutivo del gobierno a cargo de relevantes proyectos de gran beneficio social.
Ojala los políticos mediten y no
saquen ventajas fáciles en circunstancias adversas para quien dirige la Nación.
Me imagino que para la Presidenta este debe ser un momento no de rabia sino de
dolor. A cualquier padre le puede ocurrir que uno de sus hijos, cometa un error.
Los errores enseñan a crecer. Lo importante es ayudarlos a vivir y
desarrollarse bien. Y para eso hay que
quererlos siempre. En las duras y en las
maduras. Digo yo.
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