Pero qué duda cabe, la juventud de cualquier época
como la actual tiene percepciones, sensaciones, gustos y preferencias
especiales. Y la música es una de las áreas diferenciadoras y sensibles. Y a medida que van pasando los maravillosos años
jóvenes, comienza el proceso de estabilización, que es la antesala del paso a
la adultez. Se aquietan mucho las pasiones, se deja el romanticismo revolucionario y se aterriza de a poco en la insulsa,
anodina y pueril estabilización. A los
de mi generación nos ocurría aquello tan pronto dejábamos la enseñanza media (llamada
Humanidades) época cuando solo una ínfima minoría tenía la oportunidad de
estudiar en las poquísimas universidades existentes. La mayoría debía ponerse rápidamente a trabajar,
salir a ganarse los porotos en lo fue
fuera. La opción de quedarse en casa sin hacer nada era impracticable. Nuestros
padres nos habrían sacado “de un ala” de la cama si estábamos acostados pasadas
las 9 de la mañana. Había que salir a ganarle a la vida desde temprano.
Ahora, esta juventud Lollapalooza (quiero llamarla así para
mantener la conexión con el tema) o generación X como la identifican otros, puede
quedarse en la casa, casi sin restricción. Hasta que pase algo. Algo como un
milagro. Que algún amigo o pariente le ofrezca una peguita. Muchos de esta generación
Ni Ni (ni estudian ni trabajan) les gusta quedarse con los papás “hasta que
duela”. Incluso volver si se hubieren
ido tempranamente. Muchos van y vienen varias veces. Y mientras se desplazan (aquí viene la
conexión al tema) siempre lo hacen enchufados, conectados con el mundo a través
de los oídos. El audífono ya es parte de la cabeza. Y la música es el motivo de sus preferencias
y los conjuntos de Lollapalooza que estuvieron en Santiago, los héroes preferidos
a los cuales les rinden culto cientos de horas al mes.
Tantas y horas y tan “mal gastadas”, concluyen unos
estudios de por ahí. Si todo este tiempo fuera ocupado en algún “aprendizaje útil”
(un segundo idioma, meditación, poesía, una técnica, cultura en general) el
crecimiento intelectual y la preparación en los jóvenes actuales, pasaría a
otro nivel, ya que están “enchufados” en
promedio 5 horas diarias. Así, podrían, sin
moverse de la cama, ni del baño, del transporte público, las salas de espera,
los paraderos, o las filas para un trámite, aprender algo, por ejemplo un
idioma que es lo más práctico. Sería fácil, regalado y eficaz. Pero esta
generación prefiere regalarle su tiempo
a los Lollapalooza.
En este contexto, los entiendo, pues en música yo
también rendí tributo a la música de los 60´s. Creo que musicalmente
fueron trascendentales, lo mejor de parte del siglo pasado. Mencionaré de los gringos a mis favoritos: The Beatles, The Doors, The
Rolling Stone, Pink Floyd, Jimi Hendrix, The Who, Bee Gee, The Beach Boys, The Mamas and the Papas,
Simon and Garfunkel, The Supreme. También muchos músicos chilenos y argentinos del 60
al 70 fueron grandes. Una época musical que merece reconocimiento. Lo mejor era
que estos temas se podían cantar, bailar y especialmente escuchar. Lo actual, claro que es bueno, solo que cuando intento
escucharlo, el ruido no me deja oír la
música. Qué pena no poder o no saber cómo disfrutarla. Me debo estar perdiendo
algo excepcional. Digo yo.
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