Cuando el hombre de la calle,
eufemismo que suele usarse para referirse al
ciudadano común y corriente, al hombre de a pié y que además incluye a las mujeres,
dignamente representadas por la señora Juanita, se entera por la prensa que en el
Congreso se está tratando un proyecto legislativo para reformar el sistema de
elecciones que permite elegir a los diputados y senadores, además de entender
poco o nada las razones “técnicas” , finalmente lo único que retendrá será que
habrán más diputados y más senadores.
Ante esto, lo único que le queda por hacer es lamentarse de la política y los políticos y
reiterar su convicción de que son corruptos, aprovechadores y que ganan
demasiado. La poca fe que les podía quedar, con esto muere. Por este tipo de
cosas, la sociedad chilena castiga a los políticos y en todas las encuestas los
califica como los peores de la escala. Si los delincuentes estuvieran en estas mediciones como un
segmento, éstos serían los únicos que
los superarían. Esa es la terrible y lamentable imagen que de los políticos
tiene la sociedad chilena según las encuestas de los últimos años. Nada como para enorgullecerse.
La intención del proyecto, de modificar el actual sistema bi nominal,
según se dice “ya o da para más”, especialmente por aquello
de que favorece a las segundas mayorías lo
que es injusto y perverso, parece una buena razón para el cambio. Pero a causa de los cambios necesarios, se hace imprescindible incrementar el territorio, lo
que obliga a tener un mayor número de asientos legislativos. O sea más
parlamentarios. Es lo que nos dicen.
Asimismo, la reforma plantea necesaria
una mejor representación de las regiones, o sea que su peso relativo evite una
mala repartija que termine creando una asimetría entre población y
representantes. Y como una mala repartición del poder político está asociada a
una mayor desigualdad económica por una parte y por otra al crecimiento y
persistencia de las elites, se hace indispensable aumentar el número. Es lo que
nos dicen.
Y también nos dicen que el mayor
costo que implica aumentar el Congreso en 47 “honorables” (35 diputados y 12
senadores) no es muy relevante y que por lo demás, con la reforma tributaria
aprobada, habrá harta platita fresca
durante los próximos años.
Finalmente cuando la comunidad se
entera que la reforma implica crecer en casi un 40% el total de los miembros
del Congreso, todo parece una locura, un acto del teatro del absurdo, kafkiano,
difícil de aceptar, de asimilar y de
entender, salvo que también sea un político, esto es, el sujeto que está
ubicado en el último peldaño del reconocimiento de la sociedad organizada.
Tengo entendido que había otros proyectos
alternativos que no suponían crecer en
el número de parlamentarios y que igual podían
satisfacer las necesidades legislativas. Pero, como dicen en el campo, “
y dele con que las gallinas mean”, expresión que se usa para graficar a los
porfiados, a los que sin tener argumentos sólidos , lo hacen porque si no más. Por
joder.
Por esto creo que estaría totalmente
vigente un viejo chiste. “Un ciudadano pasa
frente al Congreso y escucha desde su
interior gritos: ladrón, sinvergüenza, vendido, coimero, hijo de p… Creyendo
que era una pelea, va donde un carabinero y le cuenta lo que ha escuchado. No
se preocupe le dice el uniformado, solo están pasando lista.” No hay salud.
Digo yo.
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