Chilenos y chilenas, niños y niñas
Esta crónica va dirigida con mucho cariño a los y las personas que me leen en papel u on line, agradeciéndoles a todos y todas, chilenos y chilenas, extranjeros y extranjeras por su fidelidad como lectores y lectoras ya por tantos años.
Comienzo contándoles a
todos y todas, que una razón y a veces
la única por la cual un cronista o
articulista escribe en un medio, es
porque siempre cree tener un buen motivo, un pensamiento, una idea o una inquietud y desea comunicarlo. Parodiando al
Principito y su encuentro con el Zorro, es
para “crear lazos” y, establecer alianzas, con todos y todas.
Y en esta oportunidad me referiré a esa rara práctica lingüística que
se ha ido instalando en nuestro lenguaje cotidiano y que bajó desde las altas esferas del poder, instalándose en las bases de la sociedad. Me
refiero a esa costumbre de diferenciar, a mi juicio innecesaria y
forzada el género masculino del femenino cuando se hace referencia a las
personas. Ahora no basta decir “niños”,
Hay que decir “niños y niñas” pues al decir solo niños, se estaría excluyendo a las niñas. Y esto de la inclusión o exclusión son
mundos con dos ideas implícitas y contrapuestas: acoger y rechazar.
Decir por ejemplo en una fiesta de cumpleaños “Niños… vengan
a comer torta” Esto es, aquí y ahora, muy mal visto (o escuchado). Lo correcto para respetar
el sagrado principio de la inclusión, o si se quiere, para evitar el pecado de
la exclusión, sería decir “Niños y niñas, vengan a comer torta”. Otras expresiones en el mismo contexto serian:
siéntense todos y todas a la mesa, canten todos y todas el feliz cumpleaños. Extraño, pero cumple con el principio de la
inclusión.
No sé el nombre técnico que dentro de la gramática española
tenga esta forma de expresarse, ni si es válidamente aceptable, pero cuando se
utiliza, me parece en rigor, innecesaria y redundante. Creo que los idiomas
deben ser funcionales y prácticos. Y muchas veces en razón de ello, utilizar
caminos más breves para llegar al mismo
lugar, sin alterar su esencia. Los humanos somos aunque no se crea, bastante racionales,
no obstante, predominan en nuestras decisiones las emociones. De tal forma que
decir “niños y niñas ” para no excluir a
las niñas deliberadamente, sino por el contrario incluirlas conscientemente, es
una costumbre que empezó a utilizarse en el primer gobierno de la presidenta
Bachellet y que en este segundo mandato, definitivamente es viral. El problema
será cómo llamarles cuando dejen de ser niños y niñas y cómo seguir usando la
fórmula de la inclusión. ¿Adolescentes y adolescentas? ¿Muchachos y muchachas?
Cada país y su idioma han resuelto el tema para diferenciar
y a la vez incluir. En los países de habla inglesa niño se dice boy y niña girl.
Para construir el plural se agrega una “ese”. Y como son muy prácticos, también inventaron el plural con la palabra
children, dejando zanjado el asunto.
Pero en Chile, no lo hicimos para expresarnos mejor sino para
demostrar más “sentido de género e inclusión”. Si este criterio lo lleváramos a los extremos,
incluyendo las especies animales, tendríamos que ser muy cautos para
diferenciar bien entre caballos y
yeguas, potrancas y potrillos, vacas y toros (eventualmente bueyes). A mí me
molestaría que me dijeran Pata, Pito,
Poto o Puto, en vez de Pato. Digo yo, amigos
y amigas, chilenos y chilenas, lectores y lectoras.
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